martes, 31 de mayo de 2011

Un nuevo número de "Germinal. Revista de Estudios libertarios"

Ya ha salido el número 8 de Germinal. Revista de Estudios libertarios, con la gran novedad de dar el paso definitivo para adquirir el estatus de publicación científica. Ello se produce, además de por las características que posee desde los inicios (textos inéditos, aparato de notas, fuentes bibliográficas y un prestigioso comité científico que avala los contenidos), gracias a una sección en la que aparecen los abstracts o resúmenes de los artículos en tres idiomas. En castellano, idioma original de la revista, en inglés y, una idea muy recuperable y en mi opinión muy emotiva, en esperanto. Es posible que más adelante se publique un artículo sobre el esperanto, idioma que nace con la idea de convertirse en una forma de comunicación universal, y movimiento obrero, con especial atención a los anarquistas.

La revista se abre con un artículo de Federico Ferretti, "La Comuna de París y los orígenes del pensamiento anarquista: la experiencia de los hermanos Reclus", que tiene como objeto investigar el pensamiento libertario temprano del siglo XIX en Europa. Se trata de un valioso texto en el que se asumen las raíces históricas de los términos "anarquismo" y "anarquía", aunque el lugar común es considerar que solo un movimiento organizado se produce a partir del quinquenio de 1872-1877, con la separación de la Internacional "antiautoritaria" del Consejo General de la AIT. La cuestión de un posible anarquismo previo a ese hecho se aborda a través de los recorridos y los escritos de dos prestigiosas figuras, como son los hermanos Élie y Élisée Reclus, fundadores del movimiento anarquista internacional y también conocidos por su actividad intelectual en el ámbito de la etnología y de la geografía.

"Los precursores del Primero de Mayo. La primera jornada, La Habana 1890" nos recuerda que el primer acto  conmemorativo de los Mártires de Chicago se celebró simultáneamente en Buenos Aires y La Habana el 20 de abril de 1890. En Cuba, las referencias históricas al movimiento obrero de finales del siglo XIX, muy bien organizado, con notables resultados en las mejoras laborales y sociales, y de hegemonía anarquista, han sido escasas. El artículo describe primero la situación colonial en Cuba, la toma de conciencia y las actuaciones de los obreros anarquistas cubanos para intentar evitar la ejecución de sus compañeros de Chicago, y narra con detalle un acto recordatorio que forma ya parte de la historia del anarquismo.

Otra figura apasionante del anarquismo es Herbert Read, un hombre con una enorme obra, la cual sigue siendo objeto de estudio, difusión y debate. Desgraciadamente, es muy poco lo que puede encontrarse en lengua castellana que describa la trayectoria vital y el legado de pensamiento de este personaje de tanta importancia para la historia del anarquismo en la primera mitad del siglo XX. Nelson Méndez, en "Herbert Read: esbozo biográfico y de introducción a su obra", expone un recuento biográfico de este autor, insistiendo en los hitos fundamentales de su evolución intelectual, donde destaca la inequívoca filiación libertaria expresada claramente en una importante producción escrita que conserva hoy agudeza e interés. Además, se presenta una lista preliminar de la bibliografía de este pensador inglés publicada en castellano.

"La enajenación en la sociedad capitalista. Una aproximación a las tesis de Erich Fromm" es un acercamiento al pensamiento de este autor, discípulo de Marx y de Freud, autores con los que era muy crítico en algunos aspectos. Su concepto de la enajenación se considera clave para comprender el comportamiento del ser humano en la sociedad contemporánea y en el sistema capitalista. Para ello, hay que comprender el llamado carácter social, en el que el problema es la conexión del individuo con el mundo, así como los procesos históricos, económicos y culturales que han llevado a la sociedad actual, en la que el hombre ha sufrido una falta de contacto con la realidad, se ha subordinado a fuerzas que le son ajenas y se ha convertido finalmente, él mismo, en un objeto que usar eficientemente.

Además de las habituales recensiones de libros y eventos, podemos encontrar en este ejemplar otro importante texto de la historia del anarquismo en la sección "Materiales", se trata de "La Plataforma de Archinov y la Respuesta de Malatesta". Como consecuencia de la toma dictatorial del poder por parte de los bolcheviques (Partido Comunista) en la Revolución rusa de 1917 y la consiguiente represión sobre los anarquistas, en 1926 el grupo “Dielo Truda”, formado por anarquistas rusos exiliados en París, hace balance de los errores cometidos por el movimiento libertario, incidiendo en su falta de vertebración, y lanza un proyecto de organización y funcionamiento, la llamada Plataforma de Archinov (por el nombre de uno de sus principales militantes). El proyecto es criticado por la mayoría de anarquistas del mundo por lo que representa de abandono de las prácticas libertarias. Entre las muchas críticas, se ha escogido para su publicación la Respuesta de Errico Malatesta por englobar y resumir todas las demás. Ambas traducciones han sido hechas ex profeso para esta revista.

Si queréis subscribiros, o adquirir algún ejemplar, podéis hacerlo escribiendo a la siguiente dirección electrónica: germinalrevista@yahoo.es

viernes, 27 de mayo de 2011

La descentralización institucional

Lo deseable es que las personas recuperen el ámbito político de lo local (podemos llamarlo municipalidad, en consonancia con el pensamiento de Murray Bookchin, ya que la terminologíaa es menos importante que los hechos). Tal y como se está viendo en estos días, en el llamado movimiento 15-M, se forman asambleas y el poder pasa a los ciudadanos, lo que requiere un esfuerzo consciente por parte de cada persona. Los anarquistas, como movimiento social, pueden ser los que más experiencia tengan en este sentido, por lo que pueden ayudar a formar y a movilizar a los ciudadanos y a establecer las asambleas. Aunque, en gran medida, pueda haber mucho de espontaneidad en el movimiento, solo la organización libertaria establecerá bases sólidas para la transformación social. Resulta esencial que se creen también grupos de estudio, que debatan y busquen respuestas ante todas las necesidades locales. Solo a través de la autoeducación, tratando de vencer todos los obstáculos que se puedan presentar, puede luego ayudarse a los demás y propiciar que se eduquen a sí mismos. Todo ello contribuirá a hacer avanzar un movimiento libertario desde lo local, sin que existan tendencias centralistas y autoritarias. En cualquier caso, es imprescindible el florecimiento cultural, tal y como propicia el anarquismo, solo posible donde se dé la máxima libertad con la máxima igualdad.

Insistir en el esfuerzo consciente y en la educación social es algo importante, con toda la dificultad que ello conlleva en nuestra sociedad, tan dada al aislamiento y a la enajenación. Bookchin apostaba por la creación de una fuerza identificable dentro de la comunidad, la cual debería darse un nombre previo, claro y reconocible, para desarrollar una inconfundible identidad política. Es esta fuerza, o movimiento, la que puede ayudar a la educación pública, captando los temas que sean de mayor interés. La implicación en lo local supone poner en marcha análisis, estudios, medios, expresiones artísticas..., todo aquello que ayude al conocimiento de un determinado tema y lo ponga al alcance general. Pueden publicarse y distribuirse todos las expresiones a través de los lugares más frecuentados. A modo de la antigua tradición del ágora, pueden hacerse lecturas, conferencias y debates en espacios públicos o en cierto centros, todo ello propiciando la continua educación sobre los más variados temas, incluyendo la formación política. Aunque en la sociedad capitalista pueda haber rasgos cooperativos, que fortalecen la solidaridad en comunidad, solo la creación de asambleas de ciudadanos y el florecimiento de una nueva vida cultural y política puede crear una sociedad libertaria, junto a las instituciones que la dan sentido, de forma permanente. Verdaderamente, se necesita una gran preparación, ética y política, junto a una voluntad y una paciencia férreas, para explicar a los demás lo importante de la sociedad libertaria.

Un problema que planteaba Bookchin, que no se produce en pueblos y ciudades, era el de los suburbios. Los grupos que se hallen en un área suburbana pueden desplazarse durante largo tiempo sin que den con un espacio público, pisando solo propiedad privada y apenas relacionándose con otros seres humanos. El anarquismo se basa en la existencia de la comunidad, por lo que tiene más sentido en aquellos lugares donde la gente se encuentra con los demás con cierta frecuencia. En los suburbios, el sentimiento comunitario es más débil que en pueblos y ciudades, aunque también existen intereses comunes sobre educación, medio ambiente, transporte o economía local. El ser humano necesita vivir en sociedad para poder desarrollarse, no creo que haya nadie que lo dude a estas alturas (incluso aquellos críticos con la vida en sociedad, tienen que pensar que son igualmente determinados por ella, aunque sea por su propia y deseado aislamiento), por lo que las necesidades prácticas de nuestras existencia, individual y social, hacen que sea necesario que nos entendamos con los demás. No de forma casual, sino de una forma deliberada y consciente, ya que solo ello puede tender a la liberación. Para ello, sea donde sea el contexto urbano en el que vivamos, hay que buscar espacios públicos donde se delibere y se conduzca adecuadamente las reuniones.

En el caso de las grandes ciudades, con la concentración a veces de millones de personas, se presentan otro tipo de problemas. Tantas veces, las personas somos extrañas unas a otras, a pesar de vivir en el mismo vecindario. Esta densidad de población parece excesiva para la creación de asambleas populares, ya en la Antigua Grecia se consideraba que la polis debía ser lo suficientemente pequeña para que los ciudadanos se conocieran entre sí. En estas ciudades enormes, se produce el mismo poder político que en un Estado, por lo que la democracia directa plantea verdaderas dificultades. No obstante, tal como dice Bookchin, la administración del municipio tiene diferencias con la del Estado-nación, ya que la implicación del ciudadano es más accesible y los centros vecinales no son tan difíciles de crear. Las juntas escolares y la reuniones de distrito permiten a los ciudadanos de un mismo vecindario reunirse y hablar de problemas comunes. Es posible que una descentralización física fuera complicado, y extendida en el tiempo, pero una descentralización institucional puede iniciarse en cualquier momento, como podemos ver en la inminente intención de extender el movimiento 15-M a los barrios con la creación de asambleas populares. Los rasgos libertarios se encuentran en esta creación de asambleas populares por barrios, y también en su posterior confederación, que puede tratar de coordinar cuestiones como el transporte, la sanidad y otros servicios. Es un inicio de descentralización institucional, a nivel de barrios, que puede conducir a transformaciones generales también en aspectos logísticos y estructurales.

Siendo, como somos, los anarquistas siempre críticos con eso llamado "identidad colectiva", creyendo siempre en una liberación individual íntimamente ligada a la cuestión social, hay que aceptar las diferentes culturas y sensibilidades que albergan las grandes ciudades. Una descentralización institucional, que asegure la potestad de los ciudadanos para gestionar los asuntos que les atañen, donde los anarquistas posibiliten que se asegure la pluralidad, la dignidad y el respeto, solo conseguible gracias a la máxima libertad junto a la máxima igualdad, y donde se produzcan un ilimitado florecimiento cultural y político, es un camino en el que la utopía puede ir haciéndose realidad y alejándose cada vez un poco más hacia adelante.

martes, 24 de mayo de 2011

Rasgos anarquistas en DRY

 Un comunidad de prensa de Democracia Real Ya, de ayer día 23, dice que numerosas webs y perfiles de las redes sociales han intentado suplantar su identidad como movimiento, proponiendo acciones que nada tienen que ver con el manifiesto real de la plataforma. Lo que se pretende con este desmentido es asegurar la independencia de DRY con respecto a cualquier partido o sindicato, miente todo aquel que hay pretendido vincular el movimiento a alguna organización. Del mismo modo, se aclara que cada acampada posee sus propias reivindicaciones, las cuales no tienen que coincidir necesariamente con las de DRY. No obstante, la plataforma reconoce la autonomía e independencia de cada acampada y simpatiza con cualquiera de sus reivindicaciones al comprender que se trata de la expresión libre de las personas sin intermediarios de ningún tipo. También hay otro asunto que ha dado lugar a equívoco, en el que yo mismo caí en un análisis anterior. DRY no ha promovido el voto nulo, ni la abstención, ni el voto a ninguna opción, ya que se entiende que eso corresponde a cada persona. Según dicen, uno de los propósitos de la plataforma es la mejora del sistema electoral, algo que tal vez parece desprenderles de todo sesgo radical. No obstante, es posible que el inicio de este movimiento haya sido ese intento de mejor, pero hay que quedarse con la clara orientación libertaria que tiene el hecho de "libre expresión del pueblo sin intermediarios de tipo alguno". Los rasgos libertarios son inequívocos: funcionamiento asambleario, plena libertad de expresión, debate abierto, comisiones de trabajo abiertas, trabajo rotatorio, rechazo a toda jerarquía y a todo dirigismo, acción directa, descentralización, federalismo, autonomía e independencia de cada grupo...

Recapitulemos sobre lo ocurrido. Nace recientemente una plataforma, a la que podemos considerar, en rasgos generales, como crítica al poder económico y político (y no dejaremos nunca de lado en el análisis que ambos se encuentran estrechamente vinculados), convocando manifestaciones para el día 15 de mayo, que se pueden considerar exitosas. Es el punto de partida para la concentración en determinados lugares de toda España (como la Puerta del Sol, en Madrid), con las acampadas que muestran las características antes mencionadas, en ellas se atienden las necesidades de las personas (básicas, como el alimento, o el asesoramiento legal) sin interés económico alguno (sobra decirlo). No se trata de una revolución anarquista, pero ahí están las evidencias. Entre lo que se propone el día 20 de mayo en la acampado de Sol, se encuentran derechos básicos que supuestamente recoge la constitución española (una muestra más de la falacia de las leyes jurídicas), como es el acceso a una vivienda digna, a una educación pública y laica, y lo necesario de una sanidad gratuita y universal. Tal vez otras propuestas puedan considerarse "reformistas", no es algo que me preocupe, ya que toda reforma auténtica acaba siendo radical, acaba produciendo una transformación hacia una realidad mejor. Los anarquistas están ya presentes en el movimiento, sin estridencias ni falsos purismos, mostrando respeto a las decisiones de las personas (que no siempre tendrán un contenido libertario), pero con las convicciones muy claras para decidir que ese puede no ser nuestro camino. Hay que recordar que nunca los anarquistas han tendido al aislamiento, incluso han mostrado un respeto nítido hacia otros movimientos sociales y políticos (como en el caso de la revolución española de 1936).

Y a eso me quería referir también, a la historia. Porque en todo análisis y en toda praxis no podemos dejar a un lado nuestra historia. Si este momento fuera solo un simple pataleo ante el sistema, no tardaríamos en contemplar el derrumbe al no haber unas bases sólidas. No podemos desprender la situación actual de las herencias de la dictadura franquista ni de las mentiras de la Transición democrática; tampoco de las posteriores reformas laborales (producidas en gran parte por un partido que se sigue llamando socialista), que ha sumido a la clase trabajadora en una precariedad intolerable con un paulatino adormecimiento social. Los ocho años de gobierno de la derecha oficial, con movilizaciones sociales masivas debido a la involucración de España en la invasión militar de Irak del año 2003, que llevaron al PSOE de nuevo al poder, fueron solo un espejismo. Tal vez fue un voto de confianza que los españoles dieron a la izquierda parlamentaria ante las mezquindades de la derecha, pero una vez más aquello se demostró un error. Especialmente, en su segunda legislatura, Zapatero y su gobierno han seguido las instrucciones del capitalismo internacional y de sus organismos. Al margen de las circunstacias concretas de un gobierno de uno u otro pelaje, hay que insistir en la cuestión económica, en esa falacia de las épocas de bonanza económica del capitalismo y de la realidad de sus cíclicas crisis, tan necesarias para asegurar la servidumbre de la clase trabajadora. Sea quien sea quién esté en el poder, y sea cual sea el momento económica que se sufra, la sumisión y/o el miedo están asegurados. No podemos eludir la historia, ni la política ni la economía (ambas, quieren ser reducidas a una caricatura por la clase dirigente), todo ello tiene responsabilidad la situación actual en el que, muy posiblemente, la derecha más dura vuelva a estar en el poder. Una democracia representativa de baja calidad, en la que las decisiones siempre son tomadas desde arriba, solo puede tener una alternativa real en un movimiento horizontal y descentralizador. Basta ya de dar oportunidades al sistema, con sus partidos y sindicatos de Estado, y con sus élites apoltronadas, y demos fuerza de verdad a la sociedad. Potenciemos los valores libertarios de apoyo mutuo y solidaridad, que ya están presentes en este movimiento, y confiemos en el futuro.

sábado, 21 de mayo de 2011

Abstención y toma de decisiones

 Hoy, la llamada jornada de reflexión en la, llamada, democracia española, reflexionamos que queremos una sociedad mejor. El ambiente en la Puerta del Sol de Madrid es magnífico, por mucho que quieran reducir los actos de protesta a un vulgar acto de campaña, con las prohibiciones de rigor de los órganos correspondientes, las personas están diciendo basta ante la situación política y económica del país. Lo que ya llaman algunos "revolución española", haciendo un paralelismo con lo vivido en Túnez y Egipto a principios de año, puede ser al menos un magnífico revulsivo para sacar a la gente de la apatía y el conformismo, y para generar un nueva conciencia de clase. Parece ser que se esta difundiendo una papeleta para el voto nulo en la jornada electoral de mañana, día 22 de mayo, el cual se quiera hacer pasar por una especie de abstención consciente, a diferencia del voto en blanco que acaba computando en los porcentajes de reparto de escaños. Bien, la postura ácrata de toda la vida es la abstención consciente (la de verdad, que es la de no participar en el sistema), ya que obviamente se apuesta por una crítica radical al sistema representativo. Naturalmente, que cada persona haga lo que le venga en gana, pero sí hay que decir que esta crítica al sistema solo es un pequeño punto de partida para la transformación social (y política), por lo que si la cosa se queda en una llamada de la atención a la clase política, poco vamos a adelantar. Parte de las protestas, parece ser solo un deseo de una mayor pluralidad de partidos en el juego democrático, olvidando que el poder político y el económico resultan indisociables (¡ah, las alternativos económicas, siempre tan necesarias, y habitualmente tan ausentes!), que los programas de los partidos, por muy atractivos que se presenten, deben adaptarse a unas reglas del juego inamovibles.

A propósito de la polisemia de la palabra "revolución", sí existe un paralelismo con lo vivido en ciertos países árabes, y es el deseo de las personas de una vida mejor. Y no se trata del mezquino "sálvese el que pueda" que propone el liberalismo, los cambios son para el conjunto de la sociedad. Nada está escrito, no existe una concepción determinista (y falaz) del progreso que obligue a tantos seres humanos a pemanecer en la indigencia. Existen experiencias históricas, y ahora se están produciendo otras nuevas, en las que el pueblo toma la iniciativa, se organiza y construye alternativas a los múltiples problemas presentes en la sociedad. Se demuestra factible la toma de decisiones de manera asamblearia, de manera que se canalicen las diversas aspiraciones y reivindicaciones, y se supere así un individualismo insolidario. Se trata de reivindicar la individualidad (frente a un individualismo disociado del conjunto de la sociedad) y la pluralidad, de encontrar un nexo social en la solidaridad, y de construir el socialismo libertario (la riqueza va dirigida a todos los miembros de la sociedad, se apuesta por la máxima libertad y la máxima igualdad, recogiendo la tradición de lo mejor de las teorías políticas). Ayer, en la Puerta del Sol pude leer una pancarta que pedía la superación de las diferencias ideológicas en aras de la unión. Bien, está claro que serán muchas las sensibilidades presentes en estas protestas, aunque la aspiración común es la de construir otra realidad (esa palabra de etimología tan odiosa), por lo que los libertarios pueden trabajar por lo que consideramos los mejores valores humanos (siempre habrán personas que se negarán a ser solidarias o a cooperar, pero es éste un valor al que tenemos que dar peso en toda organización social, frente a la atomización y la competitividad), y tratar de convencer sin coacción alguna.

La campaña electoral y el sistema representativo han perdido protagonismo gracias a este movimiento social que adopta el nombre de "democracia real", a su capacidad para organizarse sin injerencias externas, crear órganos asamblearios, dar voz a todo el mundo, tomar decisiones... El sistema políticio y mediático está perplejo, la simple apariencia de libertad y pluralidad que preconizan se muestra incapaz de asimilar la construcción de otra realidad. Naturalmente, no podemos ser ilusos, sabemos que muy posiblemente la situación sea finalmente mediatizada, que se reduzcan las exigencias más radicales y que la cosa quede en una simple crítica al bipartidismo y al sistema financiero, sin moverse apenas los cimientos del Estado y el capital (ni de los actores que les hacen el juego, sean de "izquierdas" o de derechas). No nos equivoquemos, esta situación no le hace el juego a la derecha; la derecha, en mayor o en menor grado, lleva toda la vida instalada en el poder. El daño social y sicológico, a mi modo de ver en constante aumento, que se produce en las sociedades contemporáneas solo pasa por una cambio radical a todos los niveles, por una progresiva descentralización de la política y de la economía, por una acción directa que tome el lugar de la democracia representativa. Eso es lo que se está viviendo estos días en tantos lugares de España. No nos olvidemos mañana, un día más, de abstenernos de participar en lo que consideramos injusto y de seguir tomando las riendas de nuestras vidas.

jueves, 19 de mayo de 2011

Formación ciudadana

El liberalismo es, al menos al día de hoy, una teoría política primordial para la democracia representativa. Según esta idea, el individuo es libre y soberano para elegir entre una serie de opciones en unas elecciones democráticas. También, entre las libertades que preconiza el liberalismo, está la presunta libertad para buscar su beneficio personal. La cultura norteamericana, puede decirse, es la exacerbación de esta visión heroica y abnegada del individuo en buscar de una determinada meta. Sin embargo, no es demasiado complicado desmontar esta visión de un individuo autónomo, que no depende de un vínculo social, ni a nivel privado ni a nivel comunitario. No está nunca demás insistir en esta visión falaz del liberalismo, cuyos postulados son meramente negativos; es decir, autonomía e independencia son conceptos que no adquieren un sentido pleno ni positivo si no los vinculamos a lo social. El individuo solo puede realizarse aceptando su condición de "animal social", no independizándose de la sociedad, ya que necesita el apoyo y la solidaridad de la comunidad. Las más nobles aspiraciones son, tanto individuales, como sociales, y solo el individuo plenamente desarrollado puede comprender esto. Incluso, a pesar de lo que sostenga el liberalismo, las etapas de mayor atomización pueden coincidir con un mayor poder del Estado y de otras instancias a las que el individuo se subordina. En las sociedad contemporánea, desgraciadamente, el ciudadano se ve reducido a su condición de votante y de contribuyente; tanto el Estado, como el sistema capitalista, promueve la infantilización, perpetúan la dependencia y las subordinación (aunque esa intención adopte la forma de tutela en tantas ocasiones). En este contexto, potenciado por una sociedad de consumo que nos empuja a acumular bienes de manera irracional, nos convertimos en extremadamente vulnerables a la manipulación por parte de personas y de instituciones. Elegir a un candidato a un puesto, tal y como elegimos un producto en el mercado, debe ser substituido por una vida política activa con un compromiso claro con los asuntos que nos afectan. Por lo tanto, hay que trabajar para desmontar esa mistificación de un individuo autónomo y autodeterminado desprendido de todo nexo social.

Nuestra capacidad de razonar, la dependencia mutua que tenemos con otras personas y la necesidad de la solidaridad deberían ayudar a una existencia más activa y a la creación de un nuevo ámbito político libertario. El Estado, el capitalismo y la jerarquía social pueden ser substituidos por las instituciones cooperativos adecuadas. Esta perspectiva, por ejemplo para Murray Bookchin y su idea del municipalismo libertario, pero también en mi opinión desde cualquier perspectiva ácrata (un socialismo descentralizado, una autogestión de lo social), se realiza desde el ámbito de lo local. Una nueva sociedad requiere de un nuevo carácter social e individual, nada de votantes y contribuyentes pasivos. Nuevas potencias del carácter, virtudes cívicas y compromisos pueden desarrollarse en un nuevo contexto. Entre todo ello, otorgar un campo más extenso para la razón y para la solidaridad (compromiso con el bien público) es primordial. El esfuerzo y la responsabilidad compartidos de todos los miembros de la comunidad es lo que hace a ésta posible. Tantas veces, se ha cuestionado la capacidad de los ciudadanos para gestionar con sentido común de manera directa, pero precisamente en potenciar la razón, algo tan cuestionado en la posmodernidad, estriba la cuestión. Para un debate constructivo, es necesaria la razón, precisamente para superar todo partidismo y prejuicio, para demostrar la superioridad de una sociedad cooperativa frente a otra competitiva en la que las personas están atomizadas. Esta visión socialista no elimina la posibilidad de una vida personal enriquecedora, todo la contrario, promueve un mayor sentido en las relaciones humanas. De hecho, debemos analizar siempre qué relación tenemos con las personas de nuestro entorno, y acabaremos descubriendo el miedo y la desconfianza que prevalecen sobre cualquier otro factor. Al compartir proyectos, las personas desarrollamos nuevos vínculos solidarios y responsabilidades conjuntas, podemos ganarnos la confianza de los demás y dar lugar a nuevas situaciones. En definitiva, individualidad y comunidad pueden reforzarse y alimentarse mutuamente desde una perspectiva libertaria. Observar el compromiso y la vida activa, no como una pesada carga, sino como una forma de realización es la base para este nuevo contexto social.

La mentalidad estatal, es decir conservadora, considerará siempre al ciudadano como un crío incompetente y escasamente razonable. Con las adecuadas experiencias y preparación, los ciudadanos puede adoptar posiciones razonables y constructivas. Solo hace falta desprenderse de prejuicios y tener la paciencia necesaria y fortaleza de carácter. La política puede pasar de la clase dirigente, de la profesionalización, a la gente de la calle. Precisamente, el grado de maduración de los ciudadanos es lo que puede alcanzar un compromiso político no profesional, sin subordinaciones a jerarquía alguna. Esa actitud de las personas para autogestionar la sociedad no brota de la noche a la mañana, puede ser resultado de una preparación cuidadosa, un formación cultural y personal propia de una nueva situación. Los antiguos atenienses, denominaban a esta educación paideia, el cultivo apropiado de las cualidades cívicas y éticas necesarias para la ciudadanía. Esa educación puede estar dirigida también a una identificación con la comunidad y hacia una responsabilidad con ella, hacia la participación asamblearia de manera racional, tolerante y creativa. Esta formación de ciudadanos se produce también en la participación política, la mejor escuela es sin duda una nueva sociedad cooperativa y participativa, integrada por individuos responsables. Es una tarea inmensa, que no pasa por un mero compromiso político, ya que el ser humano necesita tantas veces respuestas vitales inmediatas. Es necesario, como he dicho antes, mucha paciencia y carácter para lograr resultados y transformar la sociedad. Desgraciadamente, muchas personas reducen su conceptos de la política al arte de gobernar, al Estado, y no son capaces de encontrar una alternativa clara al sistema económico. Sin embargo, a medida que vayamos encontrando nuestras propias respuestas, gracias a tratar de escapar de toda subordinación y a construir más ámbitos de debate y más vías solidarias y participativas, es posible que se vayan cimentando las bases de un nuevo contexto libertario.

martes, 17 de mayo de 2011

Democracia real ya

Como ha aparecido por doquier en los medios, el pasado domingo, 15 de mayo, hubo manifestaciones, con notable asistencia, convocadas por la nueva plataforma Democracia Real Ya en más de 50 ciudades españolas. Solo en Madrid, pudieron verse a miles de personas que se decidieron a salir a la calle, hastiadas del sistema y de los partidos políticos, a las puertas, y eso es especialmente significativo (y esperanzador) de unas elecciones municipales y comunitarias. También han podido verse imágenes de unas fuerzas policiales que actúan de forma arbitraria y brutal, sin ningún tipo de provocación previa más allá de la clara protesta que era el acto. Desgraciadamente, gran parte de la sociedad española está, o ha estado, anestesiada ante el poder económico y político, por lo que es de agradecer cómo la gente se echa a la calle y demanda una profundización en la democracia. Es mi opinión, que sin perder las perspectiva crítica, debemos también desde el anarquismo promover la movilización ciudadana dentro de nuestros propios valores, que consideramos que son del conjunto de la humanidad. Y sí, somos muy críticos los anarquistas con la palabra "democracia", especialmente pervertida por el sistema representativo y el Estado, pero también con nulo sentido en un sistema de clara servidumbre económica como es el capitalismo (máxime en una de sus múltiples crisis, de las que habitúa a salir fortalecido). Y esa es una de las claves del asunto, la imposibilidad de ejercer una democracia real (o, para darle cierto sentido libertario, una democracia directa sin representación de ningún tipo; a mí, como anarquista, me gusta mucho más el concepto de "autogestión social") si no hay verdadera emancipación económica. Es por eso que me parece bien que los anarquistas estén en este tipo de plataformas (de hecho, siempre existen personas de clara tendencia ácrata, aunque no pertenezcan de hecho al movimiento libertario), en las que la gente muestras una postura clara con toda jerarquización, para tratar de dar una orientación libertaria, con la que muchas personas pueden estar de acuerdo, y promover una transformación social permanente.


De eso se trata, de profundizar en los males de la sociedad y de que la cosa no se quede en una protesta coyuntural ni en simple labor de maquillaje (en principio, no parece que haya partido político alguno detrás de esta plataforma, pero no tardarán demasiado en tratar de subirse al carro). La plataforma Democracia Real Ya insiste en que se trata de un movimiento horizontal, sin líderes ni estructura jerárquica, y que no tienen ningún tipo de financiación externa, por lo que ese funcionamiento libertario puede muy bien ser fortalecido por la presencia anarquista, y tratar de ir más allá en los propósitos. Gracias a las redes sociales, las cuales hacen posible la comunicación inmediata entre personas y grupos, estas convocatorias han podido calificarse de exitosas. Sin embargo, insistiremos en que es necesario el trabajo social y cultural, que se encuentra detrás de un movimiento auténticamente transformador. La mayor parte de los asistentes a estas manifestaciones han sido personas muy jóvenes, los cuales reclaman sobre todo un cambio en la conciencia social, un fortalecimiento de la ciudadanía, y el no convertirse en simple mercancía para políticos y banqueros, algo especialmente esperanzador teniendo en cuenta que uno de los mayores males de la sociedad contemporánea es la cosificación que ha sufrido el ser humano y su subordinación a fuerzas que le son ajenas. Esa petición de "democracia real" puede interpretarse como un deseo de tener un estrecho contacto con un mundo real, algo primordial para el cambio social. Si algo han reclamado siempre los anarquistas es el bien común, la palabra "socialismo" está pidiendo a gritos ser revitalizada desprendiendola de toda connotación estatal, propiciando al mismo tiempo la participación de cada persona en los asuntos que le afectan, de forma directa y "real". Tal vez muchos de los que apoyan esta plataforma promuevan sin más una humanización del sistema, lo contemplen como una llamada de atención al poder político y económico, pero sin pretender cuestionar la naturaleza de ese poder ni querer en realida un cambio estructural. Es muy posible que así sea, y cuando ello ocurra, las convicciones libertarias deberán ser tan sólidas como para saber en qué punto divergen los caminos. Como he dicho antes, no es nuestro cometido una simple labor de maquillaje, ya que el trabajo se dirige siempre hacia la autogestión social, extender esos valores de funcionamiento de algunas organizaciones (horizontalidad, pluralidad, autonomía de grupos e individuos, solidaridad, fortalecimiento cultural) al conjunto de la sociedad.

viernes, 13 de mayo de 2011

El anarquista Rafael Barrett

La figura de Rafael Barrett era, para mí, totalmente desconocida hasta hace poco. Y, algo me afecta, la polémica surgida hace poco sobre si este autor era o no anarquista, ya que precisamente lo poco que había leído sobre él insistía en lo segundo. Tal vez esté dando una impresión equivocada, ya que no existe tal controversia, Barrett era indudablemente anarquista, además de un excelente escritor digno de ser redescubierto (en España, al menos, ya que sí es más conocido en latinoamérica). Francisco Corral, autor de El pensamiento cautivo de Rafael Barrett y editor de sus obras, refuta en este enlace de manera tajante lo vertido en un reciente libro, en el que parece que se niega la condición ácrata de este autor, además de incidir en no pocas inexactitudes.  El hecho de que Barrett sea más conocido en sudamérica, se debe a que viajó pronto a Paraguay (en el año 1904, cuando contaba con 28 años), como corresponsal de El Tiempo, para informar de la revolución liberal que en aquel país se estaba produciendo. Pronto contactará con jovenes revolucionarios y en sus escritos se aprecia ya un tono más crítico y una mayor conciencia sobre las injusticias sociales, Puede decirse que a partir de 1908, Barrett se identifica plenamente con el anarquismo, dando conferencias para un público obrero y fundando la revista Germinal, órgano de denuncia y expresión para las organizaciones gremiales. Desgraciadamente, su salud era frágil y falleció a temprana edad.

El pensamiento de Barrett se sitúa, pues, entre la llamada "crisis de fin de siglo" y la consecuente controversia ideológica que sacudió fuertemente las bases del pensamiento europeo. Tal como dice Corral, Barrett se definía en su juventud en Madrid, como un "joven del 98", es decir, alguien con inquietudes artísticas e intelectuales situado en aquel turbulento momento. Es un momento en que estos jóvenes se identifican con dos corrientes: el modernismo, en el terreno artístico (superación filosófica del positivismo expandiendo el concepto de "realidad"), y el regeneracionismo (la búsqueda de soluciones a los males de un país), en el político. Será en la realidad americana, donde Barrett avanzará hacia el anarquismo, abandonando toda veleidad individualista y competitiva por la solidaridad y el altruismo. Importantes autores, han considerado a Barrett un hombre muy adelantado a su tiempo, claro precursor de la literatura social americana. Incluso, alguien tan notable como Roa Bastos le considera una maestro indiscutible de los escritores paraguayos.

Barrett compartía la confianza en el devenir propia de su tiempo, como se puede ver en la siguiente frase: "no está la verdad en lo presente, por enorme y brillante que parezca, sino en lo futuro, por débil e indefenso que palpite su germen". No obstante, realizará una genial distinción entre la "fe en el progreso", a modo casi religioso, y lo que debe ser "fe en el futuro". Ya Barrett, hace más de un siglo, critica ese progreso meramente técnico que deja a un lado la cuestión humana. Además, en una conciencia ecológica no menos avanzada a su tiempo, denuncia la degradación ambiental que ya aparecía en aquel momento, con especial atención a los mares. Del mismo modo, señala la ciencia como creadora de descomunales monstruos capaces de la peores catástrofes, algo desgraciadamente convertido en realidad a lo largo del siglo XX. Paradójicamente, Barrett poseía una concepción negativa de la condición humana, no incidiendo demasiado en la estructura social ni en la historia como causas de los males de la humanidad. Las preguntas al respecto son evidentes, cómo es posible imaginar un futuro idílico con esta visión tan pesimista de la naturaleza humana y del progreso. Corral define el pensamiento de Barrett en este aspecto como una especie de cosmovisión "antimaniquea", ya que el mal edificado dejará lugar algún día para realizar el bien: el ejemplo más evidente sería el hecho real de la disolución de las fronteras, realizado en nombre de la ganancia económica, pero que algún día dejará paso a la solidaridad. Lo que parece extraño y contradictorio, no está distante del pensamiento más influyente de aquel momento, como es el caso de Spencer ("incluso en el mal, el estudioso aprende a reconocer tan solo una forma del bien en lucha" o del paraguayo Rodó, que afirmaba sentirse próximo a esos "pesimismos que tienen la significación de un optimismo paradójico". A propósito de Zola, Barrett dirá: "no vio en la tierra más que el mal, y lo pintó con la crueldad cirujana de una enamorado del bien".

El ideal utópico era algo consustancial al pensamiento revolucionario de aquel momento, y Barrett lo adoptó de una forma libertaria. Sin una fe ciega en el advenimiento de una sociedad perfecta, y sí como un ideal en el sentido de tener una referencia que oriente hacia la acción, pero nunca como una meta hacia la que hay que llegar. Uno de los más brillantes teóricos anarquistas, como fue Ricardo Mella, señaló lo reaccionario de la propia idea de perfección, ya que implicaría el inmovilismo y el surgimiento de nuevos sistemas totalitarios y opresivos. Puede decirse que Barret compartía esos criterios: "Cuanto más innacesible aparezca el ideal, tanto mejor. La estrellas guían al navegante" (y, por cierto, a cierto escritor en la actualidad le he escuchado una frase muy parecida, otra muestra más de la importancia no reconocida de Barrett). Es una actitud que le llevaba, no a diseñar un prometedor futuro, ya que "los paisajes que nos aguardan no están al alcance de nuestra ciencia ni de nuestra fantasía", sino a caminar en pos de ello. Aunque el futuro nos sea desconocido e inevitable, podemos intuir el rumbo sin portamos los ideales adecuados.

martes, 10 de mayo de 2011

Apuntes sobre la tradición anarquista italiana

Vincenzio Russo (1770-1799), en Pensamientos políticos, considera la mejor forma de gobierno una república popular en la que cada hombre tenga sus necesidades fundamentales cubiertas y tenga, además, la máxima libertad. Criticando el concepto de sacrificio de la libertad, en aras de una supuesta "voluntad general", considera que es precisamente la libertad asociativa, el fomento de la cooperación, la que garantiza las libertades individuales. El desarrollo de la humanidad quedaría fortalecido gracias a las facultades asociativas. Para Russo, la libertad no es otra cosa que el equilibrio entre la voluntad particular de cada individuo y la ley general, imposibles en una sociedad que no esté bien organizada. Es una defensa de la libertad y la igualdad, junto a una profunda crítica al privilegio económico, en las que muchos italianos observan a un precursor del movimiento anarquista. Naturalmente, este autor confía en la educación para lograr una sociedad de tales características, por lo que en todo estudio sobre la pedagogía libertaria justo es mencionar su nombre.  Otro italiano en el que los anarquistas italianos ponen su foco es Carlo Pisacane, cuyo pensamiento se orienta hacia un socialismo antiautoritario y federalista. Sus críticas se dirigen también hacia el sufragio universal, ya que es imposible ejercer ninguna libertad cuando sigue existiendo la servidumbre económica y la dominación política. En la línea de Bakunin, Pisacane considera que ningún gobierno aseguarará nunca la instrucción a todos los hombres ni se preocupará por potenciar las aptitudes individuales. Señala, del mismo modo, la miseria mantenida por el Estado y el capital como fuente de numerosos crímenes e injusticias. A propósito del delito social y político, y a pesar de los duros momentos de represión, se empieza  tomar conciencia por parte de algunos intelectuales expertos en criminología, que solo las reformas para hacer las sociedad más justa y humana pueden acabar con esa lacra.

Puede decirse que, durante un tiempo en el siglo XIX, el socialismo italiano es libertario, por influencia de Bakunin y de Pisacane. En las tres últimas décadas de ese siglo, y a pesar de las muchas trabas, el anarquismo italiano se esfuerza a través de la propaganda de difundir las ideas entre los maestros y de instruir al pueblo. Errico Malatesta es tal vez la personalidad más interesante, aunque hay que mencionar también a Carlo Cafiero, Andrea Costa y Francesco Saverio Merlino. Otro autor como Giuseppe Sarno, abogado napolitano hegeliano, el cual consideraba la anarquía el más antiguo y noble de los ideales. Contrariando a su maestro, no sería el absoluto (el Estado) la meta del desarrollo del espíritu, sino la idea anarquista, que es la máxima expresión de toda organización social. Pero es Malatesta (1853-1932) el autor más relevante, el cual presta una especial atención al tema de la formación humana durante toda una vida dedicada a la militancia revolucionaria. Es más, se dice que Malatesta renunció a un trabajo intelectual, para el que estaba obviamente dotado, por su compromiso humano en defensa de los humildes. Para los que deseen descubrir a este autor, van a descubrir su nobleza y humanidad en cada palabra que pronuncie o escriba, siempre conciso y alejado de la vulgaridad. Ya a avanzada edad, con largo años de exilio y numerosas dificultades y padecimientos, no cedió en sus ideas libertarias e internacionalistas: "Para nosotros nuestra patria el mundo entero, cada conquista humana es la nuestra, como nuestra cada vergüenza humana". Entre sus obras más conocidas está Entre campesinos (cuyo título no debe inducir a error, ya que va dirigida al conjunto de la humanidad), en la que se esfuerza por acabar con los prejuicios sociales en nombre de la solidaridad.

En una actitud que luego será ya seña de identidad del anarquismo, Malatesta rechaza la mera teorización sin un sentido en la práctica, es un toma de postura moral (y no simplemente doctrinal). Aceptaba todas las influencias y tendencias posibles en el anarquismo, unificadas por la aspiración de libertad, de bienestar y de amor para todos. Consideraba que el origen del anarquismo no estaba en ningún sistema filosófico, sino en la revolución moral que piden las injusticias sociales. Es más, negaba incluso las acusaciones de simple "materialismo" que se realizaban sobre las ideas libertarias, denunciando el "idealismo" de aquellos que poseían los suficientes privilegios para adoptar tal postura. Tampoco busca Malatesta, y ello lo sitúa en una indudable actualidad, otorgar una base científica a la ideas anarquistas, por considerar que no hay infalibilidad en la ciencia, ya que sus posturas nacen para ser pronto superadas. Del mismo modo, señala la ciencia como un simple instrumento válido para señalar las condiciones en que un hecho se produce, pero sin postura moral propia, capaz de ser utilizada para lo correcto o lo incorrecto. Malatesta es crítico con el dogmatismo cientificista y profundamente contrario a todo determinismo, niega la verdad absoluta en ninguna postura y desea abrir la puerta para mejores soluciones. En una frase que he leído de diversas formas, pero con un sentido claro y único, se considera al anarquismo, no como una creencia ciega, sino como una fortalecida mezcla de voluntad y esperanza.

El anarquismo conoce que el individuo no puede vivir fuera de la sociedad, ya que su propia condición como individuo es producto de innumerables generaciones pasadas y se beneficio a lo largo de la vida de la cooperación con sus semejantes. Tal y como sostiene la sicología social, se sabe que la actividad de cada ser humano influye, de una manera u otra, sobre la vida de todos. Es por eso que Malatesta observa la solidaridad como una ley, tanto social, como natural, y por eso desea la libertad para todos. Es necesario que esa ley se establezca de manera consciente y voluntaria, sea puesta al servicio del conjunto de la sociedad. Puede decirse que Malatesta representa cierta evolución en el anarquismo, en el sentido de ser un autor más unido al pueblo si cabe, y más partidario de una educación y preparación racionales en el mismo. Su preocupación por la educación, como ya se ha mencionado, fue notable, preocupada siempre por todos los ámbitos sociales y por los más desfavorecidos. También de forma muy lúcida, y huyendo del determinismo absoluto, Malatesta considera que entre el hombre y el ambiente social hay una influencia recíproca. Sería una especie de círculo vicioso en el que los hombres hacen a la sociedad como es, y ésta a los hombres como son. La educación debe fortalecer la conciencia y la voluntad, dar a conocer las causas de los males y poner los remedios adecuados. Precisamente por ser conocedor de cómo la sociedad embrutecía a los hombres, y a pesar de valorar y considerar necesario los esfuerzos, era consciente de lo limitado de ciertos proyectos educativos anarquistas. Aunque resulte muy importante desprender a algunos educandos de los prejuicios religiosos y de las sugestiones autoritarias, el ambiente social era descomunalmente desfavorable. No obstante, consideró siempre fundamental el crear las condiciones para elevar el nivel intelectual de las masas. Las personas cultas solo son dignas si comparten su condición con los que no han tenido oportunidad de instruirse, y éstos deben mantenerse siempre en guardia sobre el respeto incondicional hacia la clase instruida. La ignorancia no es nunca una razón para ser tratado mal ni para ser oprimido, más bien al contrario, al haber sido víctima de la privación de un derecho fundamental.

sábado, 7 de mayo de 2011

Efecto placebo

Vamos a ver si averiguamos algo sobre el llamado "efecto placebo", ya que todo lo relacionado con la sicología y la salud resulta fascinante y podemos también extenderlo a otros campos. Tal y como dice Ben Goldacre, en Mala ciencia, lo criticable de las medicinas alternativas (vamos a decir, de algunas, para no herir susceptibilidades), es ver cómo distorsionan, a base de tópicos, la concepción que tenemos de nuestros propios cuerpos. El paralelismo que se realiza es inmejorable, afirmano que la teoría del Bing Bang es infinitamente más interesante que el relato infantil de la Creación contenido en el Génesis. Lo que puede contarnos la ciencia sobre el mundo natural supera de largo cualquier teoría, más o menos esotérica, sobre unas pastillas curativas que es capaz de preparar un terapeuta alternativo. Si queremos buscar un terreno común, que desmonte algunas patrañas, es necesario buscar la relación entre nuestros cuerpos y nuestras mentes, tener en cuenta el papel cultural de la curación y hablar, por supuesto, del efecto placebo. Insistiré en que Goldacre no es nadie que esté a sueldo del "sistema", de hecho critica tanto la manipulación de las farmacéuticas como la de la industria alternativa, y que sus artículos están bien legitimados citando las fuentes correspondientes.

Tal y como ocurrió con el curanderismo, los placebos pasaron de moda en cuanto el modelo biomédico empezó a ser efectivo. A finales del siglo XIX, ya anunciaban la defunción del placebo debido a ciertos casos evidentes (un médico inyectó agua, en lugar de morfina, a su paciente y éste se recuperó perfectamente). Incluso, hay quien lamentó el supuesto fin del placebo, ya que eran conscientes de que algunos factores en la medicina desde sus inicios, como la actitud tranquilizadora y el saber tratar adecuadamente al paciente, resultaban tremendamente eficaces. Sin embargo, y afortunadamente, su uso ha pervivido. Creo que podemos decir que existe cierto poder de la mente que pertenece a un terreno más o menos incognoscible. No obstante, planificar un experimento capaz de desgranar los beneficios sicológicos y culturales de un tratamiento con el fin de aislar los efectos meramente biomédicos, es más complicado de lo que parece, ya que no es posible comparar un placebo con ningún otro tratamiento. Ello es debido a que se considera incorrecto, desde puntos de vista evidentemente éticos, tratar a un paciente realmente enfermo con un efecto placebo. Además, no está muy bien visto por la comunidad médica, la cual defiende la evidencia empírica, este tipo de ensayos con placebo, debido a que se conoce lo fácilmente manipulable que son los resultados. Puede expresarse como que en el mundo clínico, tanto en médicos como en pacientes, no les interesa demostrar que un tratamiento funciona mejor que nada, sino si funciona mejor que el mejor de los existentes.

Lo que sí se puede realizar, de forma bastante ingeniosa, es comparar un placebo con otro. Por ejemplo, un médico especializado lo que hizo es tomar datos de ensayos controlados por placebo sobre medicamentos contra la úlcera gástrica (una buena idea, ya que resultan un excelente objeto de estudio al determinarse su presencia o ausencia por métodos muy objetivos). Al comparar dos tratamientos por placebo (dos pastillas de azúcar, en un caso, y cuatro en el otro), acabó descubriendo que, cuantas más pastillas, mejor funcionaba el placebo. Parece increíble, pero la respuesta está en que el placebo abarca mucho más que la simple pastilla, abarca el sentido o significado cultural del tratamiento. Lo que se quiere decir es que las pastillas no aparecen sin más en el estomago, ya que se administran de manera particular, adoptan formas diversas y las ingerimos con determinadas expectativas. Todo ello tiene un impacto sobre las ideas y creencias de la persona sobre su propia salud y, del mismo modo, sobre el resultando del tratamiento (la homeopatía es el ejemplo perfecto del efecto placebo). Para el que le resulte sorprendente la "eficacia" del efecto placebo, es posible mencionar numerosos ejemplos de experimentos que confirman la cuestión. Cierto estudio, por poner un ejemplo rápido, demostró que un fármaco similar al valium trataba más eficazmente la ansiedad cuando aparecía en forma de color azul, resultaba mejor que cuando se presentaba en forma amarilla. Desgraciadamente, las empresas fabricantes conocen muy bien los beneficios que aporta una imagen, por lo que invierten más en publicidad que en investigación y desarrollo. Otro estudio demuestra que la medicación estimulante tiende a presentarse en pastillas rojas, naranjas o amarillas, mientras que los antidepresivos y tranquilizantes suelen ser azules, verdes y morados. Más importante que los colores, es la cuestión de las formas, por ejemplo, en su momento las cápsulas parecían ser un medicamento más innovador. Otro factor influyente es la vía de administración, y tres experimentos separados han demostrado que las inyecciones de agua salina son más eficaces que las pastillas de azúcar para el tratamiento de problemas de tensión arterial, de dolor de cabeza y de dolores posoperatorios (no porque tengan mayor beneficio, sino porque la gente cree que una inyección es una intervención más drástica que el hecho de tragarse una simple píldora). Otros experimentos también han mostrado que ciertos efectos rituales (como la acupuntura) son más efectivos como placebo que una simple pastilla de azúcar.

El testimonio definitivo sobre la construcción social del efecto placebo, y aquí llegamos a un punto clave, es el que nos revela la extraña historia del envasado. Puede decirse que el dolor es un ámbito en el que cabría sospechar que las expectativas producirán un efecto particularmente significativo. Las personas acaban averiguando ellas mismas que es posible apartar el dolor de su mente, por lo menos hasta cierto punto, gracias a la distracción, o que ciertas condiciones estresantes pueden hacer que empeore. Experimentos han mostrado que el envase de los comprimidos y la marca que aparece en él tienen su propia efecto beneficioso sobre el dolor de cabeza. Por mucho que se insista en que ello es tirar el dinero, hay personas que siguen comprando analgésicos de marca (incluso, el mayor coste de los mismos acaba siendo un factor determinante). No nos desanimemos ante esta concepción del mundo en el que las personas parecemos conejillos de indias, ya que este conocimiento puede ayudar precisamente a crear formas de vida más saludables y a que estemos menos subordinados e esos factores (tantas veces, mercantiles y planificados).

Otros ensayos han evidenciado que no es tampoco necesario ceñirse a las pastillas y a los aparatos en el efecto placebo. Por ejemplo, está demostrado que lo que el médico diga y haga tiene un efecto en la curación. Incluso, sin hacer nada, solo por su manera de comportarse, los médicos pueden tener un efecto tranquilizador. También la información que se dé al paciente, como un "diagnóstico placebo" puede ser determinante. En el caso de los terapeutas alternativos, y aquí ya entramos en un terreno peligroso, no dan solo diagnósticos, sino "explicaciones placebo" (afirmaciones infundadas, no basadas en pruebas, a menudo fantásticas, acerca de la naturaleza de la dolencia del paciente, en la que se alude por ejemplo a "desequilibrios" o "energías"). Aunque se han mencionado efectos beneficiosos (y hay que mencionar que incluso en esos casos pueden darse también daños colaterales), hay que andarse con mucho cuidado si ciertas actitudes conducen a las personas a creerse su condición de enfermas y reforzar así creencias y comportamientos destructivos (como es el caso de medicalizar los muy habituales dolores musculares) y obstaculizando así que la persona pueda seguir con su vida y progresar. Está claro que las investigaciones demuestran que la actitud cálida y tranquilizadora del médico son más eficaces, aunque ello encuentre desgraciadamente muchos obstáculos en el sistema real. También se produce cierto dilema, teniendo en cuenta estos factores "placebo" que ayudan a mejorar al paciente, y es el hecho de no mentir al paciente enfrentado a lo pernicioso de una una excesiva información (que puede empujar a confundirlo y asustarlo aún más).

Lo que está claro es la denuncia a ciertos terapeutas alternativas, los cuales no reconocen en ningún momento que su posible eficacia se debe a ciertos rituales y a su relación con el paciente. Ellos insisten en que sus tratamientos tienen un efecto específico y medible sobre el organismo, algo inasumible si tenemos en cuenta la evidencia empírica. Las pruebas de la supuesta eficacia de la medicina alternativa al respecto suelen ser oscuras, los métodos mecanicistas y claramente decepcionantes desde un punto de vista intelectual. Insistiremos en que la ciencia, la cual solo lleva un camino, es mucho más interesante. El efecto placebo revela la existencia de dilemas fascinantes y conflictos éticos que nos provoca la seudociencia, como es el caso de considerar ciertas terapias alternativas meramente como un timo, teniendo en cuenta el factor de que funciona el efecto placebo. Otra cosa a tener en cuenta, además de los beneficios, también se pueden producir efectos secundarios imprevistos. Creer en cosas no respaldadas por la evidencia empírica tiene un obvio efecto sobre la capacidad intelectual, por no hablar del hecho de "medicalizar" problemas, reforzar creencias contraproducentes acerca de las enfermedades y extender la pobre idea de que una simple pastilla es una respuesta apropiada a un problema social (además de a una modesta enfermedad de naturaleza vírica). Por otra parte, la medicina alternativa, reforzada por el placebo, tiende a denigrar a la medicina convencional (creo que todos conocemos numerosos ejemplos), a menudo aprovechándose de las malas experiencias con la misma. Acudir a la medicina alternativa, tantas veces se realiza en detrimento de tomar medidas eficaces para enfermedades muy graves (traicionando, de paso, la propia condición "holística" o "complementaria" de esas terapias, ya que denigran la auténtica medicina biomédica. El efecto placebo, que puede ser útil en ciertas ocasiones, no es reconocido la mayor parte de la veces por los terapeutas alternativas, ya que pretenden tener grandes y oscuras teorías sobre el cuerpo humano. El mercantilismo y el dogmatismo con la salud son tan criticables en médicos convencionales como en terapeutas alternativos. Solo cabe una idea más honesta e inteligente, aprovechar las numerosas investigaciones para perfeccionar los tratamientos que actúan mejor que el placebo, así como para mejorar la atención sanitaria sin engaño alguno al paciente.

jueves, 5 de mayo de 2011

La aparición del ámbito político

Vamos a tratar de realizar una distinción histórica, atendiendo a ciertos pensadores, sobre la distinción entre el ámbito político y otras esferas de la intervención humana. Murray Bookchin, sin dudarlo, establece tres ámbitos: el político, el social y el Estado. En la Antigua Grecia, Aristóteles solo reconocía una dualidad: la esfera social y la política. Muchos pensadores han continuado pensando como el estagirita, como es el caso de Hannah Arendt, aunque esta autora parece ser que lo que llamaba ámbito político es lo que ahora podemos considerar el Estado (una confusión, por otra parte, habitual).

El ámbito social podemos considerarlo el ámbito privado, y no podemos confundirlo con la sociedad en su conjunto. La esfera privada es la más antigua de los tres ámbitos mencionados por Bookchin, de tal forma que en la prehistoria, en forma de grupos y tribus, las comunidades humanas se estructuraban alrededor de él. Al no existir el Estado, lo que podemos llamar vida grupal coexistía en las primeras sociedades con el ámbito social. Todas aquellas comunidades se mantenían cohesionadas y organizadas por el parentesco, pero también por otros factores que se consideraban hechos biológicos inalterables (como los roles atribuidos al sexo o la cuestión de la edad). Es posible que tardara en aparecer la diferencia de clases y la dominación en la misma sociedad, dándose tal vez una solidaridad gracias a esos factores de cohesión, aunque lo que parece seguro es que la aparición del chovinismo y el racismo (hostilidad hacia otras tribus, al considerarlos una amenaza, y consideración de una taxonomía diferente hacia sus miembros) fue algo consustancial al nacimiento de las primeras sociedades. Ello no implica que no existieran también muestras de benevolencia hacia los extranjeros, aunque hay que tener en cuenta siempre los factores supersticiosos que empujaban a considerarlos algo peligroso.

Las sociedades tribales eran nómadas, cazaban y recolectaban, y en algunas ocasiones recurrían a formas básicas de horticultura. Con el neolítico, se da un cambio de paradigma económico, la agricultura y cría de animales conducen a que las tribus se establezcan en aldeas estables. Con ello, llegó el hecho del almacenamiento de víveres, con lo que algunos miembros se convirtieron en los distribuidores y, consecuentemente, en poseedores de bienes y riqueza. Se dio lugar así a la división de clases, lo que acentuó la jerarquización ya existente (se dio la supremacía al género masculino, creándose la cultura del patriarcado). El concepto del chamán dejo paso a lo que se pueden considerar ya sacerdotes, fortaleciéndose también la institución religiosa con sus demandas ya claramente materiales. Sin embargo, tal vez la consecuencia más importante en este cambio de paradigma económico es el nacimiento de las ciudades: grandes asentamientos permanentes sin producción propia, dependiendo del grano importado del campo. Los componentes de estas ciudades tenían su vida estructurada, no ya alrededor del parentesco, sino por la proximidad de residencia y por los intereses compartidos. Poco a poco, la ciudad se convirtió en una forma de vida en la que el principio de organización social no eran ya los lazos de parentesco; la gente no se consideraba ya miembro de una tribu, sino que se veía a través del prisma de un estatus social o de la pertenencia de bienes,  o de una determinada residencia o profesión. Aunque seguirían existiendo prejuicios étnicos, la nueva situación produjo que se diluyeran en cierta medida, un nuevo orden social transformó a la gente de una condición tribal en componentes de grupos heterogéneos y potencialmente cosmopolitas. Era el germen de lo que podemos llamar la universalidad humana.

Insistiremos en que estas ciudades, por muy heterogéneas que fueran, no eran paraísos de igualdad. Existían jerarquías militares y religiosas, así como división de clases y de género. Las élites que gobernaban dominaban a los ciudadanos comunes, los cuales trabajaban para proporcionar bienes o se convertían en soldados forzosos para brutales periodos de guerra. Por otra parte, la ignorancia sobre los fenómenos naturales hizo más poderosa a la clase sacerdotal. Incluso, estas primeras ciudades se podían ver como vastos templos. Sin embargo, y a pesar de todas estas tiranías, podemos considerar que la revolución urbana abrió la posibilidad de que pudieran existir también comunidades libres e igualitarias. El hecho de que las personas tuvieran conciencia de una humanidad universal, también dio lugar a la posibilidad de una organización ética y racional. Es por eso que la aparición de la ciudad inauguro el desarrollo de lo que podemos llamar "ámbito político". Esta esfera se caracteriza por la existencia en una misma ciudad de intereses compartidos y de espacios públicos mantenidos en común por comunidades interétnicas. El ámbito social queda físicamente delimitado por las paredes del hogar,  más allá está el ámbito público (calles, plazas y lugares de reunión). En ese espacio público, los ciudadanos podían comerciar, encontrarse, relacionarse, influenciarse mutuamente, intercambiar noticias y hablar de asuntos comunes. Eran espacios que, potencialmente, podían ser usados para fines cívicos y actividades políticas. Es la polis griega, a pesar de las desigualdades ya mencionadas, la que define y concreta el ámbito político como el campo de la autogestión por democracia directa: la libertad positiva de una comunidad como conjunto, con la cual las libertades individuales están estrechamente entretejidas. Ahí se puede situar la tradición de democracia directa, que es ahogada por los grandes imperios que llegan después, pero que reaparece a lo largo de la historia (como es el caso de algunas comunas medievales). En pleno feudalismo autoritario, algunos ciudadanos reclamaban un espacio para autogestionar sus asuntos sin élites gobernantes.

La aparición del ámbito político abre la posibilidad de una comunidad libre y autogestionada, pero las élites políticas siguen ejerciendo su autoridad sobre la vida política (apelando incluso a derechos tribales ancestrales supuestamente superados). Por otra parte, los ejemplos históricos de lo que podemos llamar "democracias directas" conservan numerosos rasgos oligárquicos, xenófobos y discriminatorios de diversa índole. Sin embargo, todos esos defectos son contextualizables, propios de un determinado momento en la totalidad de una época. Era seguramente muy complicado que no se diera la esclavitud en la Antigua Grecia, al igual que en otras sociedades del momento, pero sí se mostraron superiores a las monarquías represivas de esas regiones y generaron el concepto del ámbito político. El Estado, al igual que los ámbitos social y político, también tiene un desarrollo histórico del que nos ocuparemos en otro textos.

lunes, 2 de mayo de 2011

La cultura religiosa, beneficiosa o no

En el sitio web www.ateismopositivo.com.ar, donde se pueden encontrar uno textos muy interesantes bien argumentados, se cuestiona si es sostenible intelectualmente una posición atea, se realiza un análisis de la religiosidad como parte de una cultura autoritaria, y se evalúa si la religión beneficia a la sociedad. En primer lugar, algo obvio, reside en el creyente la llamada "carga de prueba", es decir, tiene la obligación de estar dispuesto a demostrar la veracidad de su proposición (naturalmente, cuanto más insólita es la proposición, más pesada resulta la carga de prueba, ya que el que recibe la propuesta necesitará un mayor esfuezo). La persona crítica que recibe la proposición del creyente tendrá que realizar en primer lugar una suspensión de juicio, deberá indagar, examinar los hechos concretos del caso, la claridad del razonamiento, las consecuencias derivadas de la razón, las evidencias a favor o en contra de una u otra postura, los motivos de la persona que propone... Lo que se dice es que la proposición de que el "concepto clásico de Dios" (y aquí se enumeran una serie de atributos, como el hecho de una cosmovisión basada en la creación de este supuesto ser) sea real resulta extraordinaria, por lo que el proponente debe valorar la veracidad y objetividad como en el caso de cualquier otra propuesta de ese calibre. Por supuesto, si una posición resulta insostenible o infundada, es mejor abandonarla antes de que se convierta en incongruente. Desde este punto de vista intelectual, un universo sin dioses resulta teóricamente más eficiente y más probable en la práctica, por lo que la posición atea es claramente sostenible. Incluso, si se pretende justificar la creencia debilitando los criterios hasta un punto que resulta impráctico, es posible así justificar cualquier creencia mística. Desde este punto de vista, y para ser consecuente, habría que creer en todos los dioses (y en conceptos similares no sujetos a examen crítico, ya que el asunto se extiende a otros ámbitos) o en ninguno.

Imprescindible resulta también someter a juicio crítico lo favorable o no de una cultura religiosa (no es casualidad, y me agrada mucho viendo lo que se dice a veces en nombre del ateísmo, que el sitio se llame "ateísmo positivo"). Los valores pueden definirse como una propiedad relacional entre deseo y situación, nacen en el ámbito de la experiencia humana como consecuencia de la interacción social. Naturalmente, los creyentes consideran que los valores parten de una tercera instancia, de naturaleza sobrenatural. En cualquier caso, aunque nos resulte inaceptable esa propuesta divina, se mantiene la pregunta sobre si resulta socialmente beneficiosa la creencia en Dios. Podemos ver la creencia como un tipo de idealismo en el que se produce la consagración de los valores. Al consagrar los valores, se convierten en una referencia intocable, separada de su contexto situacional, para evaluar situaciones futuras. Separar el pensamiento de la acción lo aísla de la prueba de experiencia, y de su perfeccionamiento posible gracias a la libre investigación y a la evaluación crítica. Se trata de una posición antiautoritaria (que recuerda mucho a la postura de Tomás Ibáñez sobre el anarquismo), ya que se pretende justificar autoritariamente los valores, en lugar de verlos como contingentes  o provisorios según su justificación práctica. Aunque se observe la idea de Dios como símbolo de la máxima bondad, su implementación autoritaria dificulta su aceptación, ya que puede que se acate temporalmente, pero difícilmente producirá la internalización de una norma y valor subyacente. En lugar de por obedecer a una autoridad externa, es más eficaz y sólido un cumplimiento basado en hechos concretos y en la consciencia social. Es éste un análisis primordial, consagrar los valores y convertirlos en irrefutables, al considerar que parten de una autoridad divina, es contraproducente, terminan dificultando la internalización e implementación de normas.

En cuanto a la cohesión social, a la que tanto se alude desde el punto de vista religioso, ocurre algo similar. Efectivamente, se logra una unión por subordinación irreflexiva, pero también se produce por el debate crítico y la búsqueda de consenso. Los valores e ideales no religiosos también producen la cohesión, y de manera más solida, ya que el beneficio social se evidencia directamente en sus consecuencias (como puede ser la justicia o la solidaridad). En cualquier caso, no es necesaria la creencia en Dios, ni el dogmatismo, ni la consagración de valores, para la vida social. En el caso de la "fe", hay que decir que es un término ambiguo, no necesariamente de índole religiosa. En un sentido no religioso, la fe puede definirse por la evaluación crítica de los hechos con el fin de una mejor vida social (la confianza que podemos tener en el otro, justificada en el análisis de su conducta). En un sentido religioso, podemos hablar de fe como aceptación irreflexiva, no se tienen en cuenta los hechos y se justifica por la fe. Hay que decir que, efectivamente, la confianza entre individuos favorece la interacción social, pero solo si el material de cohesión es sólido (como es la evalución crítica de los hechos relevantes) puede mantenerse en pie el edificio social de manera permanente. De nuevo se considera que la aceptación irreflexiva conduce al papanatismo y propone un contexto social frágil, mientras que una política general de confianza por evaluación crítica de los hechos favorece la objetividad y, al mismo tiempo, la autonomía y juicio crítico de cada individuo. En el caso de los valores de altruismo, solidaridad o apoyo mutuo, tampoco pueden producirse de manera permanente por subordinación irreflexiva (en este caso, puede decirse que la fe es un instrumento, que se dirige hacia un lado o hacia otro, pero siempre de manera externa al individuo). La mejor base para la solidaridad es la empatía, ponerse en el lugar del otro, y no es necesaria la obediencia a una autoridad para ello.

La cultura religiosa promoverá la tranquilidad existencial del individuo en base a sentirse parte de algo superior, se idealiza una forma de vida externamente dirigida y se buscará la recompensa en un supuesto más allá. La iniciativa y responsabilidad individuales quedan ahogadas gracias a este control externo, y repercute así en una sociedad menos productiva e innovadora. Esta visión religiosa del individuo subordinado a una instancia superior tiene que ser enfrentada a nuevas experiencias que fomenten la iniciativa y el esfuerzo individuales, alimentados por la igualdad social. Este experiencia histórica, junto al conocimiento científico, pueden convertirse en un fuerte apoyo no irreflexivo, con una búsqueda de autonomía consciente, para el ser humano. Existen otros mucho factores en la cultura religiosa, en la misma línea de subordinación irreflexiva: el caso de la confianza infantil propia de la cultura religiosa, otra parte de una cultura autoritaria que ordena subordinar el juicio propio; la confianza en la acción supersticiosa en lugar de la acción inteligente, y la justificación final de una autoridad también terrenal (abuso de poder y corrupción en una clase mediadora). Los factores sociales negativos de una cultura religiosa, estrechamente vinculada a una cultura autoritaria, tienen un gran peso y es conveniente abandonarlos para una vida social más fructífera.