sábado, 31 de marzo de 2012

Arte y compromiso

Vamos a echar un vistazo ahora a otra obra fundamental para comprender el anarquismo en España, y su relación con el arte: se trata de Arte y compromiso. España 1917-1936, de Arturo Ángel Madrigal Pascual (Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid 2002). Como debería ser sabido, los acontecimientos sociales tienen una influencia en nuestra conciencia conformando nuestra ideología; así, son estas ideas las que en determinadas ocasiones aparecen a nuestro alrededor plasmadas en la actividad artística. Son esas obras las que tantas veces empujan a personas que conectan con esas ideas a la acción, influyendo entonces a su vez en los cambios sociales que hasta entonces estaban latentes. En este sentido, hay que observar la obra artística comprometida como de vanguardia, ya que se esfuerza en superar los convencionalismos sociales ayudando a generar una nueva conciencia apartada del "arte por el arte" (lo que podemos denominar un arte desinteresado ajeno a todo utilitarismo).

Lo que Madrigal analiza es que, a partir de 1917, se produce un acercamiento de un cierto del arte y los artistas a la clase trabajadora oponiéndose así a la sociedad capitalista; también, el hecho en los años 20 de que el artista avanzó solo, creciendo en su arte y en su compromiso con la vida y la sociedad a través de un realismo con rasgos propios. Se trataba de un estilo realista reivindicativo, que trata de ayudar a transformar el mundo, y no pretende solo alcanzar la belleza; por supuesto, en España no existe un realismo exclusivo, sino que el estilo se ve influido por otras tendencias en el panorama internacional. Si en Europa occidental (Zúrich, Berlín...) es el dadaísmo el que se encarga de tomar un camino revolucionario, en España no existirá un movimiento artístico organizado en contra del capitalismo, la opresión y el militarismo; no obstante, existe ese arte revolucionario en la sociedad española, menos coordinado, pero más espontáneo y real que en otros países debido a que la protesta surge tantas veces de las personas que sufren los avatares de la vida.

Existe también en las vanguardias formales en España un compromiso político, enriqueciendo así el concepto artístico y alejándolo de la mera comercialización y exhibición en galerías y museos. Estilos como el surrealismo y el cubismo presentan matices realistas, ya que son obras que nacen en lo más profundo del artista donde puede encontrarse su compromiso con el arte y con la vida. Los movimientos sociales, como es lógico debido a que la obra se fundamenta en la ideología del artista, influirán sobre su posicionamiento político, aunque la actitud formal de las creaciones pertenezca únicamente al mundo interior de sus realizadores. Las manifestaciones de un arte comprometido se producen en momentos revolucionarios de gran tensión social, aunque no siempre se puedan catalogar de arte revolucionario. Convive un arte vacío de contenido (sin tener en cuenta su estilo o tendencia) con uno surgido de lo más profundo del artista, de sus propias vivencias dirigidas contra los causantes de los males de la humanidad. Es por eso que hay que hablar de un arte comprometido, basado en un lenguaje fundamentado tanto en la ideologías como en los sentimientos.

En el entorno del obrerismo surgen determinados teorías sobre el arte, a las cuales la historia ha prestado poca atención. Toda la actividad nacida a finales del siglo XIX, se desarrolla en la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), aunque al margen de ese régimen político, incapaces sus responsables de ser conscientes de la fuerza de los movimientos artísticos; éstos, se radicalizarían progresivamente hasta llegar a jugar un importante papel en los años de preguerra y del conflicto. Toda la literatura surgida de la Revolución rusa, junto a los escritores anarquistas, influyen en la intelectualidad española; puede hablarse de un frente popular artístico e intelectual, anterior al político, muy vinculado a la clase trabajadora. Parte de la Generación del 27 romperá con la herencia de la poesía pura mostrándose conscientes sobre los problemas del mundo, combinando sentimiento con una crítica a la sociedad burguesa. En ese proceso ético-social, que cuestiona el arte puro burgués, el mundo libertario tuvo mucho que decir al liberar la creación artística de su condición mercantilista y rehabilitar la noción de trabajo también como arte.

En mayo de 1936, en su Congreso Confederal de Zaragoza, la CNT reserva al artista el papel que desee jugar una vez cumplido su jornada de trabajo como productor. Para los anarquistas, un arte verdadero solo puede estar relacionado con la vida y manifestado a favor de un arte popular libre de intereses particulares. En los años 30, existirá una consonancia de un arte revolucionario con los movimientos proletarios del momento; no es que las organizaciones políticas y sindicales indiquen el camino a seguir a los artistas, sino que son los autores los que ponen su obra al servicio de aquellas. Además de la pintura y la escultura, existirán técnicas características revolucionarias como el dibujo, el grabado y el fotomontaje. En la Guerra Civil Española, se desencadenará una serie de acontecimientos artísticos, los cuales coexistirán en la vanguardia y en la retaguardia alcanzando gran protagonismo. Un arte al servicio del pueblo que alcanzó grandes magnitudes de creatividad y personalidad, y aportó al mundo cultural obras de gran valía. En este periodo, el arte predominante fue el cartel, que alcanzó un gran nivel estético y fue realizado tantas veces por dibujantes y pintores prestigiosos etiquetados como artistas frustrados por la propaganda purista. La época en España analizada por Madrigal desarrolla en definitiva un movimiento artístico de aspiraciones universales, alejado de toda influencia nacional; el propio autor asegura, en línea con la tesis mantenida por Rocker en Nacionalismo y cultura, que es un momento de gran auge artístico muy influenciado por lo social al no estar tampoco constreñido por la influencia nacional y ser plenamente humanista y universalista.

lunes, 26 de marzo de 2012

Confluencia entre anarquistas, republicanos y librepensadores

Ya he dejado claro, en alguna entrada anterior, que existe una confluencia en el siglo XIX en España entre anarquistas, republicanos y librepensadores. Quiero insistir en ello, como dije, para tratar de poner las cosas en su sitio y presentar las ideas libertarias decimonónicas como la fuerza más progresista y modernizadora del momento. Entonces, los Centros de Estudios Sociales y los Ateneos eran los lugares comunes para esas ideologías avanzadas, espacio adecuado para el debate y el intercambio de ideas. Claudio Venza y Francisco Madrid, en Antología documental del anarquismo español, recuerdan la colaboración intelectual entre republicanismo y anarquismo en publicaciones como Ciencia Social y Germinal. En la literatura, a partir de esta colaboración entre fuerzas progresistas, existirán numerosos escritores, no solo en España, también en todo Europa, que abrazarán las ideas libertarias.

El simbolismo francés es las corriente literaria que más influye en los intelectuales y literatos españoles en aquellos años, en la última década del siglo XIX. Rudolf Rocker, en sus memorias, afirma lo siguiente: "No hay entre los representantes distinguidos de la literatura francesa de aquella época uno solo que no esté inspirado por pensamientos libertarios y no haya intentado llevar a la conciencia de los lectores la crudeza, la hipocresía y la descomposición interna de las instituciones sociales". No obstante, se trata de un anarquismo literario, tal y como lo denominó Azorín, que tal vez no tuvo la suficiente profundidad ideológica, que necesita un movimiento obrero organizado que no tardará en resurgir después de sufrir numerosas persecuciones estatales.

Por lo tanto, a finales del siglo XIX y principios del XX es habitual encontrar firmas de los más prestigiosos intelectuales en los periódicos y revistas anarquistas. Del mismo modo, los ácratas colaboran a su vez en publicaciones ilustres interesadas en los problemas sociales. Ciencia social es una revista, surgida a partir de la iniciativa del tipógrafo Cayetano Oller, cuyo progrema reza lo siguiente: "Queremos recoger, condensar y metodizar cuanto se sabe acerca de las relaciones humanas para fortalecer el criterio emancipador y dar a la voluntad la energía que únicamente obtiene por la posesión de la verdad". Entre los intelectuales que colaboran, se encuentran Pedro Corominas, Miguel de Unamuno, Pedro Dorado y Jaume Brossa. La bomba de Cambios Nuevos, de la que hablé en una entrada anterior a propósito del libro de Gutiérrez Molina, fue de los motivos que puso fin a la fructífera simbiósis entre un intelectualismo anarquizante y un anarquismo abierto a nuevos ideas.

En los Procesos de Montjuic, se encarceló a Pedro Corominas, colaborador en los medios anarquistas pero nada sospechoso de práctica alguna, y a la mayor parte de los redactores de Ciencia Social, lo que da idea de una represión que se cebó especialmente con el movimiento ácrata. No obstante, y a pesar de todas estas dificultades, siguieron surgiendo periódicos que difundirán el ideal anarquista; las persecuciones a militantes ácratas, entre los que se encontraban corresponsales de esos periódicos, hizo que sus vidas tuvieran una precariedad económica difícil de superar. La Anarquía es una publicación aparecida en 1890, que continúa la tradición periodística de los anarquistas madrileños, que a su vez tendría continuación en La Idea Libre, la cual aspiraba a "coadyuvar, por medio de la propaganda razonada y científica, a llevar al conocimiento del mayor número la necesidad imperiosa, justa, irrebatible de transformar las bases antinaturales que sustentan esta sociedad...". Hay que insistir en que estamos en un momento de feroz represión, por lo que La Idea Libre se convirtió en el único periódico español publicado entre agosto de 1897 y enero de 1898. Los Procesos de Montjuic tendrían consecuencias negativas para el anarquismo durante un tiempo, aunque no tardaría en revitalizarse bien entrado el siglo XX.

sábado, 24 de marzo de 2012

La estética anarquista

Los anarquistas españoles hicieron del arte y la literatura armas revolucionarias para perfeccionar la sociedad. Lily Litvak, en Musa libertaria, se ocupa de un periodo (1880-1913) de gran agitación social en el que brillaban con luz propia los ácratas. Existe una abundante producción anarquista en esos ámbitos y, desgraciadamente, al día de hoy sigue siendo muy desconocida. No creo que exista ningún otro movimiento que haya puesto tanto énfasis en la cultura como herramienta de emancipación, como manera de transformar el medio social y hacer mejores a los hombres. Ante las acusaciones de utopismo y de querer convertir a las personas en lo que no son, recordaremos que se trata de perfeccionar, no de conseguir lo perfecto, y cuanto menos de que la sociedad no suponga un medio de envilecimiento. En esa labor cultural, los anarquistas fueron fieles a sus principios y buscaron, consciente o inconscientemente, nuevas formas y medios para expresar ideas innovadoras. En muchos casos, esas inquietudes creativas provenían de los propios trabajadores, solidarios con los de su clase e inspirados por los más desfavorecidos. En otros, son escritores y artistas burgueses los que publicaron su obra directamente en medios libertarios o fueron reivindicados por los ácratas. Litvak recuerda que tal vez no se produjeron grandes obras anarquistas, pero sí se creo una encomiable alternativa radical por parte de la cultura popular con la más elevada de las aspiraciones: ser libre. Existe toda una discusión sobre la finalidad del arte, y parece muy aceptable que existe toda una vinculación entre la perfección formal, la belleza, y los sentimientos más nobles en el ser humano.

En la teoría estética ácrata, del periodo estudiado por Litvak, puede hablarse de las siguientes características:
-El arte llevaría una función ético-social, exigiéndose el reconocimiento de la clase desposeída, de su lucha social y de sus ideales en la creación artística.
-Debido a lo anterior, se critica un arte que pretenda vivir de valores puros, ya que se considera propio de una clase en decadencia: la burguesía.
-Se trata de una concepción del arte que pretende liberarle de todo canón estético.
-Se pretende que el arte forme parte de la vida y acompañe al hombre en su progreso.
-La estética anarquista otorga más valor al acto creador que a la obra finalizada; se aprecia la espontaneidad, como forma de acción social, y el arte de situación más que la técnica utilizada.
-En este sentido, se postula la figura del artista espontáneo por encima del profesional.
-Trata de liberarse la obra de arte de su condición de mercancía sujeta a las leyes económicas de la sociedad.
-El arte de aprecia en su contexto sociológico; puede ser obra de una individualidad, pero no está alienado de la historia humana.
-De la estética ácrata se deriva una noción colectiva, popular, del arte; en un sentido, no solo de pertenencia al pueblo como originado en su seno, también por la forma de propagarlo y en cómo participa en sus formas de existencia.
-Como se dirige el arte a estratos sociales hasta ese momento excluidos, se le da una nueva naturaleza y se crea un nuevo concepto de artisticidad, extendido rápidamente a formas de vida contemporáneas.
-El arte se vincula a su funcionalidad, por lo que se valora aquellos campos incorporados a la vida social (por ejemplo, la arquitectura o el urbanismo).
-Se rehabilita la idea del trabajo como arte.
-Si el capitalismo burgués había otorgado una función meramente utilitaria a la máquina, la estética ácrata le da una dimensión creadora humana a través de la interpretación artística.
-La tecnología también se aprecia en su capacidad creadora y difusora del arte, que permite la accesibilidad y el goce para todos.

Los anarquistas logran hacer algo, señalado por filósofos como Walter Benjamin o Adorno, sacar a la obra de arte de su condición de producto único envuelto en una aureola religiosa. Está claro que el arte ácrata está enfocado hacia la masa, por lo que es obligado compararlo con la actual cultura de masas. Hay que recordar lo que sostienen importantes autores, la actual cultura de masas de la clase media, dirigida desde arriba hacia un público sin conciencia social, se basa tan solo en una apreciación superficial de la obra artística, carece de conciencia histórica y no promueve el esfuerzo personal para la posesión de una nueva experiencia; es evidente que los medios de masas actuales no son auténticamente populares, ya que son instrumentos de una sociedad jerarquizada que manipula al público. Por el contrario, la cultura ácrata provenía de la masa misma, era consciente de su clase e ideales, así como de sus problemas, y nunca era impuesta desde arriba. Por otra parte, la pérdida del concepto de unicidad de la obra no traicionaba el aspecto colectivo del arte, sino que muy al contrario lo reforzaba. Las aspiraciones anarquistas de hace un siglo son de una indudable vigencia y modernidad, ya que no pocas teorías artísticas actuales insisten en una estética que surja de la variedad de grupos humanos, que no pierda su dimensión colectiva, que se realice sin violencia ni coacción y que trabaje por una auténtica liberación. Lo mismo que es concebible un ser humano sin compromiso humano y social, resulta inimaginable un artísta que se muestre indiferente ante la injusticia. Grandes artistas en la historia han mostrado ese compromiso y tantos anarquistas desconocidos, más modestos y precarios, pero con tanta o más energía, se unieron a ellos; su deseo no era solo deleitar o distraer al pueblo, también conmoverlo y despertar en su conciencia los más altos valores humanos.

martes, 20 de marzo de 2012

El anarquismo en España: destruyendo los tópicos

Estos días, le he echado un vistazo a una prestigiosa obra sobre la Guerra Civil Española: El laberinto español, de Gerald Brenan. Ya se me había advertido de dos cosas: sobre su visión sobre el anarquismo, más concretamente sobre el movimiento en España y sobre el porqué de su arraigo, y también que era una obra ya (muy) superada. Haciendo casi omiso, ingenuo de mí, y debido a una reciente edición de esta obra, mi horror y cabreo no tardaron demasiado en aparecer al leer el capítulo dedicado a los anarcosindicalistas. No voy a reproducir las barbaridades de Brenan, pero sí creo que merece la pena refutarlas citando obras importantes y actuales, por lo que lector avispado no tardará en descubrir las perlas y lugares comunes sobre el anarquismo. Aunque no sé si existen alguien que puede ser totalmente objetivo, hay que hablar de una realidad evidente, y sí pienso que es posible ser honesto desde cualquier simpatía ideológica, indagando y profundizando, así como huyendo de todo fanatismo irracional (y del dogma, por lo que nunca puede ser vistas las ideas libertarios como un "fervor religioso"); dicho sea esto para evitar cualquier crítica prejuiciosa.

Para abrir boca, mencionaré brevemente artículos en publicaciones que se han ocupado del tema. Es el caso de Ayer, título que la Asociación de Historia Contemporánea, en coedición con Marcial Pons, Ediciones de Historia, ha dado a una serie de publicaciones sobre el pasado más próximo. En 2002, dedicaron un número al anarquismo español. En sus textos, realizados por conocidos investigadores sobre el tema, se observa la heterogeneidad y diversidad como características más notables del anarquismo. Alguien tan poco sospechoso de simpatías libertarias, como es el historiador Javier Paniagua, ofrece en su artículo "Otra vuelta de tuerca: las intepretaciones del arraigo del anarquismo en España. ¿Sigue la polémica?" (Germinal. Revista de Estudios Libertarios núm.1, abril 2006) la siguiente conclusión: el movimiento libertario supone, tal vez, la aportación más moderna que España ha legado a la constelación ideológica. Ya he mencionado en numerosas ocasiones esta publicación actual, Germinal. Revista de Estudios Libertarios, que tiene la intención de continuar esa labor de la historiografía anarquista, de manera profunda y extensa, ocupándose también de otras ciencias humanas.

En una obra de la que hablé recientemente en este blog, El Estado frente a la anarquía (Síntesis, 2008), José Luis Gutiérrez Molina lo deja muy clarito: "los ácratas españoles crearon organizaciones que representaban la 'máxima modernidad' como instrumentos de la lucha de la clase obrera". Así, la estructura de la CNT en sindicatos únicos hay que verla como un ejemplo. Brenan, no solo realiza generalizaciones, sino que trata de dar una explicación sicológica poniendo la semilla de lo que hoy consideramos pobres tópicos: milenarismo y "rebeldía primitiva". Los anarquistas, en España o en cualquier otro lugar, son coherentes con sus principios antiautoritarios, lo cual está muy lejos de todo fervor religioso o fanatismo de cualquier índole; de hecho, sus propias organizaciones son un ejemplo de evolución en el tiempo y mejor adaptación a las condiciones sociales y económicas. En este último aspecto, la CNT acabó ofreciendo unas estructuras y unas tácticas capaces de hacer frente a un capitalismo tendente al monopolio. El movimiento anarquista, que no olvidemos que era mucho más amplio y tenía una visión integral (algo que Brenan acaba criticando como ejemplo de "conversión") era tan pragmático en su lucha diaria como convincente en sus objetivos finales. En ningún caso, al margen de las ideas con las que uno simpatice o con lo que considere que es posible lograr a nivel político y socioeconómico, es posible hablar de "rebeldía primitiva" ni de milenarismo, y mucho menos, como dice Brenan, de unas ideas en el fondo "reaccionarias".

Los tópicos, provenientes en gran medida de hispanistas como Brenan o de la cultura popular, sobre el anarquismo español empezaron a ser refutados ya en los años 60 y 70 del siglo XX. Gracias a ello, alguien con un mínimo de cultura política debe conocer que existe cierto componente en las ideas ácratas de pensamiento liberal e ilustrado, así como numerosos puntos en común en España con otras corrientes progresistas: republicanos, radicales, librepensadores... Algo tan elemental como esto echa por tierra cualquier lectura reaccionaria, de manera evidente o encubierta (de todo hay), sobre el anarquismo. Aclararé, por si no hay quedado claro, que hablo de anarquismo en España de modo amplio, no solo de la CNT, por mucha importancia que tuviera el sindicato dentro del movimiento libertario y aceptando que fue la organizaciones obrera en gran parte la que posibilitó la difusión y aceptación de un discurso amplio y ambicioso. Los historiadores Francisco Madrid y Claudio Venza, con una obra como Antología documental del anarquismo español (Fundación Anselmo Lorenzo, 2011), representan tal vez la superación definitiva de los tópicos de antiguas intepretaciones, ofreciendo además un extenso muestrarios de documentos consecuencia de una larga permanencia en archivos y bibliotecas. Es precisamente en este trabajo donde se observa el anarquismo ya de una manera decididamente amplia y compleja: desde la Primera Internacional y las organizaciones que se consideran sus herederas, a las estructuras sindicales y propiamente políticas, teniendo en cuenta también a organizaciones secundarias y, a veces, marginadas. Hay que dejar de lado, pues, los tópicos e indagar en esos primeros años después de la llegada de Fanelli en 1868  a España, con el gran esfuerzo y las intensas luchas de los anarquistas, para comprender de veras la construcción de sus bases ideológicas y organizativas.

En posteriores entradas, con la intención de seguir desmontando pobres lugares comunes, me seguiré ocupando de la historia del anarquismo en España, y también de sus aportaciones al arte y la cultura.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Camillo Berneri, el humanista anarquista

Es necesario recuperar a este gran teórico del anarquismo que exigía una evolución constante en el pensamiento libertario, así como un esfuerzo crítico para salir de lo ya pensado. Detestaba. sin embargo. la polémica sin más fin que denigrar al adversario lo que demostraba su talla intelectual. Su continuada obsesión era liberar el pensamiento no solo de la autoridad de las instituciones sino también de todo dogma o apariencia dogmática

Camillo Berneri nació en Lodi en 1897, durante su infancia vivió en diversas localidades italianas debido a los constantes traslados producto de la profesión de maestra de su madre, que era también escritora juvenil y tenía unas ideas progresistas que debieron marcar al pequeño Camillo. Muy joven, comenzó su militancia política en la Federación Juvenil Socialista de Reggio Emilia, donde llevó a cabo una intensa actividad cultural y de agitación. Tres años más tarde dejaría el Partido y se adscribiría al anarquismo; como testimonio de su voluntad dejaría el texto “Carta abierta a los jóvenes socialistas de un joven anarquista” en la cual denunciaba la degradación del partido socialista italiano. A partir de entonces sus esfuerzos se vieron dirigidos al antimilitarismo donde se encuadraba la mayor parte del anarquismo italiano; a pesar de ésto fue llamado a filas y confinado -cuando se descubrieron sus ideas-, finalmente, en la isla de Piavosa hasta 1919. Por otro lado, la revolución rusa había impactado en Europa. Berneri la defendió en un principio, aunque muy pronto aumentaron sus críticas dado el cariz autoritario que estaba tomando el proceso revolucionario soviético. Fruto de estas críticas -así como de algunos análisis de los problemas con los que a su parecer se encontraba la revolución- son los textos publicados a partir de junio de 1919 en el periódico de Ancona Volontá, dirigido por Luigi Fabri. En 1921 se distanció definitivamente de la experiencia rusa como dan fe sus escritos en el periódico dirigido por Errico Malatesta Umanitá Nova. Acabado el servicio militar, Berneri se reincorporó a sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Florencia licenciándose en 1922 y ejerciendo de profesor de enseñanza media entre 1923 y 1926. En estos años desarrolló un intensa actividad pública centrando sus esfuerzos en la reorganización del movimiento anarquista y la lucha contra el fascismo.

Sus escritos en las principales revistas anarquistas se multiplican tocando gran variedad de temas: sindicalismo, filosofía, cuestiones pedagógicas y literarias, emancipación de la mujer... La cuestión del federalismo tendrá una capital importancia como demuestran los artículos “Contribución a un debate sobre el federalismo”, “El federalismo de Piotr Kropotkin” y “Por un programa de acción comunalista”, con estas reflexiones pretendía dar respuesta a las muchas ambigüedades organizativas que rodeaban las alternativas al centralismo estatal. A finales de 1926 el régimen de Mussolini -el fascismo estaba en el poder desde 1922- obligó a los enseñantes a jurar adhesión al sistema. Berneri se negó, con lo que no pudo ejercer más la enseñanza e inició un exilio del que no retornaría. Durante los siguientes diez años viviría un asedio constante, durante su exilio en varios países, por parte del espionaje fascista italiano, lo cual no hizo disminuir su producción intelectual colaborando en diversos periódicos. Su obsesión constante fue la de concretar las propuestas anarquistas con vistas a una posible revolución en Italia materializada en diversos textos publicados en el periódico Lotta Umana, donde también participaban en esta labor Luigi Fabri y otros. También publicó en estos años varios trabajos de denuncia contra el fascismo y su carácter represor contra toda oposición. Berneri era optimista sobre la caída del poder fascista argumentando que la represión a gran escala no lograría la normalización en el poder, así como confiando en el nacimiento de un esfuerzo revolucionario en el pueblo italiano. Tales previsiones no se cumplieron y la situación continuó siendo muy dura, aumentada además por la disgregación del movimiento antifascista, situación también denunciada Berneri.

En 1929 nació el movimiento Giustizia e Libertà propulsado por Carlo Roselli y jóvenes republicanos y liberales, tanto en el exilio como en el interior. Su intención era que la acción revolucionaria de las masas derrotase al fascismo y que surgiera una italia republicana. Tanto Berneri como el anarquismo mantuvieron puntos de contacto, pero de igual manera diversas polémicas y puntos de fricción. Uno de los mayores empeños de Berneri fue el de desmitificar el culto al obrero y a las clases bajas que sufría gran parte de la izquierda. Resultado de esta reflexión son sus grandes obras: "El culto al obrero", de 1934 y "Humanismo y anarquismo", en 1936. A finales de julio de 1936, días después de la sublevación fascista, Berneri llegó a Barcelona. Enseguida se encargó de reagrupar y organizar a aquellos voluntarios que llegaban a combatir el fascismo en una columna italiana, que pronto partiría hacia el frente de Aragón. Por diversos problemas físicos, Berneri tuvo que dejar el frente dedicándose en Barcelona a una labor cultural y propagandística, realizó diversas emisiones radiofónicas dirigidas a voluntarios italianos y trabajó en la edición del periódico Gerra di classe. En esta publicación, retomó el tema de la Revolución Rusa, ya con un espíritu tremendamente crítico con la perspectiva del tiempo y de la situación en la España de entonces. Trabajos suyos en este sentido son “El Estado y las clases”, “La abolición y extinción del Estado” y “La dictadura del proletariado y el socialismo de Estado”. Otro foco de análisis para Berneri en Guerra di classe era la situación en España y su toma de posición al respecto. Uno de sus mejores textos sobre esto lo constituye “Carta abierta a la compañera Federica Montseny”, donde censura la intervención anarquista en el gobierno republicano y reafirmaba su deseo de que la revolución caminara paralela a la victoria sobre Franco.

Otra actividad a la que se dedicó Berneri en Barcelona fue al análisis de la documentación del Archivo del Consulado Italiano en Barcelona, gracias al cual elaboró Mussolini a la conquista de las Baleares, publicado en 1937 y en el cual informaba de los deseos imperialistas del líder fascista en el área mediterránea. El propio Berneri hablaba de su rigurosa labor en este trabajo y de haber utilizado todo lo honestamente de que era capaz los documentos recogidos. Las ultimas intervenciones públicas de Berneri, a principios de mayo del 37, fueron para hacer una defensa del POUM ante las acusaciones del PSUC de colaboración con el fascismo. También leyó en radio un emotiva elogio del recientemente fallecido Antonio Gramsci, comunista marxista, víctima del fascismo italiano. Pocos días después sería sacado de su piso junto a su compañero Francesco Barbieri por una patrulla de la UGT y de la policía. Su cuerpo aparecería al día siguiente acribillado a balazos. Otra víctima más de la infamia estalinista, otro revolucionario internacionalista que vino a luchar contra el fascismo en España y, paradójicamente, fue asesinado a manos de aquellos que se decían también combatirlo.

Sobre la obra y el pensamiento de Berneri
En 1922 se publicó en la publicación Pagine libertarie “Anarquismo y federalismo - El pensamiento de Camillo Berneri” en donde, paradójicamente, el libertario italiano denunciaría abiertamente el inmovilismo ideológico de ciertos elementos en el movimiento anarquista, con ciertos elogios hacia los avances del republicanismo federalista; hace alusiones despectivas a los que se mantienen en el utopismo ideológico que no ha evolucionado apenas nada desde los maestros del anarquismo y critica la falta de conciencia social y política ante los problemas actuales. Consideraba Berneri que el anarquismo debía ser amplio en su concepciones, audaz e insaciable, no debía renunciar a una incrustación en la sociedad a sustituir, conservando sus principios, pero sin trabas doctrinales ni excesivos apegos a la fe. Para ello, recurría al ejemplo de Malatesta, capaz de examinar la cuestión social en cada momento histórico de manera amplia y compleja. Curiosamente, advertía de los peligros de la negación sin más de la administración del Estado en cuanto a que se paralizaría el ritmo de vida de la nación. El concepto antiestatal presente en los clásicos anarquistas lo veía Berneri como una premisa de un federalismo como proyecto de una descentralización administrativa. Un proyecto tangible el federalista que atrajo a todos aquellos profesionales que observaban la incompetencia, derroche, lentitud burocrática y continuos robos de la administración centralizada. Por un lado, se realiza en este artículo una vehemente defensa del federalismo como solución realista a los problemas de su tiempo y, por otro, pide Berneri una superación de doctrinas cristalizadas, una progresión en el movimiento anarquista que trajera respuestas reales, alejadas de la simplificación, dentro de los principios ideológicos fundamentales:
Yo entiendo por anarquismo crítico un anarquismo que, sin ser escéptico, no se contente con las verdades adquiridas, con las fórmulas simplistas; un anarquismo idealista y al mismo tiempo realista; un anarquismo, en definitiva, que injerte verdades nuevas en el tronco de sus verdades fundamentales, que sepa podar las ramas viejas.
No un trabajo de fácil demolición, de nihilismo hipercrítico, sino de renovación que enriquezca el patrimonio original y le añada fuerzas y bellezas nuevas. Este trabajo hemos de hacerlo ahora, porque mañana deberemos reemprender la lucha, que no encaja bien con el pensamiento, especialmente para nosotros que nunca podemos retirarnos a los pabellones cuando recrudece la batalla.
En el terreno moral y filosófico hay que destacar en Berneri su declarado humanismo que le acerca a Kropotkin, tantas veces citado en sus escritos. No creía el anarquista italiano en la bestia humana, pensaba que hasta en la más tenebrosa de las personas existía algo de calor si se tocaban las teclas adecuadas, asimismo despreciaba el maniqueísmo de clases y pensaba que en todo círculo social había cualidades notables, así como confiaba en que la desaparición de las clases se daría por la fusión de las mismas. En definitiva, defendía Berneri el humanismo como una de las características intrínsecas del anarquismo que le llevaba a preocuparse por el desarrollo individual de cada personalidad y de la emancipación final de toda la humanidad sin distinción de clases. En su conocida “Carta abierta a la compañera Federica Montseny” Berneri muestra muy lúcida e irónicamente la situación del momento en que cuatro anarquistas habían entrado en el gobierno de Lago Caballero -”compañeros ministros...” empieza el escrito- bajo la premisa de defender la revolución y combatir cualquier intento dictatorial. Berneri habla de las purgas en la retaguardia dictadas desde Moscú contra los revolucionarios, sus dudas sobre si se potenciaría armamentísticamente al frente de Aragón representativo de las colectivizaciones agrarias y de los consejos de Aragón y Cataluña -”la ucrania ibérica” la define Berneri-, crítica el pacto del gobierno con Francia e Inglaterra prometiendo que se cumplirían sus intereses en Marruecos en lugar de abandonar la zona y potenciar su autonomía, de la nueva jerarquización del ejercito popular sin opinión de la base cada vez mas desconfiada, critica, en definitiva, a Montseny y al resto de anarquistas por su participación en el gobierno al servicio de politicastros que flirtean con el enemigo en lugar de ocuparse de los combatientes y la retaguardia. El nuevo dilema que propone Berneri sustitutivo del “guerra o revolución” es “o la victoria sobre Franco gracias a la guerra revolucionaria, o la derrota".

lunes, 12 de marzo de 2012

Ateología

Uno de los más conocidos divulgadores del ateísmo en los últimos años es el filósofo francés Michel Onfray. Aunque no comulgo con parte de su estilo incendiario, sí considero que sus puntos de vista son valiosos y libertarios. La reivindicación es la de una razón decididamente antirreligiosa y antimetafísica, la cual combata toda tentación de tranquilidad existencial y no mantenga a las personas e un infantilismo mental permanente.

Desgraciadamente, el ser humano posee una inclinación hacia la credulidad y la ceguera, a construirse un escenario ficticio aparentemente feliz. La vida está plagada de dificultades y de crueldades, por lo que tantas veces se opta por las fábulas, los mitos y los cuentos para niños, los cuales son ya adultos, cualquier cosa menos aceptar la evidencia de la realidad; los problemas son suprimidos en lugar de hacerles frente, tengan solución o no. Onfray, a pesar de su ataque furibundo a las creencias, es comprensivo con los creyentes, pero en absoluto con los que organizan esos recursos metáfisicos producto de la debilidad de las personas. Precisamente, lo que se denuncia es que los comerciantes de la tranquilidad existencial sustentada en creencias sobrenaturales, dejando a un lado los que directamente buscan simple beneficio económico, ocultan su propia necesidad síquica. Del mismo modo que el psicoanalista puede tratar de curar al prójimo, pero en realidad oculta el tener que preguntarse sobre su propia salud mental, los mediadores entre los dioses y los hombres "imponen su propio mundo para reforzar su conversión día a día".

Se dijo hace ya muchos años: "Cuando una persona sufre delirio lo llamamos locura. Cuando mucha gente sufre el mismo deliro lo llamamos religión". Así es, el problema es cuando la creencia privada se convierte en un asunto público y se pretende organizar la vida a los demás. Los mercaderes de los recursos metafísicos juegan con la pulsión de muerte que es, tal vez, inherente a todos nosotros, de tal manera que acaban pretendiendo el control total de las personas y de la sociedad. Onfray considera que esa pulsión de muerte nunca se supera trabajando sobre lo mágico y lo tenebroso, sino con un trabajo filosófico sobre uno mismo: "El ateísmo no es una terapia, sino salud mental recuperada". De ese modo, se rechazan la fe, las creencias y las fábulas y se acude a la razón y la reflexión.

No hay reparo en acudir a la tradición racionalista que surge de la Ilustración, aunque es aquí donde Onfray se pone más interesante e innovador. Tantas veces se reivindican las luces de la razón ilustrada (Montesquieu, Voltaire, Rousseau, Kant...), precidamente porque son luces presentables, políticamente correctas. Lo que se demandan son luces más intensas y audaces, ya que aquel periodo histórico y el proyecto de la modernidad consecuente eran, como mucho, deístas. Es reivindicable un ala histórica mucho más radical que apuesta decididamente por el materialismo y la sensualidad. No es que en la obra de Kant, por ejemplo, no haya elementos valiosos para acabar con la metafísica occidental, es que el filósofo alemán no se atrevió a ello. Constituyó un progreso la distinción entre dos mundos independientes, los de la fe y la razón, pero continúa pendiente reivindicar la primacía del segundo sobre el primero. De algún modo, al separar los dos mundos, la religión quedó a salvo al no tocar sus pilares: Dios, la inmortalidad del alma, la existencia del libre albedrío...

Hay quien ha etiquetado a Onfray de ateo posmoderno, y no sé si es totalmente acertado. Más bien se trata de una reivindicación innovadora de los postulados de la Ilustración. Se deduce ello de su crítica a Kant, de cuya obra ¿Qué es la Ilustración? reivindica todo: emancipar a los hombres de la minoría de edad, construir los medios para alcanzar esa edad adulta, que cada persona sea consciente de sus capacidades intelectuales, llevar la razón a todos los ámbitos de la vida, tener capacidad crítica y política... Pero lo que rechaza de Kant es esa protección del mundo religioso poniéndolo a salvo de la razón, por lo que hay atacar los mismos pilares de la tradición metafísica: la inexistencia de Dios (del alma y del libre albedrío). No se rechazan las luces de la Ilustración, algo propio tal vez de un autor posmoderno (que relaciona la metáfora de la luz con el deseo de imponerla a los que se mantienen en la oscuridad), sino que se reclaman más y mejores luces (el plural no es casual).

Onfray, en alguna ocasión se ha manifestado como libertario, por lo que solo podemos entender el ateísmo como una parte de la condición libertaria y antiautoritaria. De hecho, Onfray menciona a otros autores posteriores a Kant, como Feuerbach, Nietzsche, Marx y Freud, que aportan mucho para acabar con la religión, pero luego el siglo XX acabará consolidando esa separación real de la razón y de la fe. No obstante, y después de pasar por cierta recuperación de la razón, nos encontraríamos ahora en un terreno nuevo, libre de metafísica, en el que Onfray ofrece su ateología. Recupera un término de George Bataille de 1950, alusivo a una obra suya incompleta, para ofrecer una especie de deconstrucción histórica de la teología. Es una tarea ambiciosa y monumental, en la que hay que apelar a todas las disciplinas humanísticas, para acabar ofreciendo una física de la metafísica: frente a los delirios de la trascendencia, un verdadera teoría de la inmanencia.

viernes, 9 de marzo de 2012

El ateísmo organizado y la religión

Hace ya algunos años que proliferan los grupos ateos, en un sentido que podemos entender como una radicalización del librepensamiento, en España, país considerado católico (recordaremos el nombre que adoptó en este país el fascismo: nacional-catolicismo). Dado que en estos grupos es habitual encontrar a anarquistas, voy a eludir la denominación de uno de los propósitos principales que tienen, que sería la separación entre Iglesia y Estado, para expresarlo mejor del siguiente modo: laicización de la sociedad. Es decir, se desea que toda religión organizada, las cuales aparecen con la pretensión de tener el patrimonio de la moral y de la verdad, sea apartada del sistema social o del ámbito público. Esa laicización de la sociedad, enemiga de todo fundamentalismo, se presenta como una profundización en la democracia (palabra, cuanto menos, controvertida, pero que la usaremos aquí de modo amplio). El fundamentalismo, el cual no es solo religioso, aunque las ideologías o políticas pueden entenderse como una secularización del pensamiento metafísico, presenta una serie de rasgos: literalismo, es decir, la verdad ya ha sido escrita; absolutismo, lo que no permite dudas o escepticismo; la existencia de una clase mediadora, evidente en el caso del clero, pero extensible a los ámbitos político, socioeconómico e intelectual, y el permanente deseo de inmiscuirse en todo ámbito social y personal (una suerte de totalitarismo, aunque sea éste un concepto más político).

El literalismo, a poco que se use el sentido común, es algo de locos. De hecho, suele ser un rasgo relativo de las religiones, ya que se alude a la interpretación de los textos por parte de la clase mediadora. La propia condición exegética es contradictoria, ya que tantas veces se realiza para adaptarla a unos nuevos tiempos y tratar de de mantener intactas las estructuras de poder religiosas. Otras veces, el fundamentalismo mismo es el que cae en contradicciones, por lo que se enfoca la interpretación para tratar de solventarlas. Literalidad, propia de religiones que se refugian en el fundamentalismo, o exégesis, adaptación hipócrita a los nuevos paradigmas; en ambos casos, el ser humano es una suerte de marioneta en manos de fuerzas trascendentes. Las normativas religiosas suelen estar fundadas en supuestas verdades incuestionables, otro asunto que hay que señalar como descabellado; sin ánimo, en este texto al menos, de considerar la moral un mero subproducto de la sociedad, sí hay que tener en cuenta que toda norma deriva de un contexto social (político, económico...), por lo que hay que hablar de simples interpretaciones en esas verdades absolutas a las que aspira la religión. La pretensión de verdad absoluta de cada religión, a priori, supone el enfrentamiento con el resto de creencias; en la práctica, resulta también relativo, como demuestra el sincretismo religioso que tantas veces se ha impuesto.

A grandes rasgos, son dos las vías que utiliza la religión para obtener el control. De modo inconsciente, mediante mitos y símbolos  que atacan al individuo de modo afectivo y cognitivo, y mediante un práctica institucional abiertamente autoritaria gracias al adoctrinamiento, las normativas transmitidas generación a generación y el control social. Por lo tanto, la religión institucionalizada aspira, no solo a mantener sus propias estructuras de poder, también a inmiscuirse en otros ámbitos. En países como España, por si no fuera suficiente el poder económico de la Iglesia, es sustentada además con los impuestos de todos. Un argumento habitual entre los religiosos es la labor asistencial que realiza en sistemas económicos tan desigualitarios; obviamente, y sin negar la labor de base que puedan realizar tantas personas, se trata de una labor caritativa hipócrita en términos generales, ya que hablamos de una institución de poder que niega de raíz la posibilidad de la justicia social (un sistema que garantice a todos el bienestar material). Además, la religión es un factor importante en actividades bélicas e injusticias sociales, pero no el único, ya que se confunde con ella el poder político y económico. El concepto de religión es demasiado amplio, e incluso algunas se presentan de modo amable y emancipador ajenas aparentemente al fundamentalismo; es por eso que el combate con los monoteísmos tradicionales, los cuales pierden clientela de modo evidente, no ha conducido al ateísmo ni al librepensamiento. Sin embargo, señalaremos una y otra vez el peligro dogmático y el control social, de forma evidente o más sutil, que se encuentra detrás de toda creencia irracional.

Acabar con tradiciones culturales, tan fortalecidas con el paso del tiempo, como nocivas en la práctica, no es tarea fácil. Como toda revolución social, requiere un cambio de paradigmas en más de un ámbito de la vida. Aunque tantas veces se apunta a la ciencia como forma de superar la religión, la cual puede decir muchas cosas en el ámbito del conocimiento, el ser humano no es mero intelecto. La religión se apropia, tantas veces, de las necesidades de un propósito y de una motivación en las vidas de las personas. La evidencia empírica y el razonamiento, después de varios siglos de existencia, se ha mostrado insuficiente tal y como lo preconizaban los primeros librepensadores. No se trata de asumir simplemente el fracaso de la modernidad, lo que entendemos como posmodernidad, sino precisamente de otorgarle mayor horizonte a la razón y al ámbito humano (político, ético...). Es algo que podemos denominar una recuperación de los ideales de la modernidad, de forma amplia y fortalecida, con un análisis más ambicioso a nivel político y socioeconómico, y decididamente antiautoritaria. El ser humano es dinámico, tiene la capacidad de modificar su entorno y su historia, a pesar de que tantas veces caiga en el conservadurismo y en el papanatismo, esa situación no tiene por qué durar, ya que surgen nuevas interpretaciones y nuevos significados. La capacidad humana para crear una cultura fuerte, en todas las diferentes expresiones sociales, y su capacidad artística e innovadora pueden alejar toda tentación metafísica, pero no parece posible reducir la existencia humana mediante el análisis científico y las condiciones objetivas. Esa objetivación fundamentada en las ciencias naturales parece conllevar una anulación de la espontaneidad y un alejamiento de la vida inmediata. El intelecto y el pensamiento son muy importantes, pero la vida tiene que ser también vivida transformándose y transformándola en el proceso. El propósito de los grupos ateos, a mi modo de ver las cosas, y aunque con unas convicciones morales e intelectuales muy evidentes, tiene que mantenerse alejado siempre de posiciones de poder, actuar desde la horizontalidad y desde los márgenes. En caso contrario, tal vez estarán haciendo el juego a una nueva religión, aunque no quiera adquirir ese nombre.

martes, 6 de marzo de 2012

El ateísmo de Marx y Engels

Tanto en el anarquismo, como en el marxismo, la idea de inmanencia es básica referida al ateísmo. Hablamos de inmanencia, en términos filosóficos, cuando la actividad permanece dentro del agente en el sentido de que tiene en él su propio fin. El ser inmanente, y la inmanencia, se contrapone al ser trascendente, y la trascendencia, entendido como lo que está "más allá" de la realidad o como un principio supremo (Dios, el Absoluto, lo Uno...). Hablamos de una visión humanista que rechaza todas las ideas religiosas y considera que la conciencia del hombre debe substituir a la de la divinidad. Para Marx, una razón totalmente autónoma tiene por objeto un mundo cognoscible apartándose en ello toda trascendencia. El anarquismo, a través de sus diferentes visiones y su evolución, posee un sentido amplio y vitalista del ateísmo. En este texto, por la importancia de estos pensadores, nos referiremos al pensamiento de Marx y Engels sobre el ateísmo.

Ya hemos mencionado la idea de inmanencia; la alienación es otro concepto clave, desarrollado en su obra La ideología alemana (1846) junto al materialismo histórico, para comprender cómo observaba Marx el ateísmo. El ser humano está alienado, o enajenado, de sí mismo. Esa idea de autoalienación se basa en la relación de rivalidad entre Dios y el hombre, lo que se le da al uno se le arrebata al otro. En un visión deudora de Feuerbach, se considera que el cielo es la compensación ilusoria de la adversidad experimentada en la vida terrenal. Por lo tanto, la alienación religiosa es una expresión de la alienación económica y una reacción contra ella. La raíz de esa alienación la buscará Marx por doquier: en la escisión entre la sociedad burguesa y el Estado, en el trabajo alienado, en la plusvalía arrebatada por el capital... La religión es la expresión de un deseo de trascendencia, por parte de un ser humano "desgarrado", incapaz de autoposeerse y refugiado en el egoísmo, y viola la realidad inmanente con su afirmación de trascendencia. Será la revolución proletaria, con el fin de la burguesía y la igualdad de clases, la que signifique la definitiva reapropiación del mundo por parte del hombre.

Otro concepto marxista que hay que comprender, en el que se incluye también la inmanencia, es el de praxis. Lo que se entiende por ella es la supresión de la teoría, la cual se identifica con la crítica. De esta manera, el ser humano autocreado, y que se basta a sí mismo, ya no necesita la negación teórica de la idea de Dios, ya que coloca en su lugar la superación práctica. Como ya se ha dicho, hay que observar en ateísmo de Marx estrechamente vinculado a su concepción general del materialismo y del historicismo, según la cual la conciencia es una realidad subordinada a la praxis y no existe ninguna teoría pura, ya que toda idea (religiosa, moral o metafísica) son reflejo de las contradicciones sociales y, al mismo tiempo, el instrumento mitificador para dominar a los individuos. Engels, cuyo interés estuvo centrado en la ciencias naturales, incluye al cosmos en la filosofía materialista de Marx. A este pensador se debe la idea de una dialéctica objetiva de la naturaleza, la cual se refleja en el pensamiento como dialéctica subjetiva. La concepción dialéctica, entendida como la ley más universal si prescindimos de la evolución de la naturaleza, de la sociedad y del pensamiento, es contraria a toda concepción metafísica habitualmente unidad a la fe en verdades absolutas.

Aunque nos metamos en una corriente política y filosófica decididamente autoritaria, algo que no es deseo en absoluto del autor de este blog, dedicaré unas palabra al ateísmo de Lenin al ser claramente deudor de Marx y Engels. Para Lenin, la religión es un poderoso narcótico que permite a las clases explotadoras mantener subordinada a la clase proletaria, aunque no considera que sea la única explicación del fenómeno. La impotencia de los explotados frente a los dominadores genera la fe en un más allá, y del mismo modo la impotencia del "salvaje" frente a la naturaleza dio lugar a la creencia en dioses, demonios o milagros. La religión hunde sus raíces en la historia y en diversas ideas previas, por lo que la revolución, a pesar de transformar las estructuras sociales y las raíces del problema, no puede cambiar de golpe esa situación. A nivel epistemológico, Lenin coincidirá con Engels: ciencia y religión se excluyen recíprocamente y no pueden ser verdaderos al mismo tiempo; se afirma una verdad objetiva frente a cualquier forma fideísta. Lenin, no obstante, parece substituir a Dios por la ciencia, ya que pone en ella toda su fe y considera que el conocimiento humano no tiene límites.

Marx y Engels son dos importantes autores cuya aportación es innegable. En cuanto a lo que podemos llamar la visión marxista-leninista, tan rechazable políticamente y tan estricta a nivel intelectual, es a pesar de todo importante en la historia del ateísmo. Lo demuestra el hecho de que se siga apelando a la ciencia de una manera dogmática o se siga confiando en las condiciones objetivas para acabar con la religión, incluso tantas veces desde posiciones supuestamente librepensadoras. Aunque sea posible vincular el pensamiento religioso con las condiciones materiales, existen muchos otros factores para explicarlo, la historia y la evolución del pensamiento tienen que ayudarnos a comprender también eso. Son muchos los conceptos que se manejan en esta controversia y es dudoso que puedan existir respuestas totalmente satisfactorias. Otorgar un mayor horizonte a la moral no es lo mismo que considerar que somos, o podemos ser, plenamente racionales; ello supondría aceptar que estamos determinados por un concepto trascendente llamado razón que impregna toda la existencia, algo que se antoja rechazable. Para bien y para mal, el ser humano es más complicado que todo eso, por lo que la libertad hay que construirla apartándose de toda subordinación (a Dios, a la historia o a cualquier forma absolutista).

sábado, 3 de marzo de 2012

El Estado frente a la anarquía

Así se llama un libro, publicado en 2008, del historiador e investigador José Luis Gutiérrez Molina. Tal y como aparece en el subtítulo, Los grandes procesos contra el anarquismo español (1883-1982), se hace un repaso de las maniobras político-jurídicos que condujeron a la represión de la organizaciones ácratas en un país en el que representaban la "máxima modernidad" como instrumentos de lucha de la clase trabajadora. Como afirma el autor, y como seguiremos insistiendo, no pueden realizarse generalizaciones ni caer en lugar comunes sobre el comportamiento de los anarquistas. En España de manera más evidente, al tener una tradición más fuerte, y en muchos lugares del mundo, el movimiento anarquista resurge una y otra vez como signo del deseo de una sociedad más justa y solidaria. Es necesario que conozcamos la historia para comprender también los acontecimientos más recientes y la situación actual, todo los demás son disquisiciones filosóficas, importantes tal vez, pero que de manera aislada no conducen a gran cosa. Desde el primer momento, las organizaciones obreras seguidoras de los principios anarquistas se caracterizaron por la diversidad, trataban de agrupar a esos amplios sectores marginados por el sistema político y social; las tácticas e ideas de los ácratas se mostraron muy eficaces frente a un capitalismo que iba tomando la forma monopolística. Para los años 30 del siglo XX, con la llegada de la II República en España, una "cultura radical" de la que participaban diversas tendencias iba a intensificarse. Ese concepto reunía a furieristas, republicanos federales, socialistas, anarquistas, anarcosindicalistas o radicales socialistas, y formaban un importante magma opuesta a un Estado liberal no totalmente formado. Eran los rasgos libertarios, con seguridad, los que determinaban a aquel movimiento autónomo, modernizador, antiestatal y federalista.

Era una cultura radical, presente en España desde el siglo XIX, que explica el hecho de que tras el fallido golpe de Estado de julio del 36, y la consecuente guerra civil, se produjera también el hundimiento de la Administración y su substitución por nuevas formas de relación social. Los planteamientos ácratas no eran en absoluto marginales ni utópicos, constituían una poderosa alternativa al Estado y al sistema capitalista. Incluso en una situación tan dramática como es un conflicto bélico, la revolución española supuso importantes logros de racionalización de la vida social. La posterior subordinación al Estado, dentro todavía de la lucha contra el fascismo, y la derrota final del bando republicano hay que situarlos dentro de complejas situaciones de las que se han ocupado otras importantes obras (como es el caso de El gobierno de la anarquía, de Juan Pablo Calero, publicada también por Síntesis). El exilio, la represión franquista y la reaparición tras la dictadura, que apuntaba a ser notable como demuestran diversos mítines y jornadas de asistencia multitudinaria. Sin embargo, entre los hechos que explican la imposibildad de que lo que Gutiérrez Molina denomina el "hilo rojinegro" sirviera para conectar con las nuevas generaciones,  y volver a construir un fuerte movimiento anarquista, se encuentran también esos grandes procesos fundados en gran medida en maniobras policiales. Como es sabido, el movimiento libertario se negó a participar en las reformas de la Transición, los llamados Pactos de la Moncloa, ya que se consideraba una farsa democrática para que la carga del sistema estatal y socioeconómico siguiera estando sobre los hombros de la clase trabajadora. El "caso Scala", el último gran juicio contra el anarquismo, que sirve de colofón al libro, y demostrado montaje gubernamental, hizo perfectamente su papel.

Acudamos a los orígenes del movimiento obrero anarquista, junto a sus temibles represiones por parte del Estado, Aunque demostrado que todo fue una invención, la leyenda de una organización anarquista criminal llamada "La Mano Negra", de la que se empezó a tener noticia en Andalucía en 1883, llega hasta nuestros días. Hoy, no existe la menor duda de que todo aquello fue montaje realizado desde altas instancias gubernamentales, que sirvió para justificar la represión del movimiento obrero. Gutiérrez Molina da nombres de los responsables, gubernamentales y policiales, de aquella ignominia, y detalles de aquella ignominia, así como los acontecimientos sociales y políticos que la explicaron. Se instruyeron cientos de sumarios, dirigidos a aclarar los supuesto delitos y asesinatos de la sociedad secreta; las más severas consecuencias fueron ocho sentencias de muerte, 15 condenas a cadena perpetua y cientos de militantes obreros encarcelados durante meses. Unos años después, en 1892, de nuevo una ola de represión iba a ser la respuesta a los problemas sociales en la ciudad de Cádiz. Una manifestación de trabajadores, en la que se dio vivas a la revolución social y a la anarquía, acabaría con tres muertos y diversos heridos. La consecuencia fue que se realizaran centenares de detenciones, se cerraran los centros obreros y se practicaran torturas para sacar confesiones; hubo dos consejos de guerra, en el primero con ocho sentencias de muerte, de las que se cumplieron cuatro, y el segundo con nueve cadenas perpetuas. Otros atentados terroristas en otra ciudad española, de inciertos orígenes: una bomba en el Gran Teatro del Liceo (símbolo de la cultura burguesa de Barcelona), en 1893, y el atentado a la procesión del Corpus, en 1896 también en la capital catalana, ambos sucesos con numerosos muertos y heridos. Los autores de aquella barbaridad no están claros, existiendo diversos teorías, lo que es cierto es que ninguna organización anarquista reivindicó nada ni pudo ser responsable. Los encarcelamientos, torturas, ejecuciones, y exilio final en 1900 de decenas de militantes obreros, constituyen una de los capítulos más indignantes de la historia de España.

Otro triste acontecimiento fue la llamada Semana Trágica, consecuencia de la revuelta popular contra el reclutamiento forzoso para la guerra en el norte de África. Uno de los cabezas de turco en las temibles represalias posteriores fue Francisco Ferrer, fundador de la Escuela Moderna, ejecutado en ese mismo año de 1909. Ni la represión, ni los juicios amañados, pudieron detener el curso de la historia en España, y solo un año después nacería el gran sindicato revolucionario Confederación Nacional del Trabajo. Su nacimiento evidenciaba las fuertes raíces del movimiento obrero, de inspiración anarquista, y su adaptación a los nuevos tiempos con sus innegables deseos de modernización. Los ácratas serían los más acérrimos enemigos del poder político y económico, y de la hipocresía que pretendía identificar orden público con paz social. Otros hechos que llegarían después, en un siglo XX convulso especialmente para España, son analizados por Gutiérrez Molina. No solo en época de dictaduras, y de exilio y clandestinidad, también durante la esperanzadora etapa republicana de los años 30. Tras la muerte de Franco, se produjo el ya mencionado caso Scala, cóctel molotov arrojado en una sala de fiestas en 1978, durante una manifestación contra los Pactos de la Moncloa. El balance fueron cuatro trabajadores muertos, un atentado originado en una demostrada infiltración policial. No obstante, a pesar de no estar clara la autoría, es evidente el montaje también judicial para condenar a varios militantes cenetistas, organización que no estaba dispuesta a entrar en la farsa pactista de la Transición española. Otro ejemplo, muy reciente esta vez, en el que trata de identificarse anarquismo con caos y terrorismo demonizándose a sus organizaciones también a través de orquestadas campaña de prensa. Desgraciadamente, el importante hilo rojinegro se rompió (o lo rompieron) en un momento importante para la historia de España. Hoy, el anarquismo organizado resurge una y otra vez, reconociéndose también en todo movimiento social que trabaje por un mundo más digno y solidario.