miércoles, 16 de noviembre de 2011

Héroes cuestionables

Antes que nada, perdón por el chiste fácil en la imagen de esta entrada, de vez en cuando apetece hacer alguna gamberrada. El personaje de Tintín, al igual que me ocurre con el igualmente popular de Indiana Jones (al que todos ven ahora inspirado en la creación de Hergé), me produce sentimientos encontrados. De crío, fui un ávido devorador de películas de aventuras, entre las que se encontraban las películas de Spielberg, y de tebeos, como en el caso de la llamada línea clara de los cómics francófonos. Cuando uno entra en la edad adulta (que no, necesariamente, en la madurez), se niega a veces a volver a ciertos lugares de la infancia, pero no es el caso de los dos ejemplos mencionados de innegable calidad. Sobre el personaje creado por Hergé, cuando empecé a escuchar en tiempos su (supuesta) naturaleza fascista, jamás consideré que tal cosa pudiera ser cierta atendiendo a lo que consideraba mis valores personales (sí, no me duelen prendas en decir que de crío fui algo Tintín). Esos rumores se fundaban, más que en los rasgos del personaje (por otra parte, bastante conservadores), en el hecho de que el líder fascista belga Léon Degrelle se jactó en ocasiones de haber servido de inspiración a Hergé. Creo que puede decirse que tal cosa no es cierta. Ahora, después de una costosa adaptación al celuloide del llamado Rey Midas de Hollywood, que está reventando la taquilla en salas españolas, el personaje de Tintín vuelve a estar muy de moda, aunque ya formaba parte incuestionablemente de la cultura popular.

Algo hay de deleznable en Tintín, obviamente arquetípico, inmaculado, sin deseo ni vicio alguno (al menos, Indiana Jones poseía un puntito canalla y, además, echaba un polvo de vez en cuando). Precisamente, lo que hace interesante el universo de Hergé eran los personajes secundarios, mucho más humanos y divertidos. En mi opinión, al margen de los valores que puedan deducirse de su obra, lo que hace más cuestionable a Hergé es la no asunción de su claro oportunismo. El personaje de Tintín pasa de defender una mentalidad claramente colonial en sus primeros tiempos (como es el caso del álbum que transcurre en El Congo, retocado al cabo del tiempo) a tratar de ofrecer una imagen moderna en los años 60, haciendo yoga o luciendo un símbolo pacifista. No soy amigo de lo políticamente correcto, ni mucho menos de juicio alguno, pero me parece igualmente rechazable modificar el pasado. Hergé, en mi opinión, debería haber tenido la valentía y honestidad de mantener su obra tal y como se gestó en su momento, haciendo frente a las acusaciones de racismo (o de antisemitismo, que también hubo, o el obvio anticomunismo de su primera aventura en el país de los Soviets) evidenciando que su creación no es tan arquetípica como pretende y sí muy "hija de su tiempo", de circunstancias sociales, políticas e históricas muy concretas. No es casualidad que, a raíz de la película dirigida por Spielberg, numerosas voces conservadores (incluida, alguna procedente del Vaticano) se han apresurado en apropiarse de lo que ellos consideran los valores del personaje (por ser suave, muy ambivalentes).

En cuanto a Spielberg, al margen de su talento, alguien dijo de él que era el responsable de la infantilización del cine de Hollywood de las últimas tres décadas. Estoy de acuerdo. No es casualidad que se interesará por el personaje de Hergé, ya que algo hay en ambos de ese espíritu gazmoño y conservador. ¿Su película de Tintín? Increíblemente fría y aburrida, una muestra más de la perversión de la tecnología y de cómo se impone a la menor muestra de ingenio. Una curiosidad, de lo poco que me gustó del film está cierta alusión (sutil) a un personaje zoófilo (recordaré la condición asexuada de Tintín). Tal vez, una adaptación de este tipo hubiera funcionado muy bien siguiendo esa línea, la del distanciamiento irónico de un carácter más que envejecido, la del sentido crítico y la de lo políticamente incorrecto.

1 comentario:

aurora boreal dijo...

Analisis muy lúcido. Enhorabuena!!