sábado, 13 de noviembre de 2010

En un muy desafortunado artículo en El País, Alfonso Domingo parece establecer una conexión entre La Revista Blanca y, nada menos, que el Ajoblanco de la Transición, pasando además durante el franquismo por la editorial Ruedo Ibérico. La Revista Blanca, que vio la luz en 1898 con inequívoco carácter anarquista, acogió en sus dos etapas, hasta el comienzo de la Guerra Civil, a los mejores escritores libertarios. Si algo ha caracterizado al movimiento anarquista a lo largo de la historia es la edición de numerosas publicaciones, reflejo de su vitalidad, y aunque La Revista Blanca no estuvo estrictamente vinculada a ningún grupo u organización, solo es posible establecer una conexión lógica con las cabeceras que se ocupan de la divulgación y/o del estudio dentro del anarquismo. Por poner un par de ejemplos en la actualidad, el periódico Tierra y libertad, cabecera decana del anarquismo español (nacida en 1888), utilizada luego para un semanario de La Revista Blanca en su primera etapa y que, posteriormente, aparecería vinculado a la Federación Anarquista Ibérica con diferentes periodicidades, incluida la época de la dictadura franquista y retomada en la Transición hasta hoy (que aparece puntualmente cada mes); en el caso de una revista de características científicas, Germinal. Revista de estudios libertarios tiene una periodicidad semestral y es editada por un heterogéneo Consejo de Redacción siendo avalada por un prestigioso Comité Científico, pero indudablemente vinculada al movimiento libertario. Insisto, si hay que reconocer un legado de La Revista Blanca, solo puede hacerse dentro del movimiento anarquista con sus múltiples publicaciones. Es posible que Ajoblanco tuviera en sus orígenes algunas características libertarias, pero estas simplificaciones que insisten en relegar al anarquismo al pasado resultan algo más que irritantes.

El mismo día en que se publicó el anterior texto en el diario de Prisa, el 30 de octubre, aparece otro artículo del inefable Antonio Elorza. En él, afirma que gracias al centenario de la CNT se ha reavivado el interés por la historia del anarquismo español, que según su delirante visión se habría apagado después de estar muy vivo en el tardofranquismo; eso sí, aclara, este nuevo interés solo se produce "hasta cierto punto". Antonio (anteriormente conocido como Andoni, en lo que debía ser una etapa de transición ideológica) nos recuerda que en realidad son 140 años de anarquismo en españa, ni uno más ni uno menos, cuando el "bakuninismo" se impuso al "republicanismo" dentro del movimiento obrero. Esta nueva simplificación resulta en invitar a la confusión desde el principio, y que alguien una explicación coherente a lo que creo que es una nueva justificación del presente con elementos del pasado, adaptando términos históricos de forma más bien revisionista. Si acudimos a una obra clave como Historia del anarcosindicalismo español, de Juan Gómez Casas, podemos leer que las aspiraciones e ideología del obrerismo español, hasta la llegada de Fanelli en 1868, estaban influidas por las ideas de Saint-Simon, Fourier y Cabet, en los primeros tiempos, y por el federalismo de Pi y Margall posteriormente (con lo cual se filtra, obviamente, la influencia de Proudhon). Es posible que pueda considerarse en el siglo XIX el republicanismo federal, propio de un Pi y Margall que defendería no obstante un Estado interventor, como cercano a un anarquismo que todavía tendría que encontrar su horizonte y concretar sus propuestas. Sin embargo, el verdadero antagonismo no fue entre anarquismo y republicanismo en el seno del movimiento obrero, y en la Primera Internacional, como es bien conocido. La antinomia se produjo entre dos visiones sociopolíticas, y de la vida en general en mi opinión, contrapuestas. Aclararé, una vez más, que el antipoliticismo del movimiento anarquista es mejor definido como oposición a la vía parlamentaria (considerada como propia de clases privilegiadas y pervertidora de cualquier partido que se considere "obrero"). Hoy, podemos hablar de otorgar un horizonte más amplio a la política más allá de la mera gestión de un Estado. Del mismo modo, hablar sin más de "república" y "republicanismo" significa poco más en este país que portar una bandera tricolor y dar colorido a una manifestación. La república es una forma de Estado, nada más, aunque en su momento trajera la ilusión de modernizar un país atrasado y de cierta justicia social; aunque pueda hablarse de ciertas características históricas dentro del republicanismo, me parece que poco de ello queda en la actualidad. ¿Pudo vincularse históricamente "republicanismo" con "federalismo"?, es posible, aunque me temo que la herencia que pueda quedar está condicionada por la estrategia política del partido de rigor, dentro de un sistema político y económico para el cual la forma de Estado le es prácticamente indiferente.

Elorza dedica gran parte de su texto a elogiar el reciente libro de su correligionario en el arte de historiar, Julián Casanova. Esta obra, denominada Tierra y libertad. Cien años de anarquismo en España, título que es calificado nada menos que de "emblemático" (que debe ser para este hombre un antónimo de "original"), está compuesta por varios ensayos de diferentes autores. Dejaremos para otra ocasión el análisis de este libro, aunque, dadas las firmas, no invita precisamente al optimismo libertario. Al contrario de la obra coordinado por Casanova, Elorza echa pestes de la también reciente edición en castellano de La revolución libertaria, obra de Heleno Saña ya publicada hace unos años en alemán. No debe gustarle al antiguo militante comunista, actual historiador con aspiraciones de estrella mediática, que se recuerde el enfrentamiento entre anarquistas revolucionarios y comunistas contrarrevolucionarios (es curioso, la palabra "estalinistas" no es utilizada en la reseña; tampoco "totalitarios", que tan arbitrariamente emplea cuando le apetece) en el conflicto español. Al autor de lo que parece un texto con aspiraciones de recensión no le gustan las "historias sagradas", y desconocemos a qué diablos se refiere con ello; ¿maniqueísmo, tal vez?, ¿simplificaciones?, mejor no hablemos de ello, Sr. Elorza. La verdad, ahora me apetece mucho más leer la obra de Heleno Saña.

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