martes, 27 de diciembre de 2011

Daniel Dennett

Daniel Dennett es un filósofo, humanista y científico estadounidense con la gran capacidad de acercar el conocimiento y el pensamiento al gran público. La revista Philosopher's Magazine dijo de él que es uno de "los pocos filósofos contemporáneos capaces de filosofar en público, y de hacerlo bien". Es también uno de los autores ateos que se esfuerzan en la superación de la religión. Al respecto, el mismo Dennett dice: “Creo que mucha gente se aferra a la religión porque piensa que no hay nada que pueda ocupar su lugar”. “No es maravillosa, pero vivir sin ella sería terrible. Bueno, respiremos profundo y veamos qué podría ocupar su lugar. ¿Qué hay que la religión haga realmente bien? ¿Hay otras instituciones que pudieran hacerlo igual de bien, o incluso mejor? Por supuesto, la idea misma de querer sustituir la religión por alguna otra cosa hace que mucha gente sienta temor y odio y consternación. Pero es porque nunca se han puesto a pensar en ello".

Dennett considera que una de las tareas del filósofo es ayudar a formular las mejores preguntas que puedan hacerse, una tarea nada fácil. A menudo, los descubridores de nuevas ideas se atrincheran y desean establecer nuevas verdades. El problema no es que el filósofo se sitúe en las alturas para adoptar un determinado punto de vista, sino que es incapaz de posarse en el suelo y acercar su pensamiento a los demás. Dennett sí posee esa capacidad y hace gala, además, de un inmejorable sentido del humor. En lugar de exponer un argumento formal de manera rigurosa, Dennett trata de sorprender a sus oyentes y tratar de que sonrían y lo pasen bien. El mismo Bertrand Russell dijo una vez que las personas creen, de manera equivocada, que gracioso y serio son antónimos. Dennet solo piensa que gracioso puede ser antónimo de solemne: "Nunca hablo más en serio que cuando me pongo gracioso".

Desde ese punto de vista, su manera de tratar la religión es preguntar qué cosas desea conservar la gente de ella y qué cosas les gustaría que desaparecieran para siempre. Para mucha gente, el término "ateísmo" tiene solo connotaciones negativas, pero las preguntas para Dennett son: ¿a favor de qué estamos?, ¿qué es lo que apoyamos, y qué podríamos hacer al respecto? Es por eso que Dennett, haciendo gala de buen humor, quiso implantar un nuevo término que substituyera al ateísmo: el movimiento bright (aludiendo a un ateísmo vitalista y atractivo, que contradiga esa imagen "gruñona" de algunos ateos). Es un deseo de dar una nueva imagen a la negación de la creencia sobrenatural, que es posible que no gane demasiados adeptos, pero que demuestra que, efectivamente, Dennett puede hablar perfectamente en serio y ser chistoso.

Por otra parte, Dennett se ha esforzado también en explorar en el asunto de la conciencia. En sus libros y artículos, ha indagado en todo lo referente a las explicaciones evolutivas hasta la sicología de la conducta, de la inteligencia artificial y la computación hasta la estética y la crítica del arte. Tal y como dice: "Ahí es donde tengo el corazón, en ayudar a la gente a ver cómo funciona la mente".

Romper el hechizo, obra de Daniel Dennett para descargar en PDF.

Entrevista a Daniel Dennett en el semanario alemán Der Spiegel.

La conciencia sin misterios, obra de Daniel Dennett para descargar en PDF.

domingo, 25 de diciembre de 2011

La ficción histórica de Jesucristo

Es Gonzalo Puente Ojea uno de los autores que más ha indagado en las falsedades históricas que representan las religiones y en las distorsiones de la razón que han supuesto. De ese modo, la historia de Jesús la califica de "impresionante ficción legendaria", sustentada en el Evangelio atribuido a Marcos. Es lo que podemos describir como una substitución del Jesús histórico por el Cristo de la fe, algo que constituye una fractura insalvable y cuyas consecuencias llegan, desgraciadamente, a la sociedad de hoy. La apologética evangélica nos ha legado volúmenes de simplificación y tergiversación, por lo que hay que atender a los textos con sentido histórico y contextualizar en las realidades ideológicas, económicas, sociales y políticas de aquellos días para tratar de restaurar un Jesús acercado a la realidad.

Aunque es un poco triste señalar esto a estas alturas, todos nos hemos encontrado con personas supuestamente ilustradas que, de una manera u otra, aceptan los libros de La Biblia como fuentes historiográficas. Puede decirse que el Evangelio de Marcos es una obra que constituye un género literario original; aunque se refiera a determinados hechos, es obvio que debe clasificarse como un documento kerygmático (del griego kerygma, anuncio o proclamación), es decir, un instrumento para la predicación. Precisamente, a pesar de la también presente intención historiográfica de los Evangelios, los exégetas creyentes aluden a esa vertiente kerygmática para tratar de justificar las numerosas contradicciones e incompatibilidades entre los diferentes textos. Por lo tanto, el  Evangelio puede calificarse como un género literario de carácter histórico-teológico, cuyo propósito es certificar la autenticidad histórica y doctrinal de la figura de Jesús de Nazaret. Por supuesto, para realizar esa labor se subordina y adapta el soporte historiográfico a un molde dogmático, por lo que se pretende dar a conocer de una manera interesada. Estamos hablando de un texto que quiere inculcar una tesis teológica, la cual se profesa como una "verdad revelada", que tendría dos vertientes bien diferenciadas: proclamar a Jesús como heraldo del Reino de Dios y la de la Iglesia como proclamante del Cristo resucitado.

El relato presente en el Evangelio de Marcos no se desarrolla cronológicamente, sino de manera teológica, partiendo de la idea de la muerte de Jesús como propiciatoria del Reino y como confirmación de su figura mesiánica y como Hijo de Dios. Por lo tanto, no hablamos de una biografía histórica, sino de una construcción kerygmática desde la fe en la Resurrección (un hecho claramente inverificable, incluso dentro de esta tradición). Puente Ojea señala una contradicción entre esa consideración en el Evangelio de la figura de Jesús como mesiánica y la posterior justificación de su crucifixión como parte de un misterioso plan divino. Es lo que hay que calificar como la ambigüedad constitutiva del cristianismo como híbrido ideológico, se apropia de la esperanza tradicional de Israel, para dar cerrojazo e instaurar una economía de la salvación (una nueva alianza en la que la Iglesia se integra con vocación hegemónica de poder en el orden de dominación existente). Se trata de conciliar dos kerygmas contradictorios, el del Mesias Jesús y el de la Iglesia, por lo que basta con afirmar algo y, a la vez, lo contrario. Es una ambigüedad connatural al cristianismo, lo que le ha capacitado para adaptarse a todas las coyunturas históricas y explotarlas todo lo posible en beneficio de su dominación.

La mayoría de los creyentes ignora, o quiere ignorar, el gran salto que hay entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe, y es esa ignorancia la que ha salvado de momento a la Iglesia del colapso. Lo que atañe a la clase mediadora, al clero, es un misterio el grado de honestidad y/o de ignorancia que se encuentra detrás de sus creencias. Lo que es obvio es que la crítica racional queda a un lado en la religión revelada, por lo que su institucionalización y la generación de una clase mediadora solo conlleva intolerancia y fanatismo. Estamos hablando de la raíz misma del cristianismo, que se caracterizó por la hibridación y la ambigüedad ideológica, lo que explica su eficacia como institución de poder. Puente Ojea describe muy bien a la Iglesia como instancia hegemónica totalitaria sin, además, ninguna legitimación histórica. Es curioso que los sacerdotes y creyentes realicen una continua apelación a la tolerancia, cuando es su propia Iglesia la que es un obstáculo para una sociedad plural. Ha sido, y es, este poder eclesiástico una forma de estabilización social mediante la legitimación de la clases dominantes y también como red de instituciones que ha mantenido una doble relación con esas clases: de confirmación divina de todo tipo de dominación terrenal por parte de los poderes hegemónicos (la Iglesia es uno de ellos), y de control externo e interno de las formas de esos mismo poderes para lograr el consenso colectivo y la legimitación histórica e ideológica. Es esa paradójica doble relación estabilizadora la que ha mantenido la ilusión de que el cristianismo pueda representar una posibilidad de emancipación para explotados y oprimidos. Sin embargo, una elemental información histórica nos hace comprobar que ha ocurrido exactamente lo contrario, coherentemente con el desarrollo del poder eclesiástico y con las bases doctrinales.

La función de la Iglesia ha sido y es mantener fácticamente la explotación y la opresión, aunque paralelamente difunda de forma retórica un incongruente deseo de reforma social. Los rasgos benéficos y paternales que se aducen habitualmente para justificar la institución eclesiástica no suponen ningun cambio real, solo aseguran la buena conciencia de sus miembros y siguen perpetuando esa ilusión de una posible reforma social que le otorgue un mínimo crédito. A pesar de que los tiempos han cambiado mucho desde que se realizó el primer análisis de este tipo, la religión sigue funcionando como un perfecto instrumento de control social, por lo que la clase dirigente (creyente o no) continúa utlizándolo. Conviene recordar la clásica frase "la religión es el opio del pueblo", entendida como consuelo ante los infortunios de la existencia, y también la de Lacan, "la religión es el alivio a costa del juicio". Existirán ciertos mecanismos sicológicos que conducen al individuo a la fabulación, pero lo que resulta intolerable es que instituciones de poder sigan negociando con esas debilidades inherentes a la existencia humana manteniendo toda una red con múltiples formas de coerción individual y colectiva sobre las conciencias y las conductas.


jueves, 22 de diciembre de 2011

Algo influido por un libro sobre las legendarias portadas de Daniel Gil, he pergeñado (o, tal vez "perpetrado") un nuevo diseño simbólico-conceptual, aunque la frase explicativa de rigor apueste más por la propaganda. La propondré como portada del periódico Tierra y libertad, creo que será muy apropiada para saludar el nuevo año.


lunes, 19 de diciembre de 2011

Ideologías

¿Qué queremos decir exactamente cuando hablamos de tener una "ideología"? Huyendo de la utilización de la filosofía como herramienta elitista, y como separación del mundo de las ideas con la realidad cotidiana (algo que observo como muy habitual), me parece importante reflexionar sobre este aspecto, y por varios motivos. Por un lado, vivimos en una sociedad básicamente conservadora, en la que tener una ideología parece una cosa arcaica propia de personas dogmáticas que desean, inútilmente, cambiar el mundo conforme a un modelo establecido. Desgraciadamente, incluso a un nivel vulgar, es el pensamiento que ha triunfado: las grandes ideologías murieron y todo intento de resucitarlas supone el peligro de una nueva tentación totalitaria. Si nos situamos en una posición muy diferente, personas que aseguran tener una ideología se parapetan en ello como si ya todo estuviera dado de antemano y no fuera necesario un mayor esfuerzo humano. Digamos que de la palabra "ideología" puede hacerse una lectura polisémica, en alguna de las cuales debería haber cierto nivel de profundidad, o simplemente podemos definirla como un "conjunto de ideas" (de una persona o de una colectividad). En cualquiera de los casos, reducir la ideología a algo dogmático o relegarla a algo ya superado o considerarla una actitud inmadura son visiones pobres y, diría, resultado de un nefasto momento que vivimos para el pensamiento. Toda persona tiene (o se ve influida) por un conjunto de ideas, por una ideología, y otra cosa muy diferente es mantenerse bien alejado, tanto de actitudes dogmáticas, como del papanatismo. Creo que nuestra sociedad es más proclive al papanatismo, es decir, a dejarse seducir por el pensamiento ajeno; además, como las personas con cierta influencia y alcance mediático no se caracterizan, en su mayoría, por un gran nivel intelectual, ni ético, el siempre reprobable papanatismo campa a sus anchas amparado en ese paupérrimo nivel.

Marx, tan brillante como excesivo, consideraba que la ideología era una ilusión de la conciencia resultado de las bases materiales y de la condición de clase, y también un retraso de la conciencia social respecto de la evolución de las necesidades materiales de la sociedad. Esta visión, tan rígida como considerar todas las formas de la superestructura cultural (filosofía, ciencia, derecho, religión...) producto de la infraestructura económica, es digna en mi opinió de ser tenida, al menos, en cuenta. Marx realiza su crítica ideológica y considera que la alienación de la conciencia es el reflejo intelectual de la alienación del hombre bajo ciertas condiciones económicas (agudizada en el sistema capitalista). Bajo este prisma, el carácter ideológico del pensamiento no sería una propiedad esencial invariable de la razón humana, sino un resultado de falsas relaciones sociales. Todavía puede encontrarse otro significado de ideología en Marx, emparentado con la consideración de "teoría falsa", que vendría a oponerse al conocimiento verdadero o ciencia real y positiva. No obstante, quedémonos con la importancia de esa concepción de la ideología como "falsa conciencia" (e insisto, todos tenemos o nos vemos influenciados por un conjunto de ideas), desde el momento en que la clase social dominante proyecta sus intereses a través de esas expresiones culturales y morales. Algunos marxistas, no obstante, han aceptado este consideración de la ideología como falsa conciencia, pero han distinguido otra interpretación de ideología precisamente como lo contrario, como modo de luchar contra esa falsa conciencia.

Aun teniendo en cuenta esta concepción marxista de la ideología, es necesario ampliar el horizonte y huir de tanta alienación y determinismo. La ideología tiene muchas, demasiadas, caras, y solo pueden ponerse a prueba las ideas a través de la praxis ética y social. Es decir, para mí hablar de ideología es hacerlo, necesariamente, de ética, aunque tantas veces ambos términos sean divergentes. ¿Qué hay del anarquismo? Aunque es seguro que no todos estarán de acuerdo conmigo, yo matizaría el carácter meramente "ideológico" de las ideas libertarias. Es más, el anarquismo se vincula con muchas ideas (materialismo, cientifismo, ateísmo...), pero estaremos de acuerdo en que su horizonte es (siempre) más amplio. De hecho, es posible distinguir muchas posturas en la evolución de las ideas ácratas, de tal manera que resulte prácticamente imposible asociar "ideología" anarquista con dogmatismo. Volviendo al terreno marxista, y sus obsesiones de clase, tantas veces se vinculó el anarquismo con una ideología propia del pequeño burgués, de tal cosa se acusó a Proudhon, o de un "desclasado" tipo como Bakunin. Si hay que asociar anarquismo con una clase social, sería la de los más oprimidos; precisamente en España triunfó, tanto en el proletariado urbano como en el terreno rural con los campesinos, lo que dificulta enormemente reducir el análisis a una condición de clase. Podemos aceptar, aunque sea para no estar constantemente matizando y acabar obstaculizando la comunicación, que existe una ideología anarquista formada por una tradición histórica y por un conjunto de pensadores y tendencias. Sin embargo, hay que recordar lo vinculable del anarquismo siempre a una poderosa ética que actúa como auténtico motor social. Por poner un ejemplo, el materialismo puede abrazarse rápidamente, entendido como deseo de mejorar las condiciones materiales de la sociedad, pero solo puede desarrollarse gracias a la idea de la solidaridad, cuya práctica influye sobre la conciencia y los actos humanos. ¿Es la solidaridad, o cualquier forma ética, parte de una ideología?, ¿es parte de una (supuesta) esencia humana?, ¿tal vez, como consideraría Marx, una falsa conciencia solo soluble en la sociedad sin clases? Tal vez hay que aceptar, en aras de la libertad, que una u otra idea es parte de una posibilidad de la existencia humana. Muchos trabajamos en gran medida en ese terreno de las ideas o de las ideologías, y no hay que desdeñar para nada la posibilidad de su influencia, aunque las relaciones sociales dificulten enormemente la posibilidad de un cambio de conciencia. En cualquier caso, quedémonos con dos ideas importantes: que todos, absolutamente, todos nos vemos influidos por una serie de ideologías (por mucho botarate, tan conservador como papanatas, que asegure lo contrario) y que el compromiso ético debería tener mucho que ver con tener unas ideas.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Hitchens

Me acabo de enterar de la muerte de Christopher Hitchens, uno de los neoateos más conocidos. Valoré mucho la lectura de su Dios no es bueno y, especialmente, la impagable recopilación de textos que hace en el voluminoso libro Dios no existe. Poco tengo que objetar a las críticas que realiza al pensamiento religioso, desde indicar las cosmogonías erróneas que todas ellas suponen, hasta la represión y servilismo que producen. Todo ello se resume en su conocida frase: "La religión lo empozoña todo". Tal y como dijo, la religión no se conforma con realizar unas afirmaciones maravillosas, ni con asegurar garantías extraordinarias, acaba influyendo, al igual que en la vida de sus fieles, en los que considera herejes o practicantes de otros cultos. Las religiones no son más que construcciones humanas, a lo que hay que sumar su tendencia al dogmatismo y a grandes verdades inequívocas, por lo que difícilmente podrán coexistir con otros credos (claro está, a no ser que jueguen con otras estrategias para asegurar su pervivencia). La creencia religiosa, tal y como Hitchens desea demostrar en algunos capítulos de Dios no es bueno, es fuente de odios, discriminación y resentimiento. Usualmente, quiere hacérsenos ver que son solo las posiciones extremistas religiosas las que producen todas esas crueldades, pero hay que recordar que el fundamentalismo es el germen de toda creencia.

En otro capítulo, Hitchens recuerda todos los obstáculos que la religión ha puesto a la medicina, al igual que ha hecho con la ciencia en general. Aunque muchos creyentes afirmarán que su fe es compatible con la medicina y con la ciencia, la realidad es que ambas cosas tienden a erosionar el edificio religioso. Las apelaciones que la religión, o mejor dicho sus representantes, realizan al progreso en nombre de supuestos designios divinos merecen ser recordadas una y otra vez. Es demasiado fácil ridiculizar a los brujos y chamanes de otras culturas, mientras el pensamiento religioso que es la base de la civilización occidental sigue oponiéndose a las más elementales medidas profilácticas para prevenir y controlar graves enfermedades. No es infrecuente escuchar, de manera más o menos sutil, que ciertas epidemias son obra de un voluntad superior como castigo a las "anomalías" practicadas por los seres humanos. Resulta difícil imaginar una mentalidad tan cruel y retorcida capaz de "creer" semejante disparate. En palabras del propio Hitchens, la religión organizada es "Violenta, irracional, intolerante, aliada del racismo, el tribalismo y el fanatismo, investida de ignorancia y hostil hacia la libre indagación, despectiva con las mujeres y coactiva con los niños". Incluso, Hitchens iba más allá en sus acusaciones, recordando que la religión espera, de una u otra manera, la destrucción del mundo. Así es, ya que no han dejado de anunciarse Apocalipsis y días del Juicio Final, o similares, según los cuales el ser humano es solo una marioneta de un poder superior y su destino resulta fatal. Son tradiciones religiosas que tienen su reflejo, evidentemente, en los sistemas políticos.

La fe resulta, en definitiva, peligrosa. Y lo es cuando la entendemos como un acto que debe realizarse una y otra vez, a pesar de la acumulación de evidencias en contra. Hitchens consideraba que ese esfuerzo, propio de otras épocas, resultaba siempre excesivo para la mente humana y empujaba a engaños y obsesiones. Por supuesto, la religión no suele estar basada exclusivamente en la fe, sino que va más allá corroyendo lo positivo que pudiera tener tal actitud con la aportación de supuestas evidencias y pruebas más que cuestionables. Dentro de esas pruebas y evidencias están algunas que resultan irrisorias sin demasiada profundización: el argumento del diseño, las revelaciones, los castigos o los milagros. Además, los credos religiosos (al menos, los monoteístas) suelen estar plagados de paradojas y contradicciones, como es el caso de una condición pecaminosa del ser humano, el cual ha sido creado por una voluntad suprema (a su imagen y semejanza). No hay intención de, simplemente, reírse o de ridiculizar a los creyentes, sino de señalar el peligro que conllevan creencias arcaicas que siguen influyendo notablemente en nuestra cultura. Por supuesto, la fe de cada uno es cosa suya, resulta privada e irrelevante para los demás, pero hay que aceptar que las cosas no suelen tan sencillas y la coerción suele ser la estrategia de las religiones. No suele ser extraño, cuando hablamos de doctrinas e instituciones que aseguran portar una verdad con mayúsculas en respuesta a los miedos, debilidades e ilusiones de las personas.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Las afirmaciones negativas y la "carga de la prueba"

La llamada "carga de la prueba", expresada por medio de la sentencia latina affirmanti incumbit probatio, viene a significar que dentro de una discusión lógica corresponde siempre a quien afirma demostrar la existencia de lo afirmado. Es por eso que los ateos no deberíamos entrar en esa discusión irresoluble sobre la existencia, o no, de Dios (más adelante, veremos que simplemente no es una hipótesis científica ni puede deducirse de la razón). Existen muchos argumentos para oponerse a la creencia sobrenatural, pero desde un punto de vista ontológico hay que decir que la evidencia nos demuestra que algo como Dios (o sobre cualquier ser que trascienda el mundo natural) es sencillamente una fantasía del ser humano (una fantasía que podemos demostrar posee muchas caras). Richard Dawkins recordó en la introducciñon de El espejismo de Dios una frase de Douglas Adams, escritor y guionista de los Monty Python, en su libro Guía del autoestopista galáctico: "¿Es que no hay suficiente con ver que un jardín es hermoso, sin tener también que creer que está habitado por hadas?". Cuando alguien afirma la existencia de algo excepcional, algo que resulta bastante sencillo, no puede ponerse al mismo nivel que los que negamos la afirmación debido a las evidencias en contra. Si queremos progresar en el conocimiento, es necesario probar las afirmaciones positivas que realizamos, o de lo contrario nos rendimos a esa poderosa herramienta creativa que es la imaginación. En conclusión, la carga de la prueba reposa sobre aquellos que realizan una afirmación fuera de lo común y, consecuentemente, deberán respaldarlas con argumentos convincentes.

El ateo no tiene que probar la inexistencia de Dios (tampoco de hadas, duendes, unicornios o de cualquier otro ser sobrenatural), simplemente se respalda la afirmación negativa con la falta de evidencias para demostrar su existencia. La lógica nos dice que es mejor prescindir de la idea de Dios, y en futuras entradas veremos que la afirmación sobre su existencia tiene muchas implicaciones sobre nuestra propia vida, no solo es una cuestión intelectual o meramente ontológica. Bertrand Russell, en un artículo escrito en 1952 para la revista Ilustrated Magazine llamado "¿Hay Dios?", planteó su lúcida y divertida analogía con una supuesta tetera de porcelana que giraba alrededor del Sol. De afirmar semejante cosa, nadie podría refutarnos, pero si dijéramos que por eso se trata de una "presunción intolerable por parte de la razón humana", todo el mundo pensaría que estamos diciendo una sandez sobresaliente. Russell decía que, en cambio, si la existencia de la tetera se afirmara en los libros antiguos, se enseñara como una verdad sagrada e incluso se enseñara en los colegíos a los críos como algo incuestionable, quien afirmara lo contrario sería tildado de excéntrico. El autor de Por qué no soy cristiano, una vez más, es tan lúcido como sencillo en sus plantemientos, la teoría de la tetera es simplemente "no científica", ya que no puede demostrarse su veracidad. Es una hipótesis que no entra dentro del terreno científico, lo que viene a significar que no es "falsable", pero la sensatez nos dice que debemos desccartar su afirmación mientras no haya evidencias que la respalden. Lo mismo ocurre con la idea de Dios.

En la actualidad, y no solo con el pensamiento religioso tradicional, existe una habitual (y falaz) controversia sobre lo que consideramos conocimiento científico. Hay que recordar, una y otra vez, que lo que entendemos por tal cosa es el continuo intento de confirmar la eficacia de las hipótesis; solo cuando se logra de manera fehaciente, sin que haya contradicción en los fenómenos observados, puede reconocerse su validez. Sin embargo, hay que aceptar que ese valor otorgado es siempre provisional, ya que el conocimiento suele avanzar e ir corrigiendo errores y completando informaciones que anteriormente eran parciales. En algunos casos, las evidencias pueden demostrar el fracaso radical de una teoría y ser substituida por completo por otra nueva. La ciencia, en ningún caso, debería basarse en dogmas y sí en evidencias, y en el contraste de opiniones con el afán de mejorar las soluciones a los problemas planteados.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Unidad política y desarrollo cultural

Tal y como considera Rudolf Rocker, la palabra cultura no puede suponer una noción circunscrita o reducida, aunque se aluda con ella frecuentemente a múltiples cosas incluyendo, históricamente, la cuestión moral. Efectivamente, no pocos autores identificaron la cultura de un pueblo como más elevada si se identificada con "el espíritu de la humanidad". Incluso, hay quién consideró el progreso de la cultura como inhibición de lo animal y elevación de lo espiritual. Entramos así en otro problema terminológico, ese que alude a lo "espiritual" con excesiva facilidad, aunque vamos a verlo como sinónimo de lo "moral" para no entrar en controversia. Kant, por ejemplo, identificaba también la moral con el carácter esencial de la cultura, entendida ésta como la progresiva sociabilidad del ser humano. Para el filósofo alemán, la cultura sería el objetivo final de la naturaleza, la cual halla en el ser humano conciencia de sí misma. Aunque se reconocen la trabas que pueden producirse, toda expresión cultural sería para Kant una señal que indica el gran objetivo al que la humanidad aspira. Más adelante en la historia, se hizo una diferenciación entre civilización, que sería el dominio de la naturaleza externa por los hombres, y la cultura, que tendría que ver con lo "espiritual" (o con los valores morales). En ese sentido, la política, la economía y la técnica estarían bajo el domino de la civilización, mientras que el arte, la literatura, la música, la religión, la filosofía y la ciencia serían propios de la cultura. Podría ser discutible la ubicación de la ciencia, ya que afecta más obviamente sobre la vida material de los hombres, aunque no hay que desdeñar su influencia en otros aspectos. En cualquier caso, creo que es importante no ser categórico ni ofrecer límites a una u otra conceptualización, aunque aceptemos alguna clasificación de manera coyuntural para facilitar alguna investigación.

Según indica Rocker, la palabra cultura se aplicaba en origen casi exclusivamente al cultivo de la tierra, a la cría de animales y a otros trabajos similares que suponían una intervención del hombre en los procesos naturales. Se aludía entonces con cultura a "cuidar" o "cultivar" y se señala como probable que fuera el pensamiento teológico-cristiano el responsable de que se estableciera un contraste artificial entre naturaleza y cultura, ya que se puso al hombre por encima de lo natural como si todo hubiese sido creado por él y para él. Es por eso que puede insistirse, para que no haya malas interpretaciones, en que puede calificarse como cultura esa intervención consciente del hombre en la marcha arbitraria de los fenómenos naturales. De alguna manera, el hombre se rebela conscientemente contra el curso natural de las cosas, busca medios y vías para escapar a todo lo destructivo presente en el ambiente. Hay que aclarar que esta definición de cultura establece su relación con la naturaleza, pero no se opone a ella, ya que el hombre puede observarse como una especie más. Sin embargo, es su aparición la que da lugar a la cultura, que también puede verse como una expresión, especial eso sí, de la naturaleza. Cuando hablamos de combatir o de superar la naturaleza (ambiental), nos referimos a una dominio relativo, y no absoluto, ya que el ser humano sigue formando parte de ella. Así, también se cuestiona esa barrera artificial establecido entre pueblos supuestamente primitivos y pueblos civilizados, ya que todos ellos ofrecen expresiones culturales.

También hay que aclarar que, al igual que no todas las fuerzas naturales son provechosas para el hombre, tampoco lo son para el desarrollo todos los productos del ambiente social por él creados. Podemos decir que algunos son incluso nocivos, por lo que entendemos así que no todo desarrollo histórico es lineal. Existen innumerables expresiones culturales de lo más cuestionables, como demuestran las rebeliones que se producen una y otra vez contra ellas, y también el progresivo perfeccionamiento (o estimulación) de la conciencia humana. Rocker habla de "perfeccionamiento espiritual" o incluso de una "esencia" humana que se muestre en consonancia con el ambiente social creado, y que solo la ignorancia y la superstición habrían enturbiado en la historia. Bien, a pesar del excesivo optimismo sobre el progreso histórico, estamos de acuerdo en que las sociedad humanas pueden perfeccionarse gracias a las más elevadas expresiones culturales. Aunque tengamos serios motivos para dudar de una "esencia" humana, sí somos conscientes de nuestras capacidades (lenguaje, pensamiento, razón...) que, junto a la influencia de las condiciones sociales, nos pueden empujar hacia una cultura social que no conozca la explotación. Rocker considera que esa posibilidad existe gracias a los rasgos libertarios: libertad personal del individuo, de manera práctica y no abstracta, y cohesión social por la solidaridad, desarrollada gracias a los sentimientos sociales inherentes al ser humano. La libertad, libre de toda opresión autoritaria, como es lógico, solo puede completarse con la igualdad económica y social. Estas condiciones no son solo deseables, sino más adecuadas para un desarrollo social y sicológico, ya que las instituciones autoritarias bloquean toda formación cultural superior.

Otro factor que limita el desarrollo cultural es intentar mantener una "pureza", evitar que se produzcan injerencias externas, ya que solo bajo esas influencias nacen nuevas necesidades y nuevos conocimientos que impulsan nuevas formas de expresión. Las sociedades, al igual que los seres humanos, crecen culturalmente si se ven impregnadas de los logros de otros pueblos y la unidad político-nacional solo puede ofrecer limitación, mientras que la cultura es en sí misma revolucionaria. Es algo que demuestra el hecho de que todo sistema de dominación desaparece sin dejar huella alguna una vez se ha superado por formas culturales, que son la que perviven. No se pueden imponer los más altos valores ni los más nobles hábitos, ya que solo pueden germinar y fortalecerse sin coacción externa, gracias al reconocimiento y el anhelo de las personas. Violencia y autoridad no pueden dar lugar a lazos culturales sólidos, solo posibles mediante el apoyo mutuo y el libre acuerdo entre todos, los cuales se asientan por el bienestar material y moral del conjunto de la sociedad.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Se han subido al sitio web acracia.org los PDF de los números 7 y 8 de Germinal. Revista de Estudios Libertarios, correspondientes al año 2009. Podéis descargarlos en el siguiente enlace: http://acracia.org/Acracia/Germinal.html

Esta publicación se realiza gracias al esfuerzo de los miembros de su Consejo de Redacción, sin ningún tipo de ayuda institucional ni de ninguna otra clase, por lo que se agradece cualquier tipo de apoyo. Los que deseen subscribirse a futuros números, pueden dirigirse a germinalrevista@yahoo.es. 

Número 7
"Anarquía como autodeterminación. Introducción al federalismo político-económico de Proudhon", de Emanuele Treglia, se centra en la parte constructiva del "padre del anarquismo"; dicho con otros palabras, en su idea de autogestión social y federalismo. No obstante, el primer epígrafe del artículo se dedica a la base de sus teorías: la acerada crítica a la propiedad privada de los medios de producción y al Estado. Se clarifica el concepto que Proudhon tenía de la propiedad, como una realidad económica creadora de intereses y de toda suerte de ganancía, bien diferenciada de la posesion, utilización por parte del individuo de un determinado bien. A propósito de esta cuestión, hay que recordar la noción proudhoniana de droit d'aubaine (difícil de traducir al castellano), cercana a lo que Marx llamaría posteriormente plusvalía, y su importante teoría de la fuerza colectiva del trabajo, para nada asimilable a la adición de los trabajos individuales (ciñéndonos, exclusivamente, a la actividad industrial). El análisis de Treglia no deja lugar a dudas sobre estos conceptos. El Estado, por otra parte, mitiga la espontaneidad, dinamicidad y creatividad de los individuos y anula la pluralidad social, por lo que por primera vez nos encontramos en la historia con una crítica feroz a cualquier forma de gobierno para, consecuentemente, elaborar una teoría organizativa de la sociedad compatible con una auténtica e integral liberación del ser humano. Se trata de un orden basado en la capacidad de los hombres, como animales sociales, para dar forma autónomamente a su propio destino. En los siguientes apartados, Treglia repasa en profundidad la visión proudhoniana sobre la autogestión económica, o cómo asegurar el libre desarrollo de las fuerzas sociales en un contexto social pluralista en el que la libertad estará permanentemente relacionada con otros valores primordiales como la igualdad y la equidad, y su idea federalista, en la que se comprueba que la organización política se injerta directamente en la económica y el federalismo será una clara consecuencia de esa concepción pluralista de la sociedad.

"Europa y Occidente en la Nueva Geografía Universal de Élisée Reclus", de Federico Ferretti, profundiza en esta obra no suficientemente estudiada, bien por considerarse superada en las primeras décadas del siglo XX, bien porque algunos redescubridores de Reclus en los años 70 y 80 del pasado siglo la consideraron inferior a El hombre y la tierra al haber sufrido censura en su visión política. Lo que pretende este cuidado artículo, en palabras de su autor, es tratar de comprender el texto, y dilucidar la convencionalidad o no, acerca del inconformismo sobre un supuesto eurocentrismo, de la visión de Reclus sobres cuestiones como Europa, Occidente y su hegemonía.

"El trabajo: Una idea-fuerza debilitada", del venezolano Alfredo D. Vallota (miembro también del comité científico de la revista), es un texto sorprendente que me supuso una gran satisfacción el haber contribuido a incluirlo en esta selección. Se trata de un impagable repaso histórico a la noción de trabajo, y una reinvindicación emancipadora del mismo que nos otorque tiempo para el cultivo corporal y espiritual. Si durante un largo periodo histórico fue considerado denigrante para la naturaleza humana, existirá un enaltecimiento en el Renacimiento y en la Modernidad, llegando incluso a considerarse como esencia del ser humano. Vallota dirige sus críticas a la situación actual a comienzos del siglo XXI, en la que se pretenda casi que sea un valor en vías de desaparición, y analiza la visión fracasada de las diversas corrientes de pensamiento (cristiana, humanista, capitalista, marxista...). Asimismo, reclama una educación, insertada en la deshumanizada tecnocracia, que no esté dirigida únicamente al trabajo, tratar de recuperar horas de ocio creativo gracias a la liberación que supone la técnica. Por otra parte, y como es lógico viniendo de un libertario, muestra la necesidad de nuevas formas de convivencia social, basadas en una comunicación racional y educada, sin estar mediatizadas por el trabajo, y el desarrollo integral del ser humano, compuesto de facetas creativas que van mucho más allá de un mero trabajo productivo. Es una exigencia netamente anarquista, que no tiene reparos en bucear en algunos aspectos históricos y filosóficos claramente recuperables y reivindicables.

"Carilanteras. Mujeres y franquismo en un pueblo andaluz", de José Luis Gutiérrez Molina (también miembro del comité científico), es un estremecedor relato acerca de cómo los golpistas de julio de 1936 (hay que llamarlo sin tapujos "Golpe de Estado"; desde un punto de vista sentimental y militante, tal y como se comentó en la presentación de ayer, lo llamaríamos "Contrarrevolución preventiva") aniquilaron a todos los que consideraban sus enemigos. En este texto, se cuenta la repugnante violencia "ejemplarizadora", para nada puntual y sí muestra de lo que ocurrió en este país tras la victoria fascista, dirigida hacia las mujeres en un pueblo gaditano: rapadas, violadas, humilladas, encarceladas, asesinadas... No apto para personas sensibles, y sin embargo tan necesarios este tipo de trabajos en un país que pretende negar su memoria e incluso se legisla al respecto.


Por último, el historiador Juan Pablo Calero realiza un trabajo que convirtió Germinal. Revista de Estudios Libertarios en un punto de referencia en el mundo historiográfico. "Vísperas de la revolución. El congreso de la CNT (1936)" está compuesto por un texto, que nos sitúa en la etapa histórica previa a la sublevación militar y a la revolución libertaria que desencadenó, y un exhaustivo apéndice con todos los sorprendentes datos de asistencia al congreso aludido en el título, lo que demuestra que el anarcosindicalismo estaba fuertemente arraigado en la industria española y no solo en el medio rural.

Número 8
La revista se abre con un artículo de Federico Ferretti, "La Comuna de París y los orígenes del pensamiento anarquista: la experiencia de los hermanos Reclus", que tiene como objeto investigar el pensamiento libertario temprano del siglo XIX en Europa. Se trata de un valioso texto en el que se asumen las raíces históricas de los términos "anarquismo" y "anarquía", aunque el lugar común es considerar que solo un movimiento organizado se produce a partir del quinquenio de 1872-1877, con la separación de la Internacional "antiautoritaria" del Consejo General de la AIT. La cuestión de un posible anarquismo previo a ese hecho se aborda a través de los recorridos y los escritos de dos prestigiosas figuras, como son los hermanos Élie y Élisée Reclus, fundadores del movimiento anarquista internacional y también conocidos por su actividad intelectual en el ámbito de la etnología y de la geografía.

"Los precursores del Primero de Mayo. La primera jornada, La Habana 1890" nos recuerda que el primer acto  conmemorativo de los Mártires de Chicago se celebró simultáneamente en Buenos Aires y La Habana el 20 de abril de 1890. En Cuba, las referencias históricas al movimiento obrero de finales del siglo XIX, muy bien organizado, con notables resultados en las mejoras laborales y sociales, y de hegemonía anarquista, han sido escasas. El artículo describe primero la situación colonial en Cuba, la toma de conciencia y las actuaciones de los obreros anarquistas cubanos para intentar evitar la ejecución de sus compañeros de Chicago, y narra con detalle un acto recordatorio que forma ya parte de la historia del anarquismo.

Otra figura apasionante del anarquismo es Herbert Read, un hombre con una enorme obra, la cual sigue siendo objeto de estudio, difusión y debate. Desgraciadamente, es muy poco lo que puede encontrarse en lengua castellana que describa la trayectoria vital y el legado de pensamiento de este personaje de tanta importancia para la historia del anarquismo en la primera mitad del siglo XX. Nelson Méndez, en "Herbert Read: esbozo biográfico y de introducción a su obra", expone un recuento biográfico de este autor, insistiendo en los hitos fundamentales de su evolución intelectual, donde destaca la inequívoca filiación libertaria expresada claramente en una importante producción escrita que conserva hoy agudeza e interés. Además, se presenta una lista preliminar de la bibliografía de este pensador inglés publicada en castellano.

"La enajenación en la sociedad capitalista. Una aproximación a las tesis de Erich Fromm" es un acercamiento al pensamiento de este autor, discípulo de Marx y de Freud, autores con los que era muy crítico en algunos aspectos. Su concepto de la enajenación se considera clave para comprender el comportamiento del ser humano en la sociedad contemporánea y en el sistema capitalista. Para ello, hay que comprender el llamado carácter social, en el que el problema es la conexión del individuo con el mundo, así como los procesos históricos, económicos y culturales que han llevado a la sociedad actual, en la que el hombre ha sufrido una falta de contacto con la realidad, se ha subordinado a fuerzas que le son ajenas y se ha convertido finalmente, él mismo, en un objeto que usar eficientemente.

Además de las habituales recensiones de libros y eventos, podemos encontrar en este ejemplar otro importante texto de la historia del anarquismo en la sección "Materiales", se trata de "La Plataforma de Archinov y la Respuesta de Malatesta". Como consecuencia de la toma dictatorial del poder por parte de los bolcheviques (Partido Comunista) en la Revolución rusa de 1917 y la consiguiente represión sobre los anarquistas, en 1926 el grupo “Dielo Truda”, formado por anarquistas rusos exiliados en París, hace balance de los errores cometidos por el movimiento libertario, incidiendo en su falta de vertebración, y lanza un proyecto de organización y funcionamiento, la llamada Plataforma de Archinov (por el nombre de uno de sus principales militantes). El proyecto es criticado por la mayoría de anarquistas del mundo por lo que representa de abandono de las prácticas libertarias. Entre las muchas críticas, se ha escogido para su publicación la Respuesta de Errico Malatesta por englobar y resumir todas las demás. Ambas traducciones han sido hechas ex profeso para esta revista.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Imposturas intelectuales

Alan Sokal y Jean Bricmont, conocidos físicos, publicaron un libro con este título partiendo de una divertida anécdota. Sokal mandó un paródico texto, llamado "Transgressing the Boundaries: Toward a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity" (Transgredir los límites: Hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica), a la publicación posmoderna Social Text. El artículo, que estaba tomado de citas, absurdas o carentes de sentido, pero auténticas, de célebres intelectuales franceses y estadounidenses, fue publicado y entonces se reveló el engaño con gran escándalo. Lo que se quiso demostrar es que famosos intelectuales, muchos de ellos posmodernos, han hecho un uso reiterado de diversos conceptos y términos científicos, los cuales han sacado de contexto en no pocas ocasiones o los han ofrecido al lector no científico como una jerga ininteligible o carente de sentido. No se tuvo la intención de invalidar la obra por completo de dichos autores, muy conocidos, pero sí se quiso realizar esta denuncia, la cual les funcionó a la perfección. Tiempo después, para completar el dossier reunido por Sokal en la investigación bibliográfica, del cual solo una pequeña parte pudo ser incluido en la parodia, se publicó el libro titulado Imposturas intelectuales. En esta obra, hubo una segunda intención crítica, que está dirigida a los que consideran la ciencia moderna simplemente como un "mito", una "narración" o una "construcción social" entre otras muchas. Es algo que puede denominarse "relativismo epistémico", parece ser que más extendido entre el mundo angloparlante que en otras latitudes.

Por lo tanto, Imposturas intelectuales contiene dos obras distintas aunque relacionadas compuestas del siguiente material: una recopilación de abusos extremos puestos a la luz por Sokal, en primer lugar, y una crítica feroz de ese relativismo epistémico y de las concepciones falaces de la "ciencia posmoderna", en segundo. Recordaremos que la posmodernidad supone un rechazo más o menos explícito de la tradición racionalista procedente de la Ilustración, por parte de ciertas elaboraciones teóricas carentes de prueba empírica, y por una relativismo cognitivo y cultural. La denuncia presente en Imposturas intelectuales pretende ser, sobre todo, sociológica, ya que los autores franceses de las "imposturas" tienen cierto reconocimiento en aquellos círculos académicos de habla inglesa en los que el relativismo epistémico es habitual. También se produce un cierto nexo en las dos partes de esta obra: si se acepta ese relativismo epistémico, se acaba siendo poco o nada crítico con ciertas representaciones de ideas científicas (las cuales, según la visión posmoderna, acaban siendo simplemente otro discurso). No hay intención crítica alguna, más bien todo lo contrario, acerca de las humanidades o de las ciencias sociales, ya que puede extenderse la denuncia de los abusos también a estas disciplinas. Se trata, en definitiva, de una muestra de malos hábitos intelectuales, cuya denuncia corresponde probar a quien la hace, sin generalizaciones de ningún tipo.

En palabras de los mismos Sokal y Bricmont, su obra combate la confusión intelectual, no el radicalismo político, y puede añadirse que más bien al contrario. La siguiente cita de Michael Albert en Z Magazine es significativa: «No hay nada veraz, sabio, humano ni estratégico en confundir la hostilidad a la injusticia y a la opresión, que es de izquierdas, con la hostilidad a la ciencia y a la racionalidad, que es un sinsentido». De hecho, parece ser que numerosos investigadores del campo de las humanidades y de las ciencias sociales agradecieron a Sokal aquella iniciativa paródica y expresaron igualmente su rechazo a a las tendencias posmodernas y relativistas que invaden sus disciplinas. A pesar de todo, hay que reconocer que aquello fue una broma y el hecho de que se publicara, a pesar del disgusto y la puesta en evidencia de la publicación posmoderna, no es lo más importante. Lo auténticamente revelador es el contenido de la parodia, construida a partir de citas de los más eminentes autores franceses y nortemericanos sobre las presuntas implicaciones filosóficas y sociales de las ciencias naturales y de las matemáticas. Citas que pueden calificarse de absurdas, pero auténticas, las cuales han sido reunidas en Imposturas intelectuales en forma de textos más largos que permiten juzgar mejor el trato que dispensan esos intelectuales a las ciencias. Además, para los lectores que no somos científicos, se realizan una serie de análisis y comentarios que nos explican por qué son los textos disparatados. Se trata de una obra recomendable para todos los que estamos interesados en un análisis intelectual de nuestra época, que algunos quieren observar como la confirmación del fracaso del proyecto de la modernidad (y no les falta razón), pero que bajo ningún concepto debe hacernos renunciar a perseguir esos valores emancipadores.

martes, 6 de diciembre de 2011

Proudhon y la religión (y 2)

Proudhon diferencia la religión, como sistema universal de ideas autoritarias acerca de un orden al que se le atribuye un significado y una trascendencia, tanto de la moral como del arte. Esta independencia de la religión, entendida como proyección de un ideal superior, respecto a la moral la desarrolla el francés en su teoría del inmanentismo moral. Veamos lo que dice Proudhon en una carta de 1863 a Charles Morard: "La Religión, a mi ver, no es el arte ni menos la moral; es un sentimiento místico sui generis, distinto de la moral y del arte, cuyo papel ha sido el de preparar una y otro, y que poco a poco cede la prioridad a la Justicia, aunque sin llegar jamás a una total extinción. La Justicia, a su vez, es también un sentimiento sui generis, la afirmación espontánea del derecho, independiente de toda religión y de toda filosofía, en suma, la más alta de nuestras facultades. En su obra Justice, se expresa del siguiente modo: "Tal es el espíritu de la religión: pone la Justicia en Dios, porque Dios es el supremo ideal, la suprema perfección, la suprema belleza, la felicidad suprema, y hace depender de este ideal el derecho, el deber y la dignidad del hombre". Es un gran paso el que efectúa Proudhon, cuando reduce la religión a un sistema autoritario y, consecuentemente, separa la moral de la proyección religiosa, ya que la obediencia a Dios en en sí amoral. Si en el sentimiento religioso, la moral se agota en la veneración a la autoridad trascendental, Proudhon otorgar con su crítica antiautoritaria la autonomía a la moral y la capacidad de discernimiento al ser humano.

Dentro del sistema religioso, existe también en el hombre una enajenación de la moral. Por ello, habrá una tensión entre el sentimiento moral del individuo y la moral religiosa que exige veneración, tal y como se describe en la siguientes palabras: "Toda concepción de lo absoluta, por serlo, comporta una contradicción. En razón de la eficacia sancionaria que se le atribuye, la Religión, el respeto a los dioses, prevalece sobre la Justicia, que no es sino el respeto al hombre... Pues bien, como la conciencia humana no podría abdicar de sí misma, hay una reacción del sentido moral contra el sentido religioso que lo disminuye, y se ve a la Justicia -el respeto de la humanidad-, tras de haberse engrandecido durante muchos siglos bajo el ala de la Religión, tender por su parte a separarse, procurar su constitución en la independencia de su naturaleza y reivindicar sólo para ella el honor antes tributado a la Divinidad". La moral supone, por lo tanto, la dignidad del hombre, la cual nunca podrá ser completa al estar derivada o al ser conferida. Como ya se dijo anteriormente, el sistema de Proudhon no es simplemente una negación de Dios y de la religión; de alguna manera, siente que el hombre tiene un sentimiento religioso que se apodera de todas las cosas sin preocuparse de la exactitud científica o de la consecuencia lógica. Es por ello que para enfrentarse al sentimiento religioso no basta con la negación, con el simple ateísmo, ya que hay que esforzar en combatir y superar esa creencia antiquísima y casi imposible de desterrar. La visión de Proudhon se muestra muy lúcida y de gran importancia en la sociedad contemporánes, se trata de una antiautoritarismo enemigo de todo absolutismo que, en el terreno religioso, se deja ver como un antiteísmo.

El proceso que derrotará definitivamente a la religión, o que al menos la substituirá y tratará de superarla, será para Proudhon la revolución. A pesar de todo lo necesario que pueda considerar a nivel histórico el sentimiento religioso, el francés confía en que el progreso llevará a hacerlo inncesario gracias a una des-deificación del mundo. Existen tres grandes principios que deberán imponerse a toda herencia del pasado: el derecho a la libre determinación, la soberanía del pueblo y el derecho al trabajo. Lo misterioso e innacesible dejará paso a una libre iniciativa en el hombre para conquistar definitivamente la libertad. No obstante, hay que insistir en que Proudhon no concibe perfección alguna, sino continua perfectibilidad. Es por eso que, coherentemente con su noción dialéctica de permanente conflicto entre contrarios, se muestra siempre adversario de ciertos conceptos (como el de Dios) y se cuidará mucho de preconizar un nuevo absolutismo. Tal y como dijo Woodcock acerca del francés "Vivía para la lucha más que para la victoria, y en esto la mayoría de los anarquistas se le han parecido". Volvamos por un momento a la frase que dio inicio a este texto sobre Proudhon, "Dios es el mal", conclusión tal vez inédita en la historia contando a todos aquellos que han negado o despreciado toda creencia sobrenatural. Como hemos dicho, al considerar a la divinidad como el mal mismo, no simplemente como una autoridad cruel, todo el andamiaje religioso (autoritario) de desmorona. Dios es un absoluto, al igual que el Estado y el Capital, las cuales constituyen los tres órdenes que combaten los anaquistas. Proudhon dirá, en Filosofía de la miseria: "Para oprimir eficazmente al pueblo, es preciso encadenar a la vez su cuerpo, su voluntad y su razón".

lunes, 5 de diciembre de 2011

Proudhon y la religión (1)

La relación de Proudhon con la religión es, tal vez, algo ambigua. Parece ser que Daniel Guerin llegó a decir que el pensador francés no se liberó nunca por completo de su formación cristiana. Una obra como Proudhon y el cristianismo, de Henri de Lubac, da muestra de esa ambivalencia o múltiple lectura que puede tener su obra. Por un lado, se admite en ese libro que el autor de Filosofía de la miseria fue el gran adversario de la fe religiosa en el siglo XIX, y sin embargo le dedica todo un libro, bien es verdad que tratando de llevar a su terreno ciertas nociones. No obstante, Proudhon y el cristianismo es una obra de valía, importante para adentrarse en el pensamiento proudhoniano. Veamos si podemos introducirnos en la visión religiosa de Proudhon, que algunos han definido como demoledora de todo edificio autoritario. Para abrir boca, hay que recordar una frase tan impactante y escandalosa para su tiempo como aquella de "La propiedad es el robo"; Proudhon llegará a la siguiente conclusión: "Dios es el mal".

Proudhon inscribe las religiones, al igual que los Estados, en un sistema conceptual autoritario, tal y como expresa en las siguientes palabras (de su obra Idée générale): "Estas religiones, estas legislaciones, estos imperios, estos Gobiernos, esta sapiencia de Estados, esta virtud de los Pontífices, todo esto no es sino sueño e ilusión, un círculo de hipótesis interpenetradas que convergen hacia un mismo punto central desprovisto de realidad. Es preciso hacer estallar esta envoltura, si queremos llegar a una noción más exacta de las cosas y salir de este infierno, en que la razón del hombre, cretinizada, acabaría por extinguirse". Lo que caracteriza a todos los sistemas autoritarios es el principio de la trascendencia, el sometimiento del individuo a una autoridad ajena (Dios, Estado...) o a la clase mediadora que la representa (gobierno, clero...). La religión es un sistema universal de conceptos, el cual incluye el universo como un todo, algo que resulta ajeno a toda realidad científica, ya que ésta es para Proudhon un conjunto de dominios diferentes independientes entre sí. La religión es un intento de orientarse por el mundo, de forma reducida, simbólica e instintiva, y con pretensiones trascendentes, propio de una sociedad inmadura.

La obra de Proudhon evoluciona hacia un antiteísmo contrario a toda providencia, como resulta propio de una filosofía esforzada en combatir todo concepto autoritario. Se niega toda intervención divina, toda providencia, como también toda ilusión de eternidad en el hombre y de finalidad en su existencia, con el fin de que recupere su dignidad y abandone toda enajenación de su personalidad. Proudhon considera el sentimiento religioso como la enajenación del yo, una forma de atribuir un sentido trascendente a la conciencia y considerarla como un ser superior. La religión está determinada en su idea y la exteriorización de la misma conduce a la fundamentación de una autoridad como causa de esa idea. Es esa fundamentación de la autoridad la que identifica Proudhon con la enajenación del hombre dentro del sistema autoritario, algo que tiene mucho que ver en un primer momento con la visión humanista de Feuerbach. Sin embargo, si el alemán pretendía invertir los papeles, Proudhon polemizará con él al considerar que el hombre no debe adorarse a sí mismo en lugar de a Dios. La critica antiautoritaria rechaza toda fundamentación absoluta de una idea en beneficio de una concepción pluralista de la realidad. Precisamente, Proudhon es antiteo porque rechaza esa concepción absoluta (infinita, perfecta, inmutable), tanto en Dios como en el hombre, ya que éste se caracteriza por atributos que no son divinos (perfectible, móvil, cambiante). Feuerbach preconizaba un humanismo que divinizaba al hombre, mientras que Proudhon aboga por la supresión de todo culto e idolatría y por una cultura humana capaz de perfeccionarse, pero jamás perfecta.

El ideal religioso proyecta la perfección y la justicia a un mundo sobrenatural inexistente, mientras que la existencia terrenal del hombre es objeto de degradación y humillación. Proudhon dirige sus más furibundos ataques a la raíz de la religión, la idea del pecado original, que reduce al hombre a una imagen de envilecimiento y de bajeza moral. Ese pecado original, junto a la humillación del hombre, son la otra parte necesaria del ideal religioso y ambas fundamentan en conjunto la autoridad divina. En su obra Justice, Proudhon escribe que la Iglesia, basada en el misterio y en una providencia inescrutable, está convencida de la necesidad de la miseria y el sufrimiento. La fe es contraria a toda razón e impone la autoridad y la disciplina en lugar de los principios lógicos. Hay que comprender que Proudhon se dirige en sus críticas al cristianismo, que considera ha sido el que ha desarrollado más consecuentemente el principio autoritario, aunque son válidas para toda religión basada en la concepción metafísica de un ser supremo.

sábado, 3 de diciembre de 2011

La libre indagación

Siempre han existido personas que se han esforzado en pensar libremente, no solo en considerar que la idea de Dios es simplemente un invento humano, sino en señalar el gran mal que se ha hecho en su nombre. Desgraciadamente, no se puede averiguar mucho de estas personas, ya que han estado sometidas normalmente a la aniquilación o al ostracismo. De igual modo, es posible que muchos creyentes en apariencia fueran en realidad escépticos o librepensadores con miedo a proclamar su auténtico pensamiento en contextos muy represivos. Hay veces que se mencionan las grandes obras artísticas como resultado de la fe religiosa, pero ello es en gran medida dudoso, podemos verlas también como expresiones de la cultura y de la civilización humanas desde un ámbito muy humano, además de tener serias dudas de las verdaderas creencias de aquellas personas. Afortunadamente, el desarrollo del pensamiento, aunque esté tantas veces desvirtuado, se ha apartado de toda verdad "revelada" y de toda fe dogmática para, precisamente, considerar que la conciencia, la razón y la moral son innatas al ser humano, susceptibles de ser mejoradas o deterioradas, sin que haya que buscar explicaciones espirituales o metafísicas.

Christopher Hitchens considera cuatro objeciones irreductibles a la fe religiosa: sigue representando una forma absolutamente incorrecta de los orígenes del ser humano y del cosmos, a ello es debido que sea capaz de conjuntar el máximo de servilismo y el máximo de solipsismo (creencia metafísica según la cual solo puede ser conocido el propio yo, y la realidad externa resulta entonces incognoscible), la represión sexual que ocasiona a la vez la creencia y el estar sustentada en última instancia en ilusiones. Freud consideraba que las representaciones religiosas no eran más que respuestas a las necesidades y deseos más apremiantes de los hombres. Del mismo modo, hay que insistir al igual que él en que es una falacia el que sean necesarias para la cohesión social. Sí estoy de acuerdo en que algo debe substituir a la religión, tal y como la entendemos como "ilusión", algo que podemos llamar humanismo o fraternidad universal, y confiar al mismo tiempo en una ciencia que no abandone el horizonte moral y humano. Estas objeciones y este análisis no deben ser vistos como arrogancia alguna, todo lo contrario, es el afán por conocer y por mejorar. Tal y como decía al comienzo de esta entrada, estoy seguro de que innumerables personas han sacado estas conclusiones a lo largo de la historia, y ello supone una tensión permanente con la creencia dogmática. Tal vez la ciencia y la razón no sean suficientes para establecer unos principios, pero sí son necesarios, por lo que hay que desconfiar de toda aquella fe que las combata o que las reduzca. La libertad intelectual es también necesaria, una libre indagación en todo aquello que nos permite mejorar a nivel individual y colectivo, una actitud abierta y una confianza en ideas no dogmáticas, las cuales solo pueden estar sustentadas sobre una dignas condiciones materiales de existencia.

Podemos estar en desacuerdo en muchísimos puntos sobre los temas más dispares, pero solo puede llegarse a un punto en común gracias a la evidencia y el razonamiento, nunca a través de convicciones dogmáticas y excomulgaciones mutuas. La apelación a los oscuro, lo místico y lo misterioso no me seduce nada, en cambio se me descubre un horizonte inmejorable en la ciencia, la música, el arte y la literatura. No estoy muy seguro que hablar de "valores espirituales" sea la terminología más adecuada, pero sí sé que el intelecto y la moral se nutren solo del conocimiento y de la creatividad humana, así como de nuestra capacidad innata para discernir entre lo más adecuado y lo incorrecto. Nuestra civilización no puede estar basada únicamente en los conceptos de castigo y recompensa (humanos o sobrenaturales), y si así fuera, parafraseando a Einstein, tal vez no valgamos mucho como especie. La confianza en la vida terrenal, en su máxima potenciación en la circunstancias que fuere, nos ayuda a comprender que no es así, que nuestras posibilidades son mucho mayores. Del mismo modo, existencia solo hay una, no siempre agradable, pero por ello susceptible de ser vivida de forma más plena. No es que piense que una vida digna y ética sea posible sin la creencia religiosa, es que confío en que la vida puede ser más digna y más ética sin servilismo (sé que muchos creyentes no lo verán así, pero la cultura religiosa la considero parte de la tradición autoritaria). Me causa todo el rechazo posible el gregarismo, un papanatismo que no es solo característica de la religión, pero que tal vez han copiado de ella muchas otras doctrinas y actitudes. Por ello (y no "a pesar de ello"), creo firmemente en que la individualidad solo alcanza su máximo desarrollo con la cooperación social y la solidaridad entre iguales.

Sí, la actitud atea (o no religiosa) solo se completa con un antiautoritarismo que rechace todo tipo de jefes y de clase mediadora alguna, y que huya de toda santificación de personas y de lugares (porque todos tienen su valor). Esa actitud no sectaria ayuda a no lanzar a unos seres humanos contra otros, indagando en toda aquella abstracción, culto y falsa verdad que nos enfrenta. Porque la racionalidad es solo una parte de nuestras características como especie, y puede prevalecer de modo ejemplar o puede adoptar, tal como sostienen muchos ateos, un camino distorsionado debido a los orígenes espiritualistas de la religión. No obstante, muchas cosas nobles se han dicho en nombre de la religión, pero hay que situar cada uno de ellas en su contexto adecuado y hay que observarlas sobre todo como creaciones humanas, no como verdades definitivas ni absolutas. Por lo tanto, la religión hace tiempo que tendría que haber dejado paso a un humanismo amplio, el cual huya de todo dogmatismo y reduccionismo. Como ya he dicho anteriormente, todo este análisis no está sustentado en la arrogancia, muy al contrario se basa en que nuestra capacidad para el conocimiento debe servir como motor de progreso, lo cual nos sitúa de forma paradójica en el punto más bien humilde de admitir que sabemos bien poco. Gracias a ello, somos capaces de seguir haciéndonos preguntas y escapar de cualquier forma de inmovilismo intelectual (y tampoco vital, por supuesto).