A propósito del booktrailer de la reciente edición de La ciencia moderna y la anarquía, reproducido más abajo, recuperamos unos comentarios sobre uno de los libros más destacados de un autor indiscutible, tanto desde el punto de vista revolucionario, como científico.
Philippe Pelletier, en un imprescindible prólogo de esta edición, lanza la pregunta de qué puede aportarnos una obra sobre ciencia escrita hace más de un siglo. Piotr Kropotkin es, tal vez, de todos los pensadores anarquistas clásicos el que más fácilmente es tildado de cientifista y utópico, dos apelativos que quizá no casen bien. Sin embargo, disquisiciones posmodernas al margen, lo que se pasa por alto es que, aunque el mundo se haya transformado a ritmo vertiginoso en las últimas décadas, los debates planteados en la obra que nos ocupan siguen estado de plena actualidad. En su momento, y no es casualidad, el libro de Kropotkin molestó, tanto a la izquierda parlamentaria, como a la burguesía. En la actualidad, parece que la obra está recibiendo la atención y el valor que merece.
Kropotkin se esfuerza en armar al anarquismo con una ase científica sólida, gracias al estudio en profundidad de cómo funcionan las sociedades humanas; se trata de vincular la filosofía moderna de las ciencias naturales con las ideas libertarias, sin dejar de lado unos fundamentos firmes para la ética anarquista. Adelantémonos a las críticas, tal vez demasiado superficiales y prejuiciosas, y estudiemos bien a Kropotkin para comprender su legado. A pesar de que haya que contextualizar su pensamiento, dentro de una época con una confianza exacerbada en la ciencia y el progreso, hay que poner en cuestión igualmente nuestra propia posición preconcebida si de verdad queremos trabajar en aras de la emancipación humana.
Precisamente, si el anarquismo y la ciencia tienen algo en común es su continuo afán antidogmático. Las ideas libertarias no pueden identificarse con una mera ideología, ya que deben estar sujetas a una continua revisión, además de partir de la duda como principio primordial. Desde ese punto de vista, anarquismo y ciencia se encuentran en perfecta sintonía. Kropotkin, cuyo intención científica no puede ser puesta en duda, no pretende ser neutral en sus trabajos, los coloca en pleno campo de batalla político e ideológico; publica en todo tipo de revistas, científicas, divulgadoras y militantes, y da conferencias en cualquier lugar donde se encuentre. Kropotkin parece buscar una sistematización, trabajando en campos como la geografía, las ciencias naturales y la historia, e indagando en sus temas favoritos (el apoyo mutuo, la evolución, el federalismo, la ética…). En muchos momentos, parece entenderse que esa sistematización ha concluido, e incluso que su visión es reiterativa, pero los expertos en su obra nos recuerdan que cada uno de sus trabajos resulta un complemento que hace evolucionar el conjunto. La fidelidad a la base científica es innegable, si observamos que no termina de haber dogma alguno, ni pensamiento cerrado; la duda y el evolucionismo, así como la lógica aceptación por parte del propio Kropotkin de la incapacidad humana para comprender y asimilar todo el conocimiento, hacen que así lo veamos. La ciencia moderna y la anarquía es una lectura primordial, desde cualquier punto de vista y para cualquier público, también para los propios libertarios si queremos comprender el importante legado de Kropotkin.
Philippe Pelletier, en un imprescindible prólogo de esta edición, lanza la pregunta de qué puede aportarnos una obra sobre ciencia escrita hace más de un siglo. Piotr Kropotkin es, tal vez, de todos los pensadores anarquistas clásicos el que más fácilmente es tildado de cientifista y utópico, dos apelativos que quizá no casen bien. Sin embargo, disquisiciones posmodernas al margen, lo que se pasa por alto es que, aunque el mundo se haya transformado a ritmo vertiginoso en las últimas décadas, los debates planteados en la obra que nos ocupan siguen estado de plena actualidad. En su momento, y no es casualidad, el libro de Kropotkin molestó, tanto a la izquierda parlamentaria, como a la burguesía. En la actualidad, parece que la obra está recibiendo la atención y el valor que merece.
Kropotkin se esfuerza en armar al anarquismo con una ase científica sólida, gracias al estudio en profundidad de cómo funcionan las sociedades humanas; se trata de vincular la filosofía moderna de las ciencias naturales con las ideas libertarias, sin dejar de lado unos fundamentos firmes para la ética anarquista. Adelantémonos a las críticas, tal vez demasiado superficiales y prejuiciosas, y estudiemos bien a Kropotkin para comprender su legado. A pesar de que haya que contextualizar su pensamiento, dentro de una época con una confianza exacerbada en la ciencia y el progreso, hay que poner en cuestión igualmente nuestra propia posición preconcebida si de verdad queremos trabajar en aras de la emancipación humana.
Precisamente, si el anarquismo y la ciencia tienen algo en común es su continuo afán antidogmático. Las ideas libertarias no pueden identificarse con una mera ideología, ya que deben estar sujetas a una continua revisión, además de partir de la duda como principio primordial. Desde ese punto de vista, anarquismo y ciencia se encuentran en perfecta sintonía. Kropotkin, cuyo intención científica no puede ser puesta en duda, no pretende ser neutral en sus trabajos, los coloca en pleno campo de batalla político e ideológico; publica en todo tipo de revistas, científicas, divulgadoras y militantes, y da conferencias en cualquier lugar donde se encuentre. Kropotkin parece buscar una sistematización, trabajando en campos como la geografía, las ciencias naturales y la historia, e indagando en sus temas favoritos (el apoyo mutuo, la evolución, el federalismo, la ética…). En muchos momentos, parece entenderse que esa sistematización ha concluido, e incluso que su visión es reiterativa, pero los expertos en su obra nos recuerdan que cada uno de sus trabajos resulta un complemento que hace evolucionar el conjunto. La fidelidad a la base científica es innegable, si observamos que no termina de haber dogma alguno, ni pensamiento cerrado; la duda y el evolucionismo, así como la lógica aceptación por parte del propio Kropotkin de la incapacidad humana para comprender y asimilar todo el conocimiento, hacen que así lo veamos. La ciencia moderna y la anarquía es una lectura primordial, desde cualquier punto de vista y para cualquier público, también para los propios libertarios si queremos comprender el importante legado de Kropotkin.
1 comentario:
pero el anarquismo desde que se organiza en cooperativas y sindicatos
tbn hace uso del marxismo aunque no de todos ls aspectos del marxismo.
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creo qe se debe engfocar la cosa de modo que sin dejar la lucha obrera y la justicia social d reparto d bienes y avalar derchos, usar lo mas conveniente en cada momento
incluso votar si cn eso allanamos el camino
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el anarquismo tbn tiene muchas cosas que replanterase en cada moemto,
por favor, no seamos idilicos y naifs,
¿ como se plantean sino las relaciones cn otrs asambleas, gremios, etc
d otras ciudaddes etc ?
si, por asambleas y democracia directa.....
¿ pero quien gestiona esas asambleas ? :
siempre acaba por necesidad de haber unos organos d representacion y d gesgtion
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