El anarquismo es tal vez la filosofía vital y política que más complejidad ha aportado a la noción de libertad, íntimamente vinculada con otros conceptos sociales: igualdad, autonomía, creatividad, solidaridad, apoyo mutuo…
La libertad, para el anarquismo, implica necesariamente la igualdad entre los seres humanos. Esa igualdad no se produce por la naturaleza, ni tenemos las mismas capacidades, ni la misma vida, ni el mismo físico, ni actuamos del mismo modo en circunstancias similares. La libertad a la que aludimos parte de esas notorias desigualdades para asumir que todos podemos ser libres cada uno dentro de nuestras posibilidades. Ya Bakunin lo dijo, cuando se refería a "la igualdad por la libertad"; cuando los anarquistas hablan de igualdad se refieren a partir de las mismas condiciones materiales, económicas y sociales, para que uno se desarrolle libremente. Obviamente, hay mucho que hablar sobre la libertad y su vinculación a otras nociones que afectan a las personas, pero es el anarquismo el que más complejidad parece aportar al asunto; no es casualidad que se esfuerce en vivir sin poder coercitivo alguno. El anarquismo coloca la libertad como su preocupación fundamental, por lo que no es casualidad que se defina también como movimiento libertario, ya que se trata de una obvia búsqueda de una vida libre. La libertad, en cualquier caso, en el pensamiento anarquista requiere de ciertas aclaraciones.
Hay que hablar de una libertad directamente relacionada con la autonomía, se busca una comunidad en la que las personas se otorguen sus propias normas. La autonomía parte de considerar a los seres humanos como dotados de capacidades de actuación siguiendo únicamente los dictados de su propia conciencia. Por lo tanto, el individuo posee esa capacidad autónoma siempre y cuando actúe siguiendo sus decisiones libres. Sin embargo, no hablamos de un mero individualismo, esa autonomía implica necesariamente a los otros, de ahí la conocida máxima libertaria de que la libertad de uno se completa y se realiza con la libertad de los demás. La libertad anarquista necesita de la creatividad y de la participación del conjunto de la sociedad. Tampoco la libertad dentro del anarquismo, y esto gustará a los pensadores posmodernos, es una esencia previa a la existencia humana. La persona no nace libre, sino con la libertad como una de las posibilidades de desarrollo dentro de su existencia, de ahí que se considere una gran responsabilidad la actuación del individuo. El anarquismo constituye, por supuesto, movimiento, una filosofía práctica y concreta, que nada significa si no se logra vivirla.
Si se considera en el anarquismo que cada voluntad es única, que cada persona tiene su propia voz y forma de expresarse, a la fuerza tiene que renunciar a toda instancia social por encima del individuo que le reste autonomía. Llegamos así al enfrentamiento del individuo ácrata con la autoridad coercitiva y el poder. Estas preocupaciones por las limitaciones del individuo a la hora de actuar, por el poder y la dominación, por la búsqueda de la autonomía, en lugar de aceptar una instancia heterónoma, coloca al anarquismo como la filosofía política moderna más compleja al respecto. No se busca, como en el Estado moderno, una forma amable de dominación, sino el máximo desarrollo de libertad en un contexto de igualdad en el que cada uno tenga su propia voz para participar en la gestión colectiva. Recordemos también los dos aspectos de la libertad, el negativo y el positivo. El primero alude a la no coacción en la actuación de las personas, por lo que se identifica meramente con una ausencia de restricción y de obstáculos. El segundo sentido, el positivo, se refiere explícitamente a la autonomía, a la capacidad de ser y de actuar. La libertad en el anarquismo se observa mediante estas dos instancias, de tal manera que su identificación con la autonomía la convierte en una idea superior. La libertad es una posibilidad, una capacidad concreta, una autonomía plena sin límites.
Por supuesto, la libertad como autonomía está vinculada a la igualdad, la solidaridad y la capacidad creativa de cada uno. Por lo tanto, la libertad es un concepto colectivo en espacios construidos en los que se producen todos esas nociones que impulsan a las personas a actuar y a mostrarse creativas. El anarquismo, y tocamos aquí otro de los puntos clave del pensamiento posmoderno, niega toda necesidad histórica y apuesta claramente por la capacidad innovadora. La historia no se observa, necesariamente, como un proceso en el que unos momentos presuponen los siguientes, sino que se considera siempre la posibilidad de actuación y de modificación del presente. De esta manera, la historia no es algo inevitable, y la libertad anarquista apuesta siempre por la capacidad de intervención y modificación sobre la realidad. Frente a toda arbitrariedad y determinación externa, hay que apostar por la libertad creadora, por el desarrollo de todas las capacidades y desarrollo de la existencia. Hemos concretado dos nociones vinculadas a la libertad, que la enriquecen, como son la autonomía y la capacidad creadora. No es casualidad la importancia que han dado siempre los anarquistas a la educación.
Como es sabido, el pensamiento liberal, burgués y capitalista, solo da importancia a la libertad individual obviando su carácter social. Recordemos la máxima de que solo somos libres en la medida en que todo el conjunto de la sociedad lo sea, mientras haya alguien dominado o explotado la libertad no será un hecho. Si la libertad para el liberalismo es propia de un individuo aislado, para el anarquismo es inequívocamente una construcción social. El contrato social, fundamento de la teoría política liberal moderna, considera que la libertad precede a la realidad social y, por lo tanto, hay que restringirla para la construcción del espacio político. En la visión anarquista, fuera de la sociedad no existe conciencia de la libertad, por lo que es necesaria la vida social de forma solidaria. Si puede parecer complicado conjuntar autonomía individual y solidaridad comunitaria, el anarquismo se esfuerza en ello armonizando y equilibrando elementos que pueden parecer antitéticos. Para ello, a nivel social y político, el federalismo y el libre contrato son primordiales. La libertad ácrata, en definitiva, supone una filosofía de vida compleja, íntimamente enraizada con lo social y que solo se desarrolla plenamente en un contexto verdaderamente igualitario. Del mismo modo, la libertad anarquista se encuentra enlazada a la cooperación, la solidaridad y el apoyo mutuo. Tal vez, muchos se esfuercen en señalar la libertad y la solidaridad como conceptos muy diferentes. El anarquismo, como filosofía política única en la modernidad, se esfuerza en sostener lo contrario.
La libertad, para el anarquismo, implica necesariamente la igualdad entre los seres humanos. Esa igualdad no se produce por la naturaleza, ni tenemos las mismas capacidades, ni la misma vida, ni el mismo físico, ni actuamos del mismo modo en circunstancias similares. La libertad a la que aludimos parte de esas notorias desigualdades para asumir que todos podemos ser libres cada uno dentro de nuestras posibilidades. Ya Bakunin lo dijo, cuando se refería a "la igualdad por la libertad"; cuando los anarquistas hablan de igualdad se refieren a partir de las mismas condiciones materiales, económicas y sociales, para que uno se desarrolle libremente. Obviamente, hay mucho que hablar sobre la libertad y su vinculación a otras nociones que afectan a las personas, pero es el anarquismo el que más complejidad parece aportar al asunto; no es casualidad que se esfuerce en vivir sin poder coercitivo alguno. El anarquismo coloca la libertad como su preocupación fundamental, por lo que no es casualidad que se defina también como movimiento libertario, ya que se trata de una obvia búsqueda de una vida libre. La libertad, en cualquier caso, en el pensamiento anarquista requiere de ciertas aclaraciones.
Hay que hablar de una libertad directamente relacionada con la autonomía, se busca una comunidad en la que las personas se otorguen sus propias normas. La autonomía parte de considerar a los seres humanos como dotados de capacidades de actuación siguiendo únicamente los dictados de su propia conciencia. Por lo tanto, el individuo posee esa capacidad autónoma siempre y cuando actúe siguiendo sus decisiones libres. Sin embargo, no hablamos de un mero individualismo, esa autonomía implica necesariamente a los otros, de ahí la conocida máxima libertaria de que la libertad de uno se completa y se realiza con la libertad de los demás. La libertad anarquista necesita de la creatividad y de la participación del conjunto de la sociedad. Tampoco la libertad dentro del anarquismo, y esto gustará a los pensadores posmodernos, es una esencia previa a la existencia humana. La persona no nace libre, sino con la libertad como una de las posibilidades de desarrollo dentro de su existencia, de ahí que se considere una gran responsabilidad la actuación del individuo. El anarquismo constituye, por supuesto, movimiento, una filosofía práctica y concreta, que nada significa si no se logra vivirla.
Si se considera en el anarquismo que cada voluntad es única, que cada persona tiene su propia voz y forma de expresarse, a la fuerza tiene que renunciar a toda instancia social por encima del individuo que le reste autonomía. Llegamos así al enfrentamiento del individuo ácrata con la autoridad coercitiva y el poder. Estas preocupaciones por las limitaciones del individuo a la hora de actuar, por el poder y la dominación, por la búsqueda de la autonomía, en lugar de aceptar una instancia heterónoma, coloca al anarquismo como la filosofía política moderna más compleja al respecto. No se busca, como en el Estado moderno, una forma amable de dominación, sino el máximo desarrollo de libertad en un contexto de igualdad en el que cada uno tenga su propia voz para participar en la gestión colectiva. Recordemos también los dos aspectos de la libertad, el negativo y el positivo. El primero alude a la no coacción en la actuación de las personas, por lo que se identifica meramente con una ausencia de restricción y de obstáculos. El segundo sentido, el positivo, se refiere explícitamente a la autonomía, a la capacidad de ser y de actuar. La libertad en el anarquismo se observa mediante estas dos instancias, de tal manera que su identificación con la autonomía la convierte en una idea superior. La libertad es una posibilidad, una capacidad concreta, una autonomía plena sin límites.
Por supuesto, la libertad como autonomía está vinculada a la igualdad, la solidaridad y la capacidad creativa de cada uno. Por lo tanto, la libertad es un concepto colectivo en espacios construidos en los que se producen todos esas nociones que impulsan a las personas a actuar y a mostrarse creativas. El anarquismo, y tocamos aquí otro de los puntos clave del pensamiento posmoderno, niega toda necesidad histórica y apuesta claramente por la capacidad innovadora. La historia no se observa, necesariamente, como un proceso en el que unos momentos presuponen los siguientes, sino que se considera siempre la posibilidad de actuación y de modificación del presente. De esta manera, la historia no es algo inevitable, y la libertad anarquista apuesta siempre por la capacidad de intervención y modificación sobre la realidad. Frente a toda arbitrariedad y determinación externa, hay que apostar por la libertad creadora, por el desarrollo de todas las capacidades y desarrollo de la existencia. Hemos concretado dos nociones vinculadas a la libertad, que la enriquecen, como son la autonomía y la capacidad creadora. No es casualidad la importancia que han dado siempre los anarquistas a la educación.
Como es sabido, el pensamiento liberal, burgués y capitalista, solo da importancia a la libertad individual obviando su carácter social. Recordemos la máxima de que solo somos libres en la medida en que todo el conjunto de la sociedad lo sea, mientras haya alguien dominado o explotado la libertad no será un hecho. Si la libertad para el liberalismo es propia de un individuo aislado, para el anarquismo es inequívocamente una construcción social. El contrato social, fundamento de la teoría política liberal moderna, considera que la libertad precede a la realidad social y, por lo tanto, hay que restringirla para la construcción del espacio político. En la visión anarquista, fuera de la sociedad no existe conciencia de la libertad, por lo que es necesaria la vida social de forma solidaria. Si puede parecer complicado conjuntar autonomía individual y solidaridad comunitaria, el anarquismo se esfuerza en ello armonizando y equilibrando elementos que pueden parecer antitéticos. Para ello, a nivel social y político, el federalismo y el libre contrato son primordiales. La libertad ácrata, en definitiva, supone una filosofía de vida compleja, íntimamente enraizada con lo social y que solo se desarrolla plenamente en un contexto verdaderamente igualitario. Del mismo modo, la libertad anarquista se encuentra enlazada a la cooperación, la solidaridad y el apoyo mutuo. Tal vez, muchos se esfuercen en señalar la libertad y la solidaridad como conceptos muy diferentes. El anarquismo, como filosofía política única en la modernidad, se esfuerza en sostener lo contrario.
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