Que los medios, y muy especialmente la televisión, son en gran medida una maquina de desinformación y, consecuentemente, de manipulación de la opinión de las personas, es una cosa (que, en alguna ocasión, se ha tratado en este blog). Otra muy distinta, en la que podríamos caer los que tenemos posiciones ferozmente críticas sobre la alienación que produce la tecnología y los medios en manos del interés económico y político, es atribuirle todos los males del mundo. Hay quien ha dicho que esta visión es producto de un viejo esquema de pensamiento sobre lo que representa la transmisión del saber: un emisor (persona o institución), como fuente del saber y utilizando una canal de información, y un receptor, que recibe y registra la información de forma transparente y sin obstáculo alguno. Así, para que este sistema funcione solo es necesario que la fuente sea fiable, sinceridad en lo que se transmite y verificación sólida de la información. Si nos adentramos en el terreno de la moral, es decir, obligación del que porta el saber de transmitirlo a los otros, la cuestión se convierte en un deber solidario.
Por supuesto, la cosa no es tan simple, incluso aceptando que en una sociedad jerarquizada y plagada de intereses económicos, la transmisión de la información suele estar, de manera más o menos evidente, al servicio de los beneficios de una minoría que regenta el poder. En cualquier caso, y aunque no seamos dados a observar las cosas con excesiva paranoia, nadie puede dudar demasiado que, en la práctica social, informar es tratar de influir en la opinión del otro. Por otro lado, las cosas no son tan simples, ni la fuente suele ser transparente y unívoca, ni el medio por el que se transmite la información un simple cauce. El mecanismo de información es complejo, en la fuente el saber es múltiple (no algo simple y natural) y el canal de información es un lugar de puesta en escena que influye de manera obvia en su significado y también en el efecto que produce en el receptor; por último, el receptor tampoco es un ser único, ya que que está constituido por diversos grupos con distintos parámetros de identidad. De esta manera, observando los mecanismos sociales y mediáticos en su complejidad, se concluye que resulta muy importante intentar comprender cómo funcionan los medios de información, evidenciar sus limitaciones, descubrir su potencial y sería finalmente posible ir abriendo campo a nuevas prácticas más imaginativas (y libertarias).
La televisión, muy diferente como medio de la prensa o la radio, no es un monstruo maligno que hay simplemente que destruir (extenderemos esta apreciación a cualquier avance tecnológico, combatiendo así cualquier corriente ludita que parece seguir existiende de alguna manera en los movmientos sociales transformadores). El medio televisivo es, tanto un instrumento del sistema que vivimos, como un escaparate del mundo tal y como es. En las sociedades modernas existe una apariencia de libertad y de democracia, y la televisión es en última instancia, y al margen de la mucha estupidez en forma de espectáculo presente en ella, un reflejo de ese mundo en el que las personas poseen la ilusión de opinar. Tantas veces, se presenta a los medios simplemente como una herramienta de los poderosos para manipular a una masa inconsciente; bien, a pesar del factor de la enajenación tan propio de las sociedades modernas, las personas no son simplemente "masas" manipulables, ya que están compuestaa con opiniones diversas, múltiples y fragmentadas, por lo que siempre necesario necesario algo más de complejidad para captarlas. Lo que sí parece cierto es que la imagen audiovisual, deseosa de producir alguna emoción en el espectador, imposibilita al mismo tiempo el entendimiento; la televisión ha supuesto que observemos imágenes que de otro modo sería imposible, de acuerdo, pero con su buena dosis de deformación de la realidad. Ello no implica necesariamente que haya una mano detrás que produzca esa desinformación y consecuente manipulación (aunque exista en no pocas ocasiones, ya que seguimos viviendo en un mundo jerarquizado, con poderosos y subordinados). Lo que quiero decir es que es necesario que comprendamos los complejos mecanismos que rigen la transmisión de la información, con el objetivo de reducir al máximo las posibilidades de manipulación en un mundo que deseamos regido por la horizontalidad, la transparencia y la solidaridad.
En cualquier caso, y seguimos hablando de la televisión, la misma se ha convertido de manera consciente o inconsciente en una máquina de producir meras impresiones (a costa del auténtico conocimiento). Por supuesto, somos seres humanos y no podemos desprendernos tampoco de nuestras emociones al recibir la información, pero las mismas pueden y deben conducirnos al conocimiento. De lo primero que hay que partir es que las ciencias sociales nos dicen actualmente que no existe saber en estado puro, ya que resulta siempre de una mezcla entre los sistemas de valores racionales y los de valores emocionales; por lo tanto, no existe conocimiento absoluto sobre ningún fenómeno y toda información al respecto se verá determinada por el sistema de creencias en el que nos vemos insertados. No quiero extenderme sobre los medios que utiliza la televisión para transmitir la información, sino dejar constancia de que las cosas son más complejas que una mera instrumentalización consciente por parte del poder (aunque los medios acaben formando parte de esas relaciones de poder). De esa manera, cuando insistimos con demasiada gratuidad en la manipulación y presentamos a las personas como simples masas sin voluntad propia, estamos abriendo camino, en mi opinión, para nuevas formas "benévolas" de dominación. Es algo obvio la imposibilidad de que exista una entidad única, estatal o privada, con la capacidad de manipular al gran público; es más, ese concepto de "opinión pública" ya resulta muy cuestionable, algo burdo que sí parece haberse fabricado mediáticamente. A pesar de los múltiples factores de enajenación que puedan existir en una sociedad neciamente consumista, por un lado, y sin que las personas estén en contacto con una realidad concreta que favorezca su lado más humano y autónomo, por otro, las personas siguen teniendo una identidad y no es posibles reducirlas a una burda caricatura.
No soy tan partidario de obviar los medios, televisión incluida, algo por otra parte francamente difícil, como de ser conscientes de todos esos mecanismos que sí nos manipulan parcialmente y juegan con nuestras emociones. Es más, incluso buscando un origen diverso a la información, algo para lo que se requiere tiempo y energía, también es necesario captar en cualquiera de los casos todos esos condicionantes entre emisor, medio y receptor. Si la televisión se convierten en un instrumento con el que las personas creen estar informadas, y al mismo tiempo también creen participar incluso en un mundo globalizado y "democrático", entonces el daño en sí esta hecho. Sería importante exigir a los actores que participan en la transmisión de la información una sinceridad y consciencia en lo que hacen; es algo francamente difícil, incluso aceptando que no existe manipulación política, en un mundo gobernado por el interés económico. Como espectadores, es esencial una mirada y juicio crítico sobre esos mecanismos deformantes, pero también ser conscientes de que esa simple ventana a los problemas del mundo no es más que la punta del iceberg. Resulta, por lo tanto, muy necesario indagar y profundizar, eludiendo todos esos efectos del sistema mediático en que vivimos (potenciados por internet y las nuevas tecnologías), y así un poderoso antídoto contra la enajenación y una nueva conciencia pueden irse generando.
Por supuesto, la cosa no es tan simple, incluso aceptando que en una sociedad jerarquizada y plagada de intereses económicos, la transmisión de la información suele estar, de manera más o menos evidente, al servicio de los beneficios de una minoría que regenta el poder. En cualquier caso, y aunque no seamos dados a observar las cosas con excesiva paranoia, nadie puede dudar demasiado que, en la práctica social, informar es tratar de influir en la opinión del otro. Por otro lado, las cosas no son tan simples, ni la fuente suele ser transparente y unívoca, ni el medio por el que se transmite la información un simple cauce. El mecanismo de información es complejo, en la fuente el saber es múltiple (no algo simple y natural) y el canal de información es un lugar de puesta en escena que influye de manera obvia en su significado y también en el efecto que produce en el receptor; por último, el receptor tampoco es un ser único, ya que que está constituido por diversos grupos con distintos parámetros de identidad. De esta manera, observando los mecanismos sociales y mediáticos en su complejidad, se concluye que resulta muy importante intentar comprender cómo funcionan los medios de información, evidenciar sus limitaciones, descubrir su potencial y sería finalmente posible ir abriendo campo a nuevas prácticas más imaginativas (y libertarias).
La televisión, muy diferente como medio de la prensa o la radio, no es un monstruo maligno que hay simplemente que destruir (extenderemos esta apreciación a cualquier avance tecnológico, combatiendo así cualquier corriente ludita que parece seguir existiende de alguna manera en los movmientos sociales transformadores). El medio televisivo es, tanto un instrumento del sistema que vivimos, como un escaparate del mundo tal y como es. En las sociedades modernas existe una apariencia de libertad y de democracia, y la televisión es en última instancia, y al margen de la mucha estupidez en forma de espectáculo presente en ella, un reflejo de ese mundo en el que las personas poseen la ilusión de opinar. Tantas veces, se presenta a los medios simplemente como una herramienta de los poderosos para manipular a una masa inconsciente; bien, a pesar del factor de la enajenación tan propio de las sociedades modernas, las personas no son simplemente "masas" manipulables, ya que están compuestaa con opiniones diversas, múltiples y fragmentadas, por lo que siempre necesario necesario algo más de complejidad para captarlas. Lo que sí parece cierto es que la imagen audiovisual, deseosa de producir alguna emoción en el espectador, imposibilita al mismo tiempo el entendimiento; la televisión ha supuesto que observemos imágenes que de otro modo sería imposible, de acuerdo, pero con su buena dosis de deformación de la realidad. Ello no implica necesariamente que haya una mano detrás que produzca esa desinformación y consecuente manipulación (aunque exista en no pocas ocasiones, ya que seguimos viviendo en un mundo jerarquizado, con poderosos y subordinados). Lo que quiero decir es que es necesario que comprendamos los complejos mecanismos que rigen la transmisión de la información, con el objetivo de reducir al máximo las posibilidades de manipulación en un mundo que deseamos regido por la horizontalidad, la transparencia y la solidaridad.
En cualquier caso, y seguimos hablando de la televisión, la misma se ha convertido de manera consciente o inconsciente en una máquina de producir meras impresiones (a costa del auténtico conocimiento). Por supuesto, somos seres humanos y no podemos desprendernos tampoco de nuestras emociones al recibir la información, pero las mismas pueden y deben conducirnos al conocimiento. De lo primero que hay que partir es que las ciencias sociales nos dicen actualmente que no existe saber en estado puro, ya que resulta siempre de una mezcla entre los sistemas de valores racionales y los de valores emocionales; por lo tanto, no existe conocimiento absoluto sobre ningún fenómeno y toda información al respecto se verá determinada por el sistema de creencias en el que nos vemos insertados. No quiero extenderme sobre los medios que utiliza la televisión para transmitir la información, sino dejar constancia de que las cosas son más complejas que una mera instrumentalización consciente por parte del poder (aunque los medios acaben formando parte de esas relaciones de poder). De esa manera, cuando insistimos con demasiada gratuidad en la manipulación y presentamos a las personas como simples masas sin voluntad propia, estamos abriendo camino, en mi opinión, para nuevas formas "benévolas" de dominación. Es algo obvio la imposibilidad de que exista una entidad única, estatal o privada, con la capacidad de manipular al gran público; es más, ese concepto de "opinión pública" ya resulta muy cuestionable, algo burdo que sí parece haberse fabricado mediáticamente. A pesar de los múltiples factores de enajenación que puedan existir en una sociedad neciamente consumista, por un lado, y sin que las personas estén en contacto con una realidad concreta que favorezca su lado más humano y autónomo, por otro, las personas siguen teniendo una identidad y no es posibles reducirlas a una burda caricatura.
No soy tan partidario de obviar los medios, televisión incluida, algo por otra parte francamente difícil, como de ser conscientes de todos esos mecanismos que sí nos manipulan parcialmente y juegan con nuestras emociones. Es más, incluso buscando un origen diverso a la información, algo para lo que se requiere tiempo y energía, también es necesario captar en cualquiera de los casos todos esos condicionantes entre emisor, medio y receptor. Si la televisión se convierten en un instrumento con el que las personas creen estar informadas, y al mismo tiempo también creen participar incluso en un mundo globalizado y "democrático", entonces el daño en sí esta hecho. Sería importante exigir a los actores que participan en la transmisión de la información una sinceridad y consciencia en lo que hacen; es algo francamente difícil, incluso aceptando que no existe manipulación política, en un mundo gobernado por el interés económico. Como espectadores, es esencial una mirada y juicio crítico sobre esos mecanismos deformantes, pero también ser conscientes de que esa simple ventana a los problemas del mundo no es más que la punta del iceberg. Resulta, por lo tanto, muy necesario indagar y profundizar, eludiendo todos esos efectos del sistema mediático en que vivimos (potenciados por internet y las nuevas tecnologías), y así un poderoso antídoto contra la enajenación y una nueva conciencia pueden irse generando.
1 comentario:
Señala Umberto Eco en su libro "Apocalípticos e integrados" que "...tras toda dirección del lenguaje por imágenes, ha existido siempre una élite de estrategas de la cultura educados en el símbolo escrito y la noción abstracta. La civilización democrática se salvará únicamente si hace del lenguaje de la imagen una provocación a la reflexión crítica, no una invitación a la hipnosis".(...)
"Mientras que la información tradicional era en su mayor parte de índole histórico, el hombre de la era "visual" recibe una mole vertiginosa de informaciones sobre todo cuanto está ocurriendo en el espacio, en detrimento de las informaciones sobre los acontecimientos temporales (y dado que la noticia visual envejece, la comunicación periodística está fundamentada en la novedad, el hecho de ayer ya no es noticia (...).
La importancia que se otorga a un acontecimiento está determinada pues por la efímera vigencia otorgada a dicho acontecimiento por los responsables de su emisión. Es el seguimiento de un acontecimiento el que determinará la magnitud del mismo. No basta reflejar los momentos más "dramáticos" o espectaculares, los "escogidos" entre los múltiples que lo conforman, es necesario reflejar el "guión" propio del acontecimiento y no el que los medios confeccionan a partir de él. Esto requiere no sólo una cuidadosa elección de los "momentos" que se van a emitir, sino la participación, en la medida de lo posible, de los protagonistas del acontecimiento, de la noticia. La asiduidad (el seguimiento) con que un acontecimiento se emite es un factor determinante para establecer su trascendencia. Pongamos por ejemplo el caso de la PAH. El momento álgido (mediáticamente hablando) se sitúa en la intervención de Ana Colau en el Congreso y, a pesar de que la acción de dicha plataforma continuará sus incesantes y cotidianas acciones, será éste momento "cumbre" el que determine el seguimiento de acontecimientos futuros en función de su "espectacularidad" (la publicidad financiera manda).
La herramienta en sí (en este caso la TV) no es ni mala ni buena, todo depende de quién la posea y de cómo y con qué fines se utilice. Lucro y dominio priman, hoy por hoy, por encima de cualquier otra consideración.
Salud, amigo!
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