martes, 4 de noviembre de 2008

Declaraciones reaccionarias de una reina (como es natural)

Algunos voces han señalado ya lo obvio, que solo mentalidades pueriles pueden sorprenderse de las opiniones muy conservadoras de una reina, sobre cuestiones sociales y morales, recogidas en un libro de entrevistas. Procuro no dar pábulo, en la medida de mis modestas posibilidades, a lo que considero anómalo o trivial (máxime, en el caso de una monarquía, indignante excrecencia política), pero varias cosas me llaman la atención sobre este asunto. Primero, la mencionada sorpresa de algunas personas y colectivos sobre las ideas reaccionarias de estas señora, en la línea, desgraciadamente, de gran parte del país. Luego, el que ciertos colectivos de homosexuales se indignen (aunque debería decirse que la indignación vendrá más bien de sus líderes) porque opine que la unión entre personas del mismo sexo no debe llamarse matrimonio (cantinela ya repetida por sectores reaccionarios); una actitud que valida, en mi opinión, lo que opinaba el fallecido filósofo Paco Vidarte, que un par de leyes que reconocen derechos elementales sirve más bien para amortiguar procesos emancipadores más amplios. Si un homosexual está tan pendiente de lo que opine un heterosexual (al cual se le podría añadir un desfavorecedor epíteto) sobre sus derechos, flaco favor le hacemos a la causa; si, encima, ese heterosexual es un monarca y se quedan tan contentos con su rectificación, ya si que la domesticación está servida. Aprovecharé la ocasión para decir que de lo que se trataría, con miras más altas, no es de estar en contra del matrimonio gay, sino del matrimonio como concepto general de substrato católico, pero bueno, eso es otro asunto más radical y complejo. También parece que pusieron en primer plano las opiniones de la reina, recopiladas no lo olvidemos por una periodista ultraconservadora que se sentiría en su salsa con la entrevista (pero que, estoy seguro, no ha falsificado ninguna declaración), sobre la necesidad de una cosmogonía religiosa que enseñar en la escuela (por supuesto, esto solo significa que las ideas de esta señora son tan anacrónicas como su condición) y sus opiniones sobre el aborto (una cuestión moral muy respetable a nivel individual, pero un problema social intrincado con otros que no se puede ignorar) y la eutanasia (de nuevo, asoma el fanatismo religioso). Sin embargo, como todo cristo habla del asunto, acabo enterándome de cosas más significativas sobre la declaraciones de esta mujer (declaraciones que, por lo visto, y dejando al margen de quién vienen) deben tener un interés nulo en el plano intelectual o moral) y de la mentalidad y actitud de la mayoría de los medios (que, no voy a decir que es la de la gente, pero muchas veces se escuchan tantas repeticiones mediáticas en boca del vulgo, que algo hay que decir). Resulta que esta mujer afirma, cosa que tampoco es ninguna sorpresa, pero que resulta muy esclarecedor de la "dictablanda" en que nos encontramos, que lo único que se puede ser en este país es "constitucionalista". Dicho esto, que supone que tal condición está por encima de las simpatías monárquicas o republicanas, aprovecha para decir que un republicano está totalmente fuera de lugar en España. La multitud de aduladores de cerviz flexible que hay en este país niegan que la reina haya podido decir gran parte de las cosas que se afirman en el insignificante libro, pero confirman, por acción u omisión, la siguiente opinión de la reina: la monarquía constitucional es un garante de la "democracia". Los aduladores insisten en la faceta humana de la mujer del monarca, algo así como su sensibilidad hacia la pobreza (no niego que pueda tener algo así esta mujer, pero ella forma parte de una estructura que genera esos males), e insisten en negar que una persona así pueda tener esas ideas reaccionarias (algo, sencillamente, estúpido, el ser humano es un conjunto de cosas, muchas de ellas contradictorias), cargando las tintas sobre la periodista ultraconservadora. Yo, como soy optimista, pienso que todo esto puede servir para erosionar un poquito instituciones autoritarias y anacrónicas. Aunque no estoy seguro que una república supusiera un gran avance social (estoy seguro que, como nos demuestra la historia, como forma estatal generará también una clase parasitaria), al menos no tendríamos que aguantar a esta gente. Parafraseando a cierto anarquista, aceptamos "república" solo como punto de partida de un proceso democratizador más amplio. Olvidaba otro comentario de la reina en el libro, su justificación de gobiernos autoritarios, apoyada en la idiosincrasia de un determinado pueblo. Quizás no hay tanta estulticia en el asunto y sí algo peor. Lo más penoso es que seguro que este libro, en un país en el que se lee poco y mal, va a ser un éxito de ventas.

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