lunes, 20 de agosto de 2018

Orígenes obreros, ideológicos y culturales del anarquismo español

El germen de lo que será el más poderoso movimiento anarquista jamás visto en un país estaba sembrado con una incipiente conciencia obrera configurada a lo largo del siglo XIX, las influencias del socialismo utópico, la radicalización del liberalismo y el federalismo proudhoniano de Pi y Margall, que tenían que desembocar lógicamente en el anarquismo.

Como ya hemos dicho, uno de los precedentes del anarquismo fue el societarismo obrero. Así es, en los primeros años del siglo XIX empieza a germinar una conciencia obrera, en determinadas regiones del país, sobre la necesidad de asociaciones que mejoren su condición social y dignifiquen su existencia. En el segundo tercio del siglo, el país vive bajo la inestabilidad política y las agitaciones obreras en lucha por sus reivindicaciones; según el criterio de unos u otros gobiernos, las asociaciones obreras son prohibidas una y otra vez. La situación apenas mejora, miseria y hambre es lo que espera a trabajadores y campesinos, lo que provoca insurrecciones de todo tipo hasta llegar al clima antimonárquico de los años 60. Además de la lucha por sus derechos más elementales, empezando por la propia necesidad de sobrevivir, otros factores ideológicos irán influyendo en el movimiento obrero durante el siglo XIX: las ideas socialistas de Saint-Simon, Cabet y Fourier y, posteriormente, las de Proudhon a través de Pi y Margall.

Fourier, al que se le puede considerar un precursor del anarquismo, preconiza un sistema basado en la armonía y en la cooperación; contrario a una autoridad central, apela al federalismo. En España, tuvo sus seguidores y puede afirmarse que creó escuela. Pueden mencionarse los nombres de Sebastián Albreu, que difundió las ideas de Fourier entre 1840 y 1950 en Andalucía, Sixto Cámara, que publicó numerosos artículos al respecto en La Atracción, Ordax Avecilla, editor del periódico La Asociación, Antonio Ignacio Cervera, también editor de varias publicaciones y creador de una escuela precursora de la de Francisco Ferrer, y el historiador y periodista Fernando Garrido. Otro socialista que influyó en España fue Cabet, partidario igualmente de una comunidad fraternal y pacífica, que tuvo un grupo de discípulos en Barcelona ya en 1853.
Esos autores y tendencias tuvieron una influencia en la configuración del societarismo y cooperativismo dentro del movimiento obrero. Hay que insistir en el nacimiento de una conciencia de clase, a lo largo del siglo XIX, y en cierta relación de interdependencia entre los movimientos obreros y los políticos, especialmente del republicanismo federal, mientras se fueron sucediendo las represiones del aparato estatal. Como ejemplo de un incipiente movimiento obrero intuitivamente libertario, en 1865 hubo un Congreso en Barcelona, que dio lugar a una federación de sociedades obreras con el fin del apoyo mutuo y el intercambio de productos; el sistema federal garantizaba la autonomía de cada asociación.

Si en Cataluña, Valencia y Madrid, el movimiento obrero alcanzó cierta intensidad, especialmente en las dos primeras regiones, en Andalucía era muy diferente; aunque se crearon algunas cooperativas, la situación desesperada de los campesinos les llevó por lo general a todavía muy vagas aspiraciones de posesión colectiva de las tierras. Por otra parte, el hartazgo del pueblo español ante la represión y la corrupción estatales le fue llevando a una desconfianza hacia toda jefatura política y militar; puede hablarse, en este sentido, de cierta prematura intuición libertaria. En cualquier caso, como hemos dicho, es el republicanismo federal la opción política que más influye en el movimiento obrero. Son precisamente las ideas federalistas de Pi y Margall, tan influidas por Proudhon, las que irán configurando el anarquismo en España. A pesar de los elogios de Anselmo Lorenzo y Ricardo Mella, hay que decir que Pi no era anarquista, al menos no en sentido político durante gran parte de su trayectoria, ya que pretendió democratizar el poder mediante el federalismo, pero no destruirlo; por otra parte, el ser partidario de tomar el poder para la transformación social le aparta igualmente de las ideas libertarias.

No obstante, merece la pena que nos detengamos en un gran pensador, como Pi y Margall, heredero en tantos aspectos de Feuerbach y Proudhon, precursor de lo que será la filosofía anarquista, como demuestra este célebre texto:
– Homo sibi Deus, ha dicho un filósofo alemán: el hombre es para sí su realidad, su derecho, su mundo, su fin, su Dios, su todo. Es la idea eterna, que se encarna y adquiere la conciencia de sí misma; es el ser de los seres, el ley y legislador, monarca y súbdito. ¿Busca un punto de partida para la ciencia? Lo halla en la reflexión y en la abstracción de su entidad pensante. ¿Busca un principio de moralidad? Lo halla en su razón, que aspira a determinar sus actos. ¿Busca el universo? Lo halla en sus ideas. ¿Busca la divinidad? La halla consigo. Un ser que lo reúne todo en sí es indudablemente soberano. El hombre pues, todos los hombres son ingobernables. Todo poder es un absurdo. Todo hombre que extiende la mano sobre otro hombre es un tirano. Es más: es un sacrílego. Entre dos soberanos no caben más que pactos. Autoridad y soberanía son contradictorias. A la base social autoridad debe, por lo tanto, sustituirse la base social contrato. Lo manda así la lógica.
Como parte del terreno abonado para lo que será la Internacional en España, existieron dos instituciones donde militaron lúcidos obreros que luego pasaron a engrosar las filas de la Internacional: el Ateneo Catalán de la Clase Obrera, fundado en torno a 1861 y con Rafael Pellicer como uno de sus notables miembros, y el Fomento de las Artes de Madrid,  creado en 1847, del que dio cuenta Anselmo Lorenzo en su obra, donde se reunían republicanos y socialistas y que tuvo a José Serrano Oteiza como una de sus más importantes figuras.
Al margen de lo narrado,  y antes de la llegada de Fanelli en 1868, la Internacional apenas había tenido repercusión en España. El movimiento republicano no tuvo excesivo conocimiento de esa organización y, al parecer, tampoco se mostró muy proclive a ello. Sin embargo, a raíz de la Revolución de septiembre de 1968, La Gloriosa, el asunto va a tomar un cariz muy diferente; varios manifiestos procedentes de la Internacional serán enviados a los trabajadores españoles alentándoles a llevar la revolución hasta el final. Uno de los factores que parecen explicar el desarrollo del anarquismo en España es la actitud del movimiento republicano hacia el movimiento obrero, más bien timorata y paternalista; a pesar de la influencia antes mencionada, los republicanos no se molestaron en formar parte de las asociaciones obreras ni tampoco en crear una estructura organizativa sólida basada en su propio ideario. Hay historiadores que afirman, como es el caso de Francisco Madrid, que la dicotomía en la Internacional española no fue entre marxistas y bakuninistas, sino entre republicanos y anarquistas. Los lugares comunes, dentro de la teoría marxista, dicen que España era un país económicamente atrasado donde burguesía y proletariado no se habían desarrollado lo suficiente, lo que dejaba al país al margen del proceso revolucionario entendido de esa manera; por supuesto, los acontecimientos posteriores dieron al traste con esta visión.

El anarquismo español, pese a quien pese, tuvo la capacidad de tomar un protagonismo primordial en el desarrollo del movimiento obrero. El materialismo histórico, tantas veces elevado a la condición de dogma irrefutable, se ha mostrado incapaz de comprender lo ocurrido en España. Como primer apunte, hay que decir que el anarquismo en sus orígenes está estrechamente vinculado con las luchas demócratas y, en especial, con las republicanas. Tal y como sostiene Francisco Madrid: "El movimiento republicano creó el tejido social del que en parte se nutrió el anarquismo"; no obstante, el vínculo estriba también en el área de influencia ideológica, muy similar en ambos movimientos, aunque posteriormente existieran notables divergencias. Por un lado, el anarquismo es la conclusión lógica del republicanismo federal, que como hemos dicho tuvo en Pi y Margall uno de sus mejores teóricos, por otro, las ideas anarquistas irán más allá que las republicanas al estar fuertemente comprometidas con la lucha revolucionaria al margen de cualquier política. La controversia entre las dos facciones de la Internacional en España estuvo marcada por la postura que tuvieron frente al Partido Republicano; los seguidores de Marx intentaron algún acercamiento, mientras que los antiautoritarios rechazaron de raíz cualquier tipo de colaboración. En el desarrollo posterior, los socialistas partidarios de la acción parlamentaria colaborarán con los republicanos a nivel político en algunas ocasiones, mientras que los anarquistas lo harán en el plano socio-cultural en determinados momentos. No obstante, la influencia republicana en ambas vertientes parece innegable.

En cualquier caso, el anarquismo español se mostraba tremendamente rico en su corpus ideológico y cultural, mucho más que otras tendencias. Se dejó influir por el socialismo utópico, que hemos repasado de forma somera en su influencia en España, pero también por el liberalismo más radical, del que toma algunos elementos y rechaza otros, lo que le hizo ganarse ciertas simpatías entre las clases medias; por otra parte, la idea federal, primero en su concepción proudhoniana a través de Pi, y más tarde ya en su versión bakuninista, fue adoptada desde el principio por los Internacionales españoles y será ya un factor primordial en la concepción sociopolítica anarquista, radicalizando la postura liberal al respecto en aras de la transformación social. La semilla para un poderoso movimiento libertario estaba puesta.

Referencias:
-Francisco Madrid y Claudio Venza, Antología documental del anarquismo español. Organización y revolución: De la Primera Internacional al Proceso de Montjuic (1868-1896) (Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid 2001).
-José Álvarez Junco, La ideología política del anarquismo español (1868-1910) (Siglo XXI de España Editores, Madrid 1991).
-Josep Termes, Anarquismo y sindicalismo en España (1864-1881) (Editorial Crítica, Barcelona 2000).
-Juan Gómez Casas, Historia del anarcosindicalismo español (LaMalatesta, Madrid 2006).

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